Este 17 de noviembre se celebró el Día del Estudiante y, al respecto, vale la pena reflexionar sobre la gran oportunidad que los programas de prácticas profesionales le brindan a las empresas como fuente de reclutamiento, así como para garantizar que los candidatos cuenten con los conocimientos técnicos y administrativos para trabajar en una organización, e incorporarse al mercado laboral formal con una menor curva de aprendizaje.

De acuerdo con datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), 18% de la población joven del país (de entre 15 y 29 años) tuvo acceso a educación superior en 2022, lo cual representa alrededor de 4.1 millones de jóvenes que actualmente pueden estar en proceso de iniciar su vida laboral. Sin embargo, son el grupo poblacional con mayor índice de desocupación (6.4% en comparación con la tasa nacional de 3.5%), lo que significa que cada vez les es más complicado a los jóvenes universitarios acceder a su primer empleo.

La consecuencia directa de esta problemática es que 52% de los jóvenes opte por la informalidad, lo cual genera una menor recaudación de impuestos y beneficio para el país, así como nulo acceso de estos jóvenes a beneficios de seguridad social y estabilidad económica.

Es por ello que existen algunas disposiciones legales, como la Ley Reglamentaria del Artículo 5º Constitucional, Relativo al Ejercicio de las Profesiones en la Ciudad de México, que establecen el requisito de que los estudiantes presten servicio social a través de la realización de actividades afines a la profesión que se encuentran cursando en instituciones públicas o privadas. Es así como muchas universidades e instituciones académicas de educación superior cuentan con convenios de colaboración con compañías para que sus estudiantes o egresados realicen con ellas su servicio social o prácticas profesionales.

Si bien, el servicio social se ha concebido como un mero trámite para obtener un título profesional, hoy en día abre la puerta para que los jóvenes puedan colocarse mucho más rápido en un empleo o, por lo menos, contar con cierta experiencia curricular al buscar su primer trabajo.

Más aún, para las empresas esto representa una gran oportunidad de encontrar nuevos talentos a desarrollar y formar de acuerdo con sus valores y lineamientos corporativos. Este tipo de esquemas ha tenido mucho éxito en compañías que toman en serio su papel de facilitadores de la práctica profesional; contando con programas que vinculan los conocimientos teóricos de una licenciatura o ingeniería con las funciones propias de un departamento dentro de la corporación.

En estos casos, el área o empleado responsable de la capacitación del practicante evalúa el aprovechamiento que tiene el estudiante de la formación práctica y su nivel de adaptación al sistema y centro de trabajo, haciendo más acertada la decisión sobre la oferta de trabajo que pudiera extenderse al becario, al haber tenido la oportunidad de conocer su desempeño y actitud hacia sus labores.

Las alternativas para hacer esto posible son muy variadas, pues además de los convenios de colaboración con universidades, también existen asociaciones civiles que buscan crear conexiones entre la iniciativa privada y las personas que están por concluir sus estudios universitarios para generar más y mejores oportunidades de empleo.

Finalmente, no podemos obviar la figura del contrato para capacitación inicial que se incorporó a la Ley Federal del Trabajo en 2012 y conforme a la cual, el patrón puede contratar a una persona para capacitarla en un periodo de hasta tres meses o, incluso, en periodos máximos de seis meses si el puesto requiere una alta especialización o es para un puesto gerencial. Bajo este tipo de contrato, el patrón puede validar si el trabajador ha adquirido el conocimiento necesario para ser contratado de forma permanente y, de no ser así, podrá terminar la relación laboral solo mediante el pago de sus prestaciones proporcionales, siempre que la relación se concluya el último día de la capacitación y la empresa cuente con la opinión por escrito de su Comisión Mixta de Capacitación, Adiestramiento y Productividad.

Es claro que nuestros jóvenes cada vez están más interesados en contar con formación profesional, pues de acuerdo también a IMCO, ha habido un incremento de 7% en la última década en el número de estudiantes de nivel superior. Lamentablemente, son pocos los alicientes para que estos estudiantes encuentren una buena oportunidad de trabajo. Resulta por lo tanto importante la cooperación del sector privado y el educativo para asegurar más y mejores ofertas laborales que ayuden no solo a la población que comienza su historial de trabajo, sino que también contribuyan a la economía nacional y corporativa.

Socia de Littler

X: @Littler

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