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Venecia.— El actor y director estadounidense Mel Gibson dividió a la crítica ayer en el Festival de Venecia con Hacksaw Ridge, un sangriento drama bélico sobre el caso de un hombre que fue a la Segunda Guerra Mundial pero que por razones religiosas se negó a empuñar un arma.
“Es un hombre corriente haciendo cosas extraordinarias en circunstancias extremadamente difíciles”, explicó Gibson sobre el caso de Desmond Doss, que consiguió salvar numerosas vidas en el frente.
“Va a esa lucha armado con fe y convicción y eso me inspiró”, explicó el director en rueda de prensa, adonde acudió con una camiseta que dejaba ver sus trabajados bíceps y una barba bien tupida de canas.
Andrew Garfield encarna a ese soldado que se alistó como voluntario y acudió al frente pero como personal médico.
“Lo hermoso de este persona es que era una persona sencilla, pero tenía un principio simple, no quitar la vida a nadie. Y en tiempos convulsos como los de ahora Desmond Doss es un símbolo maravilloso que representa el vive y dejar vivir sin importar cuál es tu ideología y tu sistema de valores. Todos podemos aprender de Desmond”.
El actor, que ha interpretado a héroes del cómic como Spider-Man, aseguró que encarnar a un héroe de carne y hueso es mucho más inspirador. Y contó que para este personaje pensó en su hermano, un médico que trabaja para el servicio de salud británico que no pretende ser ningún héroe, que se dedica a salvar vidas pero no se lleva aplausos por su trabajo. “Esos son para mí los verdaderos héroes”, señaló.
A Garfield le acompañan en la pantalla Teresa Palmer, Vince Vaughn, Hugo Weawing y Luke Bracey, que también acudieron a Venecia.
En Hacksaw Ridge, Gibson compone un alegato que en el planteamiento parece antibelicista, pero en su desarrollo no deja de ser reaccionario y ese punto ha sido uno de las más cuestionados por la crítica.
“Odio las guerras, pero tienes que amar a los guerreros (las personas que van al frente). Hay que darles apoyo y honrarlos. Espero que esta película honre a las personas que han ido a los conflictos y se han sacrificado tanto”.
Desde el punto de vista artístico, Hacksaw Ridge, que toma el nombre de un peñón donde se libró una batalla, a muchos les recordará a Salvando al soldado Ryan, por los más de 20 minutos de batalla bélica con explosiones, bombas, fuego cruzado y todo un despliegue de cuerpos mutilados, vísceras desparramadas y extremidades amputadas que transmite el infierno que se vive en el frente.
En las escenas de batallas, en las que él ya se lució en su exitosa Braveheart, lo importante es ser claro, dijo el realizador estadounidense.
Hay que “dar la impresión de caos y confusión, pero dejar claro lo que es. Tienes que enfrentarlo casi como si de un evento deportivo se tratara”, señaló Gibson, que lleva años marginado en la meca del cine debido, entre otros, a reprobables afirmaciones y a su lucha con sus adicciones.
Apenas se coloca delante de la cámara y ayer señalaba que casi le gusta más dirigir que actuar.
Hacksaw Ridge, que se estrena en noviembre, convenientemente para entrar en la carrera del Oscar podría ser su redención, a pesar de que en su relación con Hollywood Gibson hay declarado que se limita a “sobrevivir”.
Los que sí aplaudieron. Los aplausos de la jornada del festival, en cambio, fueron para El ciudadano ilustre, la película hispano argentina de Mariano Cohn y Gastón Duprat, que entró a competencia, protagonizada por Oscar Martínez, que en piel del escritor (ficticio) Daniel Mantovani acude a Suecia a recoger su premio Nobel de Literatura y sorprende a todos con un sombrío discurso sobre la creación artística y autocrítico con el premio.
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