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Futuro, sueños, carrera; pensar en esos tres ámbitos al mismo tiempo fue lo que llevó a Olivia Pineda a incrementar su promedio con el objetivo de alcanzar una beca escolar en una universidad privada. No lo logró, así que decidió presentar un examen para entrar a una de las carreras con mayor demanda en una universidad pública.
Ante la presión, comenzó a sentir inflamación, náuseas y estreñimiento. “Después de ir al doctor me dieron el diagnóstico y me comentaron que era por estrés”. Con tan sólo 24 años, fue diagnosticada con Síndrome del Intestino Irritable (SII), un padecimiento que le ha obligado a destinar buena parte de sus gastos a medicamentos.
Su caso es el de cuatro de cada 10 mexicanos que sufren un Trastorno Gastrointestinal Funcional. Sudoración, náuseas, dolor de estómago, gases, estreñimiento y hasta moco en las heces son algunos de los síntomas que los caracterizan.
Hasta hace algunos años, la relación entre salud intestinal y estrés no estaba del todo clara. Hoy, la ciencia sabe que existe un vínculo estrecho. Te contamos cómo afecta el estrés a tu salud gastrointestinal y algunos consejos de especialistas para prevenirte.
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De Trastornos Gastrointestinales a Trastornos de Interacción Intestino- Cerebro
De acuerdo con el estudio multinacional “Prevalencia y carga mundial de trastornos gastrointestinales funcionales, resultados del estudio global de la Fundación Roma”, cuatro de cada 10 mexicanos padece algún Trastorno Gastrointestinal Funcional (FGID por sus siglas en inglés).
Este tipo padecimientos se caracterizan por afectar a órganos pertenecientes al sistema digestivo, el cual comienza desde el esófago hasta el recto. Actualmente, también son conocidos como Trastornos de la Interacción Intestino-Cerebro (TGI).
En entrevista para EL UNIVERSAL, el gastroenterólogo Héctor Barragán explica que el cambio del nombre obedece a una intención de enfatizar la relación bidireccional que existe entre el cerebro y el intestino. “(Estos padecimientos) van más allá de un funcionamiento deficiente único”, puntualiza.
El estudio global, en el que participaron más de 2 mil personas en México, indica que en nuestro país predominan cinco FGDI. La tasa de prevalencia más alta fue de 11.5% para estreñimiento funcional; le sigue la dispepsia funcional con 6.6%, la diarrea funcional con 4.4%, el Síndrome de Intestino Irritable con 4.0% y la hinchazón/distensión funcional con 3.4%.
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¿Cuándo el estrés se convierte en un problema mayor?
Preocupación excesiva, inquietud, tensión, dolores de cabeza y pérdida de sueño son las respuestas físicas que distinguen el estrés. “Es un pensamiento o una evaluación de algo del exterior que se ve como una amenaza; la respuesta es de huida o de pelea. Esto tiene que ver con cuestiones de supervivencia”, explica la psicóloga Leslie Briseño.
Hay dos tipos de estrés, agudo y crónico. El primero tiene lugar en un lapso corto, mientras que el segundo se prolonga por más tiempo. Aquí empiezan los problemas. El estado de supervivencia continuo puede generar todo tipo afectaciones, como dermatitis e incluso interrupción o retraso de la menstruación en las mujeres.
El estrés termina por causar un desbalance de sistemas del cuerpo. En el proceso hay una comunicación directa entre el cerebro y el intestino a través de neurotransmisores. Esta conexión, recién descubierta, le ha provocado el sobrenombre de “segundo cerebro”.
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El modus operandi del estrés
“Mi cuerpo se tensaba tanto que luego ni me daba cuenta de que ya estaba generándome problemas de estreñimiento”, cuenta Olivia Pineda, quien, previo al diagnóstico de Síndrome del Intestino Irritable, padeció náuseas, acidez, diarrea y bajones de energía, además de caída del cabello y un desbalance en sus horas de sueño.
El cerebro se encarga de mandar señales a cada uno de los sistemas con las indicaciones de cómo y cuándo debe reaccionar a un estímulo, mientras que el intestino tiene la tarea de absorber los nutrientes que fueron triturados en el sistema digestivo. ¿Qué relación hay entre ellos? Los neurotransmisores que los unen.
“Hay una comunicación entre el cerebro y el intestino que se conoce como eje cerebro intestino; esta comunicación es bidireccional y se hace a través de un nervio que se llama ‘vago’, que facilita la comunicación entre estos dos sistemas”, indica la gastroenteróloga Fabiola Romano.
La especialista explica que si una persona padece depresión o ansiedad, los neurotransmisores del cerebro sufren alteraciones, lo que causa la segregación de sustancias como el cortisol, que afectan a la permeabilidad de la pared intestinal.
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Desde la perspectiva de la psicología, la terapeuta Briseño señala que el sistema nervioso se divide en dos: el sistema simpático y parasimpático; el primero se encarga de mantener al cuerpo alerta ante una situación de escape o huida y el parasimpático realiza lo contrario; se encarga de llevar al cuerpo a un estado de relajación.
La manera en la que actúan ambos sistemas en el intestino se divide en dos. En la fase de estrés, “el simpático manda señales al cerebro indicando que debe acelerar el ritmo cardíaco, tiene que bombear más sangre hacia los músculos porque el cuerpo entrará en un modo de supervivencia y debe reducir todo al mínimo”, describe la psicóloga Briseño, quien indica que en esta etapa la digestión puede acelerarse o alentarse.
La segunda fase es la recuperación, donde el sistema digestivo, después de llevar todo al mínimo consumo, comienza a regularse y a trabajar con normalidad. Sin embargo, durante la digestión se involucran algunos ácidos y las defensas están débiles a causa del estrés, por lo que se provocan daños en células.
A causa de los múltiples síntomas gastrointestinales que Olivia Pineda presentaba, decidió acudir a un especialista. Además de llevar un tratamiento con medicamentos por seis meses, la mujer lleva un monitoreo y control de sus horas de sueño, que sufrieron un desbalance tras el estrés ocasionado por la pandemia.
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¿Cómo cuidar tu salud intestinal ante el estrés?
Los gastroenterólogos Fabiola Romano y Héctor Barragán aconsejan incluir una dieta rica en fibra, incluyendo frutas, vegetales y granos enteros. También recomiendan realizar actividad física cinco días a la semana por su efecto positivo en el movimiento del intestino y dormir al menos ocho horas diarias.
Por su parte, la psicóloga Leslie Briseño recomienda realizar una respiración diafragmática de manera correcta, la cual consiste en “inhalar por la nariz, llevar el aire al diafragma, mantenerlo ahí por unos segundos y luego exhalar lentamente por la boca”.
La relajación muscular progresiva también puede ayudar; se trata de “apretar y soltar”, ya sea una pelota antiestrés o un objeto con el que la persona se sienta cómoda.
Asimismo, la especialista aconseja reforzar la red de apoyo con familiares o amigo con el fin de construir hábitos saludables y, sobre todo, identificar qué pensamientos son los que originan el estrés. La psicóloga Briseño puntualiza en que cada una de las recomendaciones está sujeta al contexto y rutina de cada persona.
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Las personas expertas consultadas coinciden en que se debe de contar con la opinión de un especialista. “Se vuelve crucial para la identificación, diagnóstico correcto y tratamiento de diversas afecciones que pueden comprometer la salud”, señala el Doctor Héctor Barragán.