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Muchos explican el comportamiento del tipo de cambio a la luz de sus preferencias políticas. Si el peso se deprecia, unos dirán que es culpa de la 4T que está arruinando al país; si el peso se aprecia, otros dirán que es gracias a la presidente, cuyo liderazgo se ha ganado la confianza de los inversionistas. Ciertamente, el tipo de cambio refleja las expectativas del mercado y las decisiones de los gobernantes; los cuales tienen un impacto muy importante, sin embargo, son muchos más los factores que influyen en el valor del peso en un momento dado.
El tipo de cambio no es otra cosa que un precio (el precio de la moneda de un país, expresado en la moneda de algún otro) y como todos los precios, es determinado por la oferta y la demanda, en este caso, de la moneda local en términos de moneda extranjera. Por supuesto, este precio, como otros, puede ser manipulado por el gobierno, ya sea directa o indirectamente. Durante años, por ejemplo, China manipuló su moneda para hacerla artificialmente débil y, de ese modo, promover sus exportaciones.
También, como sucede con el resto de los precios, la manipulación artificial del tipo de cambio lleva a los agentes económicos a tomar decisiones subóptimas por recibir información distorsionada sobre la escasez relativa de la moneda y, en muchos casos, puede crear desequilibrios macroeconómicos que desemboquen en una crisis. Uno de los fundamentos de la estabilidad macroeconómica de México, ha sido el mantener un tipo de cambio flexible, determinado por el mercado, con una intervención limitada de las autoridades; en contrapeso a haber vivido a mediados de los 90 's una crisis cambiaria por haber fijado el tipo de cambio.
En el largo plazo, la apreciación o depreciación de una moneda está relacionada con su atractivo como medio de intercambio y a su dimensión como depósito de valor: las monedas que mantengan razonablemente su poder adquisitivo tenderán a ser más demandadas y, por tanto, a apreciarse. Es decir, la apreciación o depreciación de una moneda con respecto a otra tenderá a estar relacionada con el diferencial de inflación entre ambas, más allá de los movimientos que pueda experimentar en el corto plazo en la medida en que los participantes en el mercado incorporan información relevante o toman posiciones especulativas anticipando la posible evolución futura de la moneda.
En un entorno altamente incierto como el actual, provocado por una política comercial agresiva, no siempre consistente y, hasta el momento, sin claridad respecto a sus objetivos últimos por parte del presidente Trump, es natural que estemos experimentando una alta volatilidad del tipo de cambio. Volatilidad que se da en ambas direcciones, no siempre hacia la depreciación del peso: en los últimos días lo hemos visto apreciarse significativamente, más por un debilitamiento global del dólar, que por razones internas de la economía mexicana.
Más allá del ruido de los movimientos de corto plazo, la mejor receta para mantener una moneda fuerte es a través de una política monetaria prudente enfocada en mantener su poder adquisitivo.
Aunque el Banco de México ha sido relativamente responsable en años recientes, hay señales que hacen pensar que su junta de gobierno está más preocupada por la desaceleración de la economía que por cumplir su objetivo prioritario de mantener una inflación baja y estable y se encuentra cómodo permitiendo una inflación por encima de su objetivo de 3% lo que tenderá a debilitar al peso.
Profesor del Área de Entorno Económico de IPADE Business School.