La "renuncia silenciosa" se ha convertido en un fenómeno cada vez más visible en el entorno laboral mexicano. Aunque el término proviene del contexto anglosajón, su impacto ya se percibe en las empresas del país. Esta tendencia no implica la renuncia formal al empleo, sino una desconexión emocional del trabajador con su organización: cumplir solo con las funciones estrictamente necesarias, sin involucrarse más allá de lo mínimo indispensable. En México, donde la cultura laboral históricamente ha privilegiado la entrega total y la permanencia, este tipo de actitud marca un cambio generacional y estructural que no puede ser ignorado.

Los motivos que alimentan esta conducta son múltiples: El desgaste emocional, la falta de reconocimiento, el estancamiento profesional y la escasa flexibilidad laboral se encuentran entre las causas más comunes. También influye el entorno económico y social posterior a la pandemia, que modificó las prioridades de muchos trabajadores. En lugar de buscar ascensos o asumir mayores cargas laborales, una parte creciente de la fuerza laboral prefiere proteger su salud mental, su tiempo personal y su bienestar general. Esta postura, si bien comprensible desde lo humano, representa un desafío significativo para las empresas, particularmente en sectores donde el compromiso y la proactividad son claves para la productividad.

En el Instituto Mexicano de Ejecutivos en Finanzas hemos advertido que este fenómeno puede tener implicaciones económicas importantes pues puede traducirse en menores niveles de innovación, colaboración deficiente entre equipos y un aumento en la rotación de personal. Además, las organizaciones pueden perder competitividad si no logran detectar y atender este tipo de comportamientos a tiempo. No se trata de forzar a los empleados a dar más, sino de comprender las razones de fondo por las que han decidido hacer menos.

Algunas compañías han empezado a reaccionar con estrategias centradas en el bienestar integral de los empleados. Se está dando mayor peso al equilibrio entre la vida laboral y personal, la salud emocional y el sentido de propósito en el trabajo. Sin embargo, estos esfuerzos aún son aislados. La mayoría de las políticas organizacionales siguen enfocadas en la eficiencia operativa, dejando de lado la gestión emocional del talento. En este contexto, el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas ha recomendado incorporar indicadores cualitativos en las auditorías internas de recursos humanos para identificar signos tempranos de desconexión laboral.

Ignorar la renuncia silenciosa es un riesgo. No porque los empleados se vayan, sino porque se quedan sin comprometerse. Esto, a largo plazo, puede ser más costoso que una renuncia formal. Las empresas mexicanas deben replantear sus modelos de gestión del capital humano y colocar a las personas en el centro de la estrategia organizacional. De no hacerlo, corren el riesgo de enfrentar una crisis silenciosa que erosione su base más valiosa: el talento.

Presidenta del Comité Técnico Nacional de Capital Humano IMEF

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