La industria automotriz de Norteamérica atraviesa por uno de sus momentos de mayor incertidumbre, pues el presidente estadounidense, Donald Trump, ha cambiado constantemente las políticas arancelarias de su país.
Trump emitió el miércoles una orden ejecutiva que impone un arancel de 25% a los vehículos que no se fabriquen en Estados Unidos, aunque el gravamen aplica únicamente al contenido o componentes no estadounidenses en cada vehículo.
Esta orden es contraria a la que emitió el 4 de marzo, cuando activó aranceles para todos los productos provenientes de México y Canadá, pero el 5 de marzo exentó del impuesto a todos los vehículos que cumplen con la regla de origen del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
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Estos cambios generan incertidumbre y parálisis en las inversiones del sector automotor, pues no hay certeza de lo que ocurrirá el próximo 2 de abril, cuando hará otros anuncios sobre tarifas, ni con el T-MEC.
Armando Soto, director general de la consultora Kaso y Asociados, dijo que esta incertidumbre paraliza las decisiones de inversión y crea un temor a revivir incrementos de precios que se consideraban ya superados tras la pandemia, cuando hubo escasez de chips.
“Es una incógnita si se va a llevar a cabo todo esto, porque la forma de operar [de Trump] es ‘lanzo la piedra y espero a ver la reacción’. A ver quién se asusta y cancela un proyecto en otro país y lo pone en Estados Unidos, pero esas decisiones no se toman de la noche a la mañana y no se ejecutan de un año a otro. Toma de cuatro a cinco años instalar una nueva planta”, explicó.
“Anuncios de nuevas plantas, ahorita no. Si hay proyectos de nuevas plantas van a esperar, como la de BYD, que desde que llegó a México dijo que sí quería poner una planta aquí. Su objetivo también era exportar a Estados Unidos aprovechando el T-MEC, pero si ese acuerdo va a desaparecer, es normal decir que vayan a esperar, porque si bien México es un mercado importante, hasta ahora no han tenido problema en abastecerlo con importaciones”, agregó.
Ante este escenario, Alberto Bustamante, director adjunto de la Agencia Nacional de Proveedores del Sector Automotriz, consideró urgente que México firme cartas paralelas, tal como lo mencionó ayer el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, pues si esa metodología regirá el comercio automotriz con Estados Unidos, tiene que quedar por escrito de manera paralela al T-MEC.
Así se evitaría que Trump vuelva a cambiar su política arancelaria más adelante.
Empresas vulnerables
Según Kaso y Asociados, las armadoras que enfrentarán un mayor escrutinio sobre el origen de sus componentes son BMW, Mercedes Benz, Volkswagen y Audi.
General Motors, Ford y Stellantis también enfrentarán retos cuando se implemente el arancel a autopartes, pues muchos componentes los fabrican en México y Canadá.
“De seguir así, esto definitivamente va a frenar inversiones en un entorno donde en la parte macro la economía se está desacelerando, la inversión viene cayendo desde finales del año pasado y se consolida esa caída al cierre de este mes. Si se ejecutan aranceles generalizados los siguientes meses llevará a la economía a una recesión sin lugar a duda, sin especulaciones”, aseguró Soto.
Más burocracia
Con el método propuesto el 26 de marzo para calcular los aranceles, ya no se aplica la regla de origen del T-MEC que indica que, para exportar un vehículo a Estados Unidos libre de arancel, debe estar fabricado con 75% de partes hechas en Canadá, Estados Unidos y México.
Ahora ya no importa ese 75% de contenido regional, sino que el resto que venga de otro país pagará un arancel de 25%.
Y si 25% viene de Canadá, otro 25% de México y otro 25% de Estados Unidos, el arancel lo pagan todos los componentes, menos lo que viene de Estados Unidos, detalló Bustamante, quien también fue director general de la Industria Nacional de Autopartes (INA).
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Así, los fabricantes de vehículos y de autopartes tendrán que demostrar con un certificado de origen cada una de las partes que contiene un vehículo. En el caso de las autopartes, tendrán que presentar certificados de origen de cada uno de los componentes que utilizan e incluso del origen de las materias primas.
“Es mucho papeleo, pero las empresas ya están acostumbradas, y lo revisaría la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés). Ellos revisan cada cosa que entra a EU”, apuntó Bustamante.
Oscar Silva, socio especialista en la industria de manufactura en Roland Berger, dijo que certificar el contenido estadounidense no es difícil porque cada producto especifica de dónde viene. Reportarlo sería más burocrático, pero no imposible, agregó.