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A partir del 23 de enero, Venezuela cuenta con dos presidentes. Adentro y afuera están divididos. Los que apoyan a Nicolás Maduro y los que apoyan a Juan Guaidó, líder de la opositora Asamblea Nacional (AN), proclamado presidente encargado de la República.
Maduro llega al poder en 2103 como el sucesor de Chávez y gana la elección con 50.6% de los votos. Su victoria fue muy estrecha y es cuestionada.
En las elecciones parlamentarias de 2015, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la oposición organizada, logra mayoría en la Asamblea y a partir de ese momento la lucha política interna toma otro cariz.
Maduro desconoce a la Asamblea Nacional y con sus partidarios forma una Asamblea Constituyente. Declara ilegal a la oposición, cuyos líderes van a dar a la cárcel, al exilio y no pocos al cementerio. En mayo 2018, en unas elecciones con la mayoría de los órganos del Estado alineados al gobierno —excepto la AN— gana la elección presidencial. El pasado 10 de enero toma posesión para el periodo 2019-2025 . El 15 de enero la Asamblea Nacional lo declara usurpador.
El presidente de la AN, Juan Guaidó, convoca a manifestaciones multitudinarias. El 23 de enero frente a la multitud se declara presidente encargado, y comienza la votación externa. En el hemisferio la mayor parte de los gobiernos reconocen a Guaidó. Cuba, Bolivia, Nicaragua y México se mantienen con Maduro.
Maduro ha llevado a Venezuela a su peor crisis política, económica y social de las últimas cinco décadas. Nunca antes la situación interna había provocado la salida de casi 3 millones de venezolanos en busca de la sobrevivencia. La economía está hecha trizas. La otrora envidiada calidad de vida de los venezolanos ahora provoca pena y tristeza.
Al verse desconocido por Estado Unidos, Maduro se rasga las vestiduras y rompe relaciones, como si fuera la declaración de independencia. De su ineptitud y espíritu antidemocrático culpa a los fantasmas. Ahistórico y anticlimático. Qué lo sostiene en el poder? ¿La manipulación de las instituciones democráticas, aprendida de su antecesor? Ésta llegó a su límite. El audaz golpe del joven parlamentario puso a fin a la larga historia de intentos de llegar al poder por las vías institucionales.
¿Los recursos económicos? De pródigo benefactor del círculo bolivariano —Cuba, Bolivia y Nicaragua— ahora sus deudas no tienen límite, sus arcas están vacías. ¿Acudirán China y Rusia en su ayuda? De dudarse. El tema ya se puso muy caliente. Mejor mantenerse a distancia.
¿Sus seguidores? Existirán mientras se encuentre en el poder. Sin poder y sin recursos no hay seguidores.
¿Los militares? Su principal soporte, la pieza clave del cambio. En sus manos está que la transición sin Maduro sea pacífica o que comience el conteo de muertos.
Algo inédito ha sucedido en Venezuela. Como en el palenque, sólo había un pinto y ahora salió el colorado. Y las apuestas corren de Caracas a Washington, Bruselas y las principales capitales del mundo. Todo indica que el ocaso sin retorno ha iniciado.
Consultor en temas de seguridad
y política exterior