La 4T es todo menos que normal. Los paralelismos del caso venezolano con el 88 mexicano y con la versión lopezobradorista del 2006 (no con la realidad de esa elección) son tan flagrantes que no debiera caber la menor vacilación sobre qué hacer.

Más allá de si sus integrantes reflejan criterios de un tipo o de otro de parte de quien los nombró, puede resultar interesante determinar qué tanta continuidad hay, y qué tanto cambio, en relación al sexenio que concluye.

En ocasiones las cosas se enredan: no es fácil subrayar el talento y la honestidad de los miembros del nuevo gabinete, para distinguirlos de la ineptidud y la corrupción del anterior.