Cubrebocas, virus, miedo, gel antibacterial, neumonía, paracetamol, mutación, tanque de oxígeno, videollamada, aislamiento, muerte, desinformación, abandono, variante, ansiedad, sala de urgencias, soledad, mito, ensayo clínico, distancia, ARN, vacuna, ciencia, reencuentro. La pandemia del Covid-19 inundó al mundo con un glosario básico que reinterpretó nuestra forma de traducir el mundo.
Hace cinco años la amenaza empezó a cobrar forma y el encierro fue el primer aviso de que un microorganismo desconocido que subrayaba la fragilidad humana y que generaría 765 millones de contagios en el mundo. Después de un lustro de que el SARS-CoV-2 empezara su letal trayecto, aún quedan muchas preguntas que responder y retos a nivel global.
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Más allá de las efemérides
Existen varias fechas claves que marcan la espiral de la tragedia. El 31 de diciembre de 2019, un comunicado de prensa publicado en el sitio web de la Comisión Municipal de Salud de Wuhan alertaba sobre casos de “neumonía vírica” en Wuhan (China), lo que llamó la atención de la oficina de la OMS. Se activaron los sistemas de emergencia el primero de enero de 2020 e informaron al mundo el 4 de ese mismo mes. Entre el 9 y el 12 de enero, se había publicado su primer conjunto de orientaciones exhaustivas para los países, y el 13 de enero se realizó el primer análisis de laboratorio del SARS-CoV-2.
Aún risas e incredulidad. “Es algo lejano”, “En tres semanas ya todo regresa a la normalidad”, “Ya nos hacían falta vacaciones”. En un mes la realidad cambió el discurso. El 28 de febrero de 2020 se anunció el primer caso confirmado en México. Se trataba de un hombre que había viajado a Italia. Para el 8 de marzo, cuatro días antes de que el Covid-19 fuera declarado pandemia por la OMS, se reportaban 45 casos en México, aunque seguramente la realidad había multiplicado la cifra muchas veces más. En un país como el nuestro, era imposible aislarse totalmente; la gente necesitaba subsistir y no había rastreo, ni contención, ni apoyos, como en otras naciones. Las cadenas de contagio se fortalecieron.
Según informes de la OMS, en julio de 2020 se registró el primer alza de reportes en el país con más de 50 mil casos y cinco mil muertes, aunque se estima que la cifra real se multiplicaba nuevamente. A finales de ese año y principios de 2021, las defunciones en México alcanzaron un pico: 9 mil 900 muertos en la semana del 24 de enero.
La enfermedad y muerte ocasionada por el SARS-CoV-2 iban marcando las pautas a la investigación científica. Muy pronto quedó claro que las diferencias genéticas del nuevo virus favorecían su transmisión de un humano a otro y que las personas más susceptibles a morir por esta enfermedad eran los mayores de 60 años e individuos con comorbilidades, diabetes u obesidad, así como problemas pulmonares crónicos, renales o cardiovasculares, e inmunocompromiso.
Más allá de lo aparente, el virus también tenía infecciones asintomáticas. Las personas podían superarlo o llegar a una neumonía severa, respuesta inflamatoria sistémica, falla orgánica múltiple y fallecimiento. El virus era mucho más que una enfermedad respiratoria. Se publicaban estudios científicos y compartía investigación, pero las condiciones económicas y culturales de cada país marcaban la pauta.
En su pico global, en enero de 2021, los países notificaban alrededor de 100 mil muertes semanales relacionadas con el virus. El número de casos notificados alcanzó los 23.5 millones por semana a principios de 2022, cuando surgió la variante ómicron. Desde 2020, se han notificado a la OMS al menos 7 millones de muertes, aunque las estimaciones de mortalidad reales son al menos tres veces mayores. Entre 2019 y 2021, la esperanza de vida mundial se redujo en 1.8 años.

Avances y retos
Uno de los grandes avances científicos que trajo la pandemia fue la reducción de tiempos para diseñar una vacuna. Por primera vez en la historia se logró desarrollar una inmunización para un virus desconocido en menos de un año. En 10 meses el laboratorio Pfizer tuvo disponible la primera vacuna diseñada con ARN mensajero. Por este trabajo, los investigadores Katalin Karikó y Drew Weissman fueron merecedores del Premio Nobel de Medicina 2023.
Un año antes de que recibiera el premio, en entrevista para EL UNIVERSAL, la doctora Karikó hablaba con pasión precisamente sobre el ARNm, material que existe de forma natural en nuestras células. “Con la vacuna de ARNm, el cuerpo obtiene instrucciones para producir por sí mismo una proteína vírica exógena que es suficiente para activar el sistema inmunitario y crear una inmunidad vacunal contra el SARS-CoV-2”.
El trabajo de Karikó con el ARNm se remonta a muchos años atrás. La estrategia de vacunación que salvaría de la muerte a muchas personas en el mundo se basó en un trabajo de síntesis molecular desafiante que muchos miraban con desconfianza. Incluso, la científica compartió que le rechazaban fondos para las investigaciones, pero su persistencia con este trabajo logró que los años de investigación se adaptaran a una emergencia.
“Las vacunas de ARNm contra el Covid-19 se basan en el genoma del coronavirus, en concreto en el gen que codifica para la proteína S, pero la molécula se modifica para aumentar su estabilidad y facilitar que la célula sea capaz de leerla, traducirla y sintetizar la proteína viral. La vacuna de BioNTech contiene ARN mensajero sintético, una copia fabricada de forma artificial de una sección del material genético del virus SARS-CoV-2”, comentaba Karikó. Lo que se logró es una plataforma tecnológica que puede funcionar para muchas cosas, además de las vacunas, como terapias génicas. “El futuro está en realidad en el pasado”, apuntaba la científica.
“El trabajo científico de darse cuenta de los errores; probar una y otra vez, cambiar porcentajes, intentar nuevos procesos. Ese es el motor de cualquier trabajo de este tipo porque buscas algo que no existe, no es algo que puedas simplemente ordenar”, señalaba Karikó. La emergencia abrió la confianza a muchas investigaciones. Los ensayos para autorización de una vacuna se agilizaron prácticamente en un mil por ciento. Recientemente se inauguraron en Buenos Aires instalaciones que justo buscan optimizar este tipo de logística ya pensando en la próxima pandemia.
Para los especialistas, aún queda por comprender y cuantificar el impacto total de la pandemia. La complejidad de la respuesta inmunitaria humana quedó al descubierto con el virus y aún quedan muchos años de estudio por delante para entenderla totalmente. Hace poco quedó al descubierto que el papel basal del sistema inmunológico parece jugar un rol fundamental en el desenlace de la enfermedad. En el futuro, esta observación puede servir para priorizar atención y recursos.
Hace dos años, la OMS dio a conocer la Iniciativa de Preparación y Resiliencia para las Amenazas Emergentes (PRET, por sus siglas en inglés) que tiene como objetivo generar información sobre nuevos riesgos y generar un espacio de colaboración para que los gobiernos y autoridades sanitarias de todos los niveles fortalezcan sus mecanismos de prevención, atención y respuesta.
El SARS-CoV-2 lleva más de cinco años en circulación y sigue evolucionando e infectando a personas, lo que provoca enfermedades graves y estados post-Covid (también llamados Covid prolongados o largos) que aun son desentrañados.
En muy pocos países se hace un seguimiento puntual de las secuelas de estos impactos. Durante los tres primeros años de la pandemia se alcanzaron altos niveles de vacunación, pero en la actualidad menos del 2% de las personas en riesgo mayores de 60 años han recibido una dosis de la vacuna desde principios de 2024.
Desde mascarillas inteligentes hasta clones infectivos de un virus para estudiar su biología molecular son algunos de los avances tecnológicos que se empezaron a utilizar tras la pandemia. Apps, webs y chatbots para rastreo de la enfermedad, consulta y diagnóstico fueron algunas de las implementaciones tecnológicas durante el Covid-19. Muchas de ellas se ajustaron de manera permanente para apoyo médico.
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Para la OMS, los brotes de viruela símica, cólera, sarampión, poliomielitis y la enfermedad por el virus de Marburgo son recordatorios alarmantes de que las enfermedades infecciosas son, en la actualidad, un peligro real para todos los países. Las dinámicas de la próxima pandemia podrían gestarse tras el impacto de enfermedades infecciosas. La gripe aviar sigue siendo monitoreada como una potencial candidata. Actualmente, las tasas de vacunación descendieron abruptamente y aún prevalecen muchos retos en investigación. Según datos de la OMS, 4 mil muertes al mes por Covid en el mundo se registran hoy en día, pero sólo 34 países de 234 reportan datos sobre fallecimientos relacionados.
El pasado y el futuro se tocan en cifras y porcentajes: El 11 de febrero de 2020, la OMS nombró este agente etiológico como Covid-19 y el 11 de marzo se declaró la pandemia, pero hoy la historia se podría reescribir con otro nombre.
Se estima que la probabilidad de que ocurra una pandemia en los próximos cuatro años es del 10% al 15%. Las violentas interacciones del hombre con los hábitats naturales y los fenómenos extremos ligados al cambio climático parecen condimentar el caldo de cultivo de la próxima emergencia.