Desde 2023 se han presentado diversos proyectos para reformar la Constitución y la Ley Federal del Trabajo respecto a la duración máxima de la jornada laboral. Sin embargo, su discusión y aprobación se encuentran en pausa tras varios foros intersectoriales, lo que deja abierta la pregunta sobre si este cambio se hará efectivo o no.

Si bien tanto el sector gobierno como el obrero han expresado en diversas ocasiones su interés en implementar este cambio, todo parece indicar que esta reforma no se encuentra en las prioridades de la agenda del Congreso para este año, por lo que no existe claridad en torno a cuál será el proyecto que avanzará en el proceso legislativo ni sobre la forma en que entrará en vigor; incluso, se ha planteado que la reducción sea escalonada, de manera que la jornada semanal diurna se limite a 40 horas, la nocturna a 35 y la mixta a 37 horas y media.

Esta falta de certeza ha generado una gran incertidumbre en la iniciativa privada que no sabe si debe comenzar a prepararse desde ahora para este eventual cambio.

Sin embargo, no podemos ignorar que México es uno de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que más horas trabajan y que tienen una menor productividad. Este indicador mantiene a nuestro país bajo la constante mirada internacional y la presión de socios comerciales como Estados Unidos y Canadá, quienes han insistido en que nuestras condiciones laborales sean equiparables a las de la mano de obra en Norteamérica.

En este contexto, es probable que la reducción de la jornada laboral se convierta, tarde o temprano, en una realidad. Por ello, resulta fundamental que las empresas empiecen a tomar medidas para anticiparse a un cambio que, sin duda, tendrá un impacto en sus operaciones.

Algunas de las acciones que las empresas pueden comenzar a instaurar desde ahora son:

1. Revisar las horas trabajadas por cada empleado para identificar si es posible redistribuir la carga laboral entre el personal.

2. Analizar los procesos e identificar actividades repetitivas o manuales que consumen más tiempo del necesario.

3. Validar si estos procesos pueden ser más eficientes a través de cambios en las actividades, impartiendo capacitación al personal o contratando plantillas adicionales de trabajadores, evaluando el costo de cada una de estas opciones.

4. Establecer en el reglamento interior de trabajo políticas claras donde se regule el procedimiento para determinar la necesidad de jornadas extraordinarias, los procesos para su autorización y de aceptación por parte de los trabajadores que las laborarán.

En definitiva, reducir las jornadas de trabajo tendrá un gran impacto para empresas de distintos tamaños y sectores. Sin embargo, bien implementada, esta reforma puede generar beneficios para todas las partes: mayor productividad organizacional y un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal de los colaboradores, construyendo así entornos de trabajo más justos y sostenibles.

*Socia de Littler

X: @Littler

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