El ha estado íntimamente ligado al concepto de ritual desde el inicio de la historia de la humanidad. Las motivaciones religiosas, culturales, filosóficas y políticas para se hicieron presentes en distintas geografías y épocas. Sócrates, Pitágoras y Platón consideraban el ayuno como una manera de mejorar la capacidad de razonamiento, de hecho, éste último pensador solía ayunar diez días antes de empezar a trabajar en sus estudios más intensos.

Hipócrates, considerado el padre de la medicina, creía en el ayuno como una terapia para curar ciertas enfermedades. Recomendaba el ayuno para infecciones y otras enfermedades agudas, pero no fue hasta el siglo XIX cuando se presentó como un método integral para mejorar la salud, tratando de apartarse del acto de devoción.

En la época victoriana el ayuno aún despertaba fascinación colocándose en la frontera entre acto de fe y espectáculo popular. “Las doncellas en ayunas” eran mujeres jóvenes que optaban por pasar largos periodos de ayuno y eran vistas con idolatría y veneración.

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Más allá del ritual, a mediados del siglo pasado se comenzaron a realizar investigaciones sobre el llamado ayuno intermitente que se fortalecen a mediados del siglo XX. En este nuevo siglo, el tema de ayuno intermitente se ha convertido en uno de los tópicos sobre alimentación más investigados en las últimas dos décadas.

Se contabilizan más de cien investigaciones con varios estudios clínicos con nuevas evidencias.

Cambio metabólico

Se le denomina ayuno intermitente a las dietas que incluyen periodos repetidos de ingesta calórica nula o muy baja, lo suficientemente extensos como para estimular la producción de cuerpos cetónicos. Cuando las reservas de glucógeno se agotan y no hay glucosa disponible, el organismo necesita aumentar el metabolismo de las grasas para obtener energía por lo que empieza a generar nuevas sustancias.

Así se generan los cuerpos cetónicos, sustancias producidas por el hígado cuando el cuerpo descompone grasas para obtener energía. También se les conoce como cetonas, que, de hecho, se liberan en cierta medida habitualmente, por ejemplo, con el ayuno nocturno.

Hace años se consideraba que los cuerpos cetónicos sólo eran sustancias de desecho, pero en la actualidad se sabe que pueden ser utilizadas como importante sustrato energético por el cerebro y el corazón, y en menor medida por otros tejidos.

Desde la década de 1930, diversos estudios demostraron que someter a modelos animales a dietas bajas en calorías aumentaba su esperanza de vida. Las hipótesis propuestas para explicar este efecto se basan en que la restricción calórica disminuye la ingesta de grasas y reduce el daño celular causado por radicales libres inestables.

Varios estudios con roedores realizados a finales del siglo pasado mostraron evidencia de que las rutinas intermitentes de alimentación por ciertos periodos protegían además a los roedores contra daños asociados a enfermedades neurodegenerativas y lesiones cerebrales agudas, como el ictus.

Estudios en estos modelos animales muestran que el ayuno intermitente puede mejorar funciones cognitivas, como la memoria de trabajo, el aprendizaje espacial y la retención de la memoria, pues se observa que el ayuno aumenta la producción de B-hidroxibutirato (BHB), un cuerpo cetónico que protege a las neuronas. Esto brinda pistas de que incluso podría retardar la aparición de enfermedades como Alzheimer y Parkinson.

Fuera del laboratorio, las más comunes estrategias de ayuno intermitente que se han popularizado son la alimentación con restricción de tiempo (ATR), que implica consumir todos los alimentos en un periodo de 4 a 12 horas, generalmente sin contar las calorías; el ayuno en días alternos (ADF), en el que las personas se abstienen de comer en días alternos o no consumen más de unas 500 calorías ese día; y la dieta 5:2, que estipula un límite de 500 calorías durante dos días a la semana.

Hace dos años, un estudio en un centenar de adultos obesos realizado en la Universidad de Alabama en Birmingham, puso en evidencia las ventajas del ayuno intermitente en un periodo de tres meses. Los individuos perdieron 20% más peso que con una dieta tradicional de reducción calórica, pero también lograron que su apetito disminuyera gradualmente.

Algunos investigadores afirman que el denominado cambio metabólico desencadena en los humanos respuestas adaptativas que van más allá del consumo de calorías, incluso en aspectos que tienen que ver con el desarrollo del envejecimiento, pues bajo ciertas circunstancias se ha observado que este tipo de ayuno puede generar una mayor reparación del ADN, así como el reciclaje de componentes celulares defectuosos.

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Voces autorizadas

En las últimas dos décadas se suman más estudios que apoyan estas teorías. Uno de los más importantes investigadores sobre el ayuno intermitente es el neurocientífico Mark Mattson, de la Facultad de Medicina de Johns Hopkins en Baltimore, Maryland. El autor del libro La revolución del ayuno intermitente se ha mantenido estudiando el ayuno durante 30 años. Argumenta que, dado que los humanos antiguos pasaban largos periodos sin comer como cazadores-recolectore, estamos adaptados para funcionar bien en largos periodos de ayuno.

El doctor Mark Mattson fue jefe de laboratorio en el Instituto Nacional del Envejecimiento en Estados Unidos y muchas de sus observaciones sobre el ayuno están enfocadas precisamente en la relación de esta rutina de alimentación con la esperanza de vida. Mattson subraya que el envejecimiento finalmente es el deterioro inexorable de la función celular en todo el organismo. Los cambios característicos que ocurren en las células en este proceso son los marcadores del envejecimiento, por lo que entender cómo suceden estos daños es fundamental, como las mutaciones que pueden causar los radicales libres a las proteínas de las células y al ADN.

Mattson apunta que hay dos factores innegables para frenar los estragos celulares: el ejercicio físico y la estimulación cognitiva. Para el especialista, a estos dos factores se debe sumar una alimentación adecuada y el ayuno intermitente puede potenciar la energía de los nutrientes que requieren nuestras células. Considera que el ayuno intermitente puede ayudar a bajar de peso, pero para quienes ya están en un peso saludable, también puede reportar beneficios, pues hay evidencia de mejora en los indicadores metabólicos a largo plazo con la reducción de riesgo de enfermedades crónicas, pues las células aumentan su capacidad de absorber y utilizar energía, aminoácidos y nutrientes cuando estén disponibles.

Para el investigador, el mito de que el desayuno es la comida más importante no está respaldada por evidencia contundente. El especialista no habla de condenar al organismo a pasar hambre, simplemente se refiere a probar con nuevos hábitos como dejar de comer unas horas antes de acostarse, pues tampoco es recomendable comer mucho justo antes de ir a dormir porque hacerlo aumenta el reflujo gastroesofágico y perjudica al sueño. Tampoco es ideal beber alcohol antes de ir a la cama. El cuerpo tarda un mes en acostumbrarse a nuevas rutinas y se pueden observar otros beneficios como la reducción de la ansiedad.

Los especialistas en nutrición recomiendan evitar comer a altas horas de la noche es benéfico en muchos aspectos. Especialistas de El Consorcio Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER), dependiente del Instituto de Salud Carlos III (Ministerio de Ciencia e Innovación) en su Área Temática de Obesidad y Nutrición (CIBEROBN), tienen varias invetigaciones que enfatizan las virtudes de no comer muy tarde, pues el cuerpo tiene más tiempo para digerir y procesar los nutrientes, lo que facilita una mejor regulación de la glucosa en sangre, reduciendo así el riesgo de desarrollar problemas de azúcar y otros trastornos metabólicos.

Mattson y otro grupo de investigadores que han profundizado en el estudio del ayuno intermitente coinciden que es necesario seguir analizando impactos. Existen muchos estudios clínicos que siguen dando pistas de las ventajas del ayuno, pero por ahora hay ciertas restricciones para algunos individuos y grupos. Podría provocar una disminución peligrosa de los niveles de azúcar en sangre en personas con diabetes; afectar la producción de leche en personas que amamantan; perjudicar el crecimiento infantil; y aumentar el riesgo de complicaciones en quienes toman medicamentos para la presión arterial y enfermedades cardíacas, por lo que en estos grupos no es recomendado.

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Estudios más recientes sobre este tópico ponen en evidencia un nuevo foco de investigacion. Especialistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) han demostrado que una de las formas en que el ayuno ejerce sus efectos benéficos es potenciando la capacidad regenerativa de las células madre intestinales, lo que ayuda al intestino a recuperarse de lesiones o inflamaciones.

Omer Yilmaz, profesor asociado de biología del MIT, miembro del Instituto Koch para la Investigación Integral del Cáncer del MIT y autor principal del nuevo estudio ha señalado que el ayuno y la realimentación representan dos estados distintos: en el estado de ayuno, se potencia la capacidad de las células para utilizar lípidos y ácidos grasos como fuente de energía; mientras que en el estado de realimentación posterior al ayuno se impulsa la regeneración. Cuando los nutrientes están disponibles, estas células madre y células progenitoras activan programas que les permiten generar masa celular y repoblar la mucosa intestinal. Aún faltan más estudios para determinar el peso de ambos impactos.

Especialistas como Amy Rothberg, quien es endocrinóloga y directora del Programa de Control de Peso de la Universidad de Michigan, señala que es totalmente válido que las personas experimenten con nuevas estrategias para alimentarse, siempre y cuando mantengan un equilibrio entre alimentos saludables, pues ninguna rutina de alimentación será útil si no se apuesta por todos los grupos de alimentos de manera equilibrada, dejando cualquier exceso de lado.

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