“Creo que la vida me llevo a reencontrarme con el mar”, señala la doctora , quien se ha convertido en un referente internacional con sus estudios de microbiología y biotecnología marina en el Golfo de México. Nacida en el estado de Veracruz, el mar ha estado inscrito en su hoja de vida y se ha convertido en materia de investigación desde sus proyectos en la , donde estudió biología. Cuenta que en sus posgrados se alejó un poco de este universo marítimo, pero al final toda la experiencia adquirida en sus estancias doctorales y postdoctorales en Alemania, Estados Unidos y Francia deviene nuevamente en el mar a través de sus proyectos como investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM.

El mar y sus misterios

El Golfo de México es una cuenca oceánica de gran biodiversidad formada hace 300 millones de años. Las bacterias marinas son el plato fuerte de investigación de la doctora Pardo. Mediante secuenciación masiva de ADN y análisis informático se obtienen las especies bacterianas que ocupan estos ambientes. Así, mediante un ramillete de técnicas vanguardistas para caracterizar a estos microorganismos, se detonan nuevas preguntas respecto a sus capacidades para adaptarse a ciertos ambientes, e incluso, sus posibilidades para degradar los contaminantes con los que el hombre amenaza estos espacios naturales.

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Liliana Pardo López | Investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM. 
 (24/02/2025) Foto: Gabriel Pano | El Universal
Liliana Pardo López | Investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM. (24/02/2025) Foto: Gabriel Pano | El Universal

“Era un camino que tenía trazado. En el 2015 iniciamos con un consorcio de investigación que se forma con 300 investigadores de excelencia con la misión de conocer mejor el Golfo de México, que no es territorio menor y donde existen muchos yacimientos petroleros”, señala Pardo sobre la formación del Consorcio de Investigación del Golfo de México (CiGoM). “Nos dio la oportunidad de visualizar la ciencia de manera distinta: a través de macro colaboraciones con investigadores de muy diversas disciplinas como físicos, químicos e ingenieros”, afirma.

A una década de su surgimiento, el CIGoM mantiene como meta lograr que nuestro país cuente con herramientas de observación, desarrollo biotecnológico y modelos numéricos que permitan establecer planes de contingencia y actividades de mitigación para derrames de hidrocarburos a gran escala en el Golfo de México, así como generar información y estrategias para evaluar su impacto ambiental.

Hace cinco años este proyecto generó el Atlas de Línea Base Ambiental del Golfo de México, once tomos que concentran una representación geográfica de las características físicas, químicas, biológicas y económicas que se centran principalmente en la Zona Económica Exclusiva de México. Las condiciones predominantes climáticas, así como patrones hidrográficos, biogequímicos, biológicos y ecológicos son plasmadas en este trabajo multidisciplinario.

El Atlas se integra por 11 tomos sobre peces, mamíferos, pastos y otros ecosistemas marinos. Uno de los tomos está dedicado a las bacterias del Golfo de México.

Recientemente, Estados Unidos decidió renombrar al Golfo de México como Golfo de América, aunque eso sólo puede aplicar para un área de la plataforma continental de ese país. El reconocimiento internacional mantiene el nombre histórico de Golfo de México y no se prevé ningún tipo de afectación en la literatura científica que se genere en esta parte oceánica del mundo. “Supongo que toda la comunidad científica internacional seguirá llamándole Golfo de México”, apunta Pardo.

“Seguimos trabajando juntos en objetivos como caracterizar a las bacterias que degradan el petróleo”, afirma la especialista, cuya labor se refleja en artículos científicos, la creación de patentes y el impulso a nuevas empresas, pues señala que el conocimiento genera nuevas oportunidades de hacer eco en la sociedad.

A partir de muestras de agua y sedimentos expuestos al petróleo se han aislado numerosos microorganismos para analizar sus capacidades asociadas a la degradación de dos de los xenobióticos más contaminantes del planeta: los hidrocarburos y los plásticos. Más de 300 bacterias integran el cepario del Instituto de Biotecnología, de ellos 43 pueden degradar hidrocarburos.

Inversión, género y libertad

Sobre qué hace falta para lograr que los alcances de la ciencia crezcan en nuestro país, Pardo señala: “Definitivamente talento no hace falta. En este sentido estamos al nivel de cualquier país, pero lo que hace falta es inversión en ciencia y tecnología. Desgraciadamente los científicos vemos que el PIB destinado a estas cuestiones va bajando. Siempre aspiramos al 1%, pero ahora está por debajo del 0.3%. Esto contribuye a que no podamos competir. El discurso no corresponde a la realidad”.

La ciencia siempre va a ser una apuesta segura. Para Pardo, la biotecnología, significa implementar conocimiento. “Se realiza mucha ciencia básica que busca impactar en problemas que enfrenta la sociedad en diferentes áreas, como el campo y la agricultura; la descontaminación de la tierra, el mar… La biotecnología está en todo y el trabajo del científico es transmitir todo lo que se hace y se puede hacer. Todo tienen un componente biotecnológico, que en la mayoría de los casos se importa, cuando claramente podríamos ser referente”.

Pardo López señala que volver más numerosa la participación de las mujeres en las áreas científicas debe mostrarse con el ejemplo. “Como mujeres podemos tener nuestras propias aportaciones y paralelamente disfrutar de la maternidad y la familia. Toda la cultura de género es abordada de diferentes formas en la UNAM”, señala y agrega que, sin embargo, es innegable que los retos se vuelven mayores al paso del tiempo con puestos que requieren más compromisos y donde se evidencia más el techo de cristal.

En el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) de México, el porcentaje de mujeres en los niveles más altos (Nivel III y Emérito) es muy bajo, pero la presencia femenina en las actividades científicas es evidente. “En mi laboratorio tengo la participación de trece mujeres y cuatro hombres, pero esto no significa que haya un filtro por género, simplemente muestra que cada vez más mujeres se pueden dar la oportunidad de tener un posgrado. Más del 50% de los investigadores en el Instituto de Biotecnología de la UNAM son mujeres”.

La investigadora señala que para intentar que esta curiosidad por la ciencia empiece desde etapas muy tempranas, también es responsabilidad de los científicos realizar mucha difusión y vinculación. “El Instituto participa activamente en muchos eventos, como por ejemplo relacionados con el Día de la Niña y la Ciencia, donde acudimos a primarias y secundarias a platicar lo que hacemos. Se busca sembrar semillas”.

Cuando se le pregunta a la científica sobre sus próximos retos, la respuesta está relacionada con el financiamiento para continuar haciendo ciencia. “Mi trabajo lo hago en buques oceanográficos y para esto se requiere financiamiento. El poder viajar en medio del océano requiere mucho presupuesto, pero necesitamos salir al mar para complementar las muestras que tomamos en el océano y aislar y caracterizar las bacterias que utilizaremos para implementar estrategias de descontaminación”.

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En el barco de exploraciones Justo Sierra de la UNAM se realizan tomas de muestras de agua de mar y sedimentos ubicados a más de 3 mil metros en el fondo del mar. Además de los retos científicos, la humanidad sale a flote. “He tenido muchas aventuras en altamar, de las que más me acuerdo es cuando he sentido miedo por las grandes olas causadas por el mal tiempo que han azotado el barco provocando un vaivén que hace imposible estar de pie. En esos momentos, uno tiene que hacer uso de una mente fría y racional que diga que todo va a estar bien y que el buque es lo suficientemente sólido para resistir los embates del temporal. Pero también he tenido experiencias bonitas como cuando avistamos delfines que nos acompañaron en el trayecto, jugando con las olas que levanta la proa del barco”.

“El mensaje que siempre busco transmitir a las nuevas generaciones es que pueden hacer lo que quieran: simplemente hacer lo que te propongas. Yo tengo una hija de veinte años y esa es la idea que siempre he tratado de transmitirle. El problema es que hay que luchar contra las estructuras sociales en donde históricamente se piensa que existen carreras que tienen correspondencia con un solo género, como las ingenierías, pero simplemente se trata de no tener temor porque la ciencia no tiene género”.

Pardo subraya que la ciencia es universal y lo que la hace tan poderosa son las aportaciones que cada individuo le pueda dar. “Lo que nos resta es entusiasmar a nuevas generaciones porque de este trabajo depende el desarrollo de un país y que no tengamos dependencia de nadie. La ciencia nos hará libres”.

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