Una de las preguntas más recurrentes al hablar de las perspectivas económicas para 2026 es ¿cómo se comportará el tipo de cambio?
Durante la administración pasada, el peso mexicano se fortaleció de manera notable gracias a una combinación de factores reales: el flujo histórico de remesas, la recuperación turística pospandemia, el auge exportador —en especial del sector automotriz— y la mayor inversión extranjera directa impulsada por el fenómeno del nearshoring. A ello se sumó una política prudente de endeudamiento, con menor dependencia del financiamiento externo y mayor preferencia por deuda interna. Este entorno generó abundancia de dólares y una menor demanda local de divisas, fortaleciendo estructuralmente al peso.
No obstante, la tendencia de apreciación concluyó tras los procesos electorales en México y Estados Unidos. Aunque el peso logró resistir durante 2025, su fortaleza respondió más a factores exógenos —la debilidad del dólar— que a un crecimiento robusto de la economía mexicana. La incertidumbre política que rodea a Donald Trump, su política fiscal expansiva, el déficit público y la erosión de la confianza institucional en EU han provocado una depreciación global del dólar.
De cara a 2026, un elemento nuevo se asoma: la inminente revisión o renegociación del T-MEC. Este factor podría redefinir la dinámica del tipo de cambio.
Las exportaciones mexicanas fueron el salvavidas del crecimiento durante 2025, impulsadas por el adelantamiento de compras de empresas estadounidenses ante el anuncio de nuevos aranceles. México se benefició de su estatus preferencial dentro del T-MEC, lo que atrajo inversión y empleo en sectores como el automotriz, agroalimentario y manufacturero.
Sin embargo, el reciente anuncio del secretario de Comercio de EU, Howard Lutnick, de que el T-MEC será “definitivamente renegociado” en 2026 y no sólo revisado, introduce un nuevo foco de incertidumbre. Aunque el hecho de posponer la revisión envía una señal de no urgencia, la expectativa de un cambio sustantivo genera cautela.
Estados Unidos ha logrado reducir su dependencia de China en su cadena de suministro gracias al tratado. En 2023, Canadá y México desplazaron a China como principales socios comerciales de EU, con un comercio trilateral superior a 1.8 billones de dólares. Pero Washington buscará blindar esa ventaja, evitando que China acceda a su mercado a través de México.
México ya ha comenzado a imponer aranceles a productos chinos y a promover cadenas de proveeduría locales o norteamericanas. No obstante, podría enfrentarse a presiones adicionales si Trump decide dividir el T-MEC en dos acuerdos bilaterales, replicando su estrategia de negociación agresiva.
En este contexto, la estabilidad cambiaria dependerá de tres factores:
1. La claridad en las negociaciones comerciales.
2. La política monetaria de la Reserva Federal y de Banxico.
3. La capacidad de México para preservar la confianza de los inversionistas.
El llamado “súper peso” es un arma de doble filo: abarata importaciones, pero resta competitividad a las exportaciones, en especial hacia EU, destino de casi 80% de las ventas externas mexicanas.
En 2026, más que nunca, México deberá evitar sembrar aranceles que cosechen volatilidad.
Director de estrategia bursátil y productos derivados en Masari Casa de Bolsa
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