Cuando el mundo tiembla, las family offices no huyen: recalculan. En un entorno global marcado por el conflicto, la fragmentación geopolítica, sobreendeudamiento público y la transición tecnológica acelerada, las familias más sofisticadas del mundo han comenzado a mover ficha, redefiniendo su estrategia en 2025. Lo hacen con disciplina, liquidez y, sobre todo, una mirada multigeneracional. Y no invierten para el trimestre; piensan en décadas.

El más reciente Global Family Office Report 2025 de UBS, basado en las respuestas de 317 family offices con patrimonios promedio de 2.7 mil millones de dólares, ofrece una radiografía más precisa de esta transformación silenciosa. Por primera vez, una guerra comercial global aparece como la mayor amenaza de inversión del año, mencionada por 70% de los encuestados. Le siguen los conflictos geopolíticos (52%) y la inflación persistente, que ha dejado de ser vista como un fenómeno transitorio. Y no es casualidad: la reciente escalada arancelaria iniciada por Estados Unidos. impacta directamente la confianza empresarial, los flujos comerciales y la estabilidad de las cadenas de valor, especialmente en países interconectados como México.

A pesar de este difícil entorno, las family offices no se han paralizado. Al contrario, muchos están reconfigurando sus carteras para hacerlas más líquidas, más diversificadas y menos vulnerables a correlaciones inestables. La exposición a activos ilíquidos, como el private equity directo, se ha reducido, mientras que se han reforzado las posiciones en renta variable de mercados desarrollados, deuda privada y activos líquidos de alta calidad. La asignación promedio en acciones de mercados desarrollados, según el informe, pasó de 24% en 2023 a 26% en 2024, con proyecciones de llegar a 29% en los próximos meses. Este reposicionamiento no es casual: busca capturar oportunidades estructurales en sectores como inteligencia artificial, longevidad y transición energética.

Tampoco es casualidad que el capital, hoy más que nunca, siga a las ideas. Más de la mitad de los family offices encuestados ya invierten en salud y tecnología médica, y 37% lo hace en clean/green tech. La IA, lejos de ser un concepto futurista, se ha convertido en un pilar operativo: 69% planea usarla para reporting financiero y análisis de portafolios en los próximos cinco años.

México no es ajeno a estas tendencias. Su capacidad de producción avanzada, sus reservas estratégicas de minerales críticos y su demografía favorable sitúan al país en una posición única para atraer inversiones patrimoniales con visión de largo plazo. Pero capital sin claridad es solo especulación. Lo que diferencia a las family offices, dentro o fuera de México, no es cuánto invierten, sino cómo y por qué.

Además de estos hallazgos financieros, surge una inquietud de fondo que está cobrando fuerza: cómo asegurar que el patrimonio no pierda su sentido conforme pasa de generación en generación. El 53% de las oficinas ya cuenta con un plan formal de transferencia de riqueza. Entre quienes aún no lo tienen, prevalece la percepción de que aún hay tiempo o que la conversación puede esperar. Pero la mayor complejidad no recae en el diseño legal, sino en el proceso de formación de las siguientes generaciones para que asuman un rol consciente, con criterio, valores y conciencia de propósito. En América Latina, esta conversación apenas empieza, pero es impostergable.

Dicho todo esto, en tiempos de transformación estructural, las family offices parecen mantenerse firmes ante el ruido. Analizan el entorno, ajustan su estrategia y actúan con intención. Esa brújula, forjada en la paciencia y la visión, es hoy uno de los activos más valiosos.

*Head Advisory Office México, junto con Roxana Zürcher, Head of Global Family & Institutional Wealth LatAm, UBS GWM

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