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La carrera global por dominar la Inteligencia Artificial se ha convertido en un ejercicio de gasto acelerado. De acuerdo con un análisis de Moody’s, la inversión en infraestructura y cómputo para IA crece mucho más rápido que los ingresos que realmente generan estas aplicaciones, ampliando el riesgo de que se esté formando una burbuja en el sector.
La calificadora advirtió que los avances de los modelos líderes han disparado una competencia feroz y un ciclo de gasto casi compulsivo. Empresas como OpenAI, Anthropic y Google DeepMind empujan los límites técnicos con nuevas generaciones de modelos capaces de razonar mejor, ejecutar tareas autónomas y trabajar con volúmenes masivos de información.
Añadió que esos avances requieren infraestructura cada vez más costosa, desde centros de datos del tamaño de plantas industriales hasta reservas multimillonarias de chips de alto desempeño.
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Según Moody’s, los hiperescaladores están comprometiendo capital en proyectos que pueden superar los 50 mil millones de dólares por instalación, mientras que los ingresos de la IA crecen a un ritmo muy inferior.
Así, el desbalance, podría volverse insostenible hacia 2026 si la monetización no acelera. En ese escenario, el mercado tendría que ajustar las valuaciones y las empresas reducirían sus planes de expansión.
Recordó que la demanda por recursos informáticos se ha convertido en cuello de botella, donde la capacidad para cómputo de alto rendimiento es insuficiente, las GPU siguen escaseando y los precios de los servicios en la nube se han elevado hasta niveles que frenan la adopción en empresas medianas. Para muchas organizaciones, acceder a infraestructura avanzada implica pagar primas elevadas o firmar compromisos plurianuales difíciles de sostener.
Además, explicó, la fragmentación geopolítica presiona más el panorama, en un momento donde Estados Unidos limita la exportación de chips avanzados a China, mientras que China acelera la creación de alternativas locales y endurece sus reglas de licencia y seguridad.
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Explicó que esa ruptura tecnológica obliga a las multinacionales a operar sistemas distintos según la región, elevando sus costos y reduciendo la eficiencia global. Europa y Medio Oriente añaden complejidad con iniciativas para desarrollar nubes soberanas de IA y controlar más de cerca la infraestructura crítica.
La calificadora también advierte sobre riesgos adicionales, con ciberataques más sofisticados, vulnerabilidades en modelos avanzados y un marco regulatorio global cada vez más divergente. Para las empresas con estructuras tecnológicas rígidas, presupuestos acotados o procesos altamente rutinarios, la IA podría convertirse en un factor de presión más que en una solución de productividad.
Moody’s dijo que la adopción seguirá creciendo, pero las ganancias de productividad serán desiguales y dependerán más de la capacidad de modernización de cada empresa que del modelo utilizado. Mientras tanto, el gasto sigue acumulándose a una velocidad que podría no justificarse con los beneficios tangibles en el corto plazo.
desa/bmc
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