Los homicidios siguen en aumento. Y todos hemos pasado de la severa preocupación a la alarma. Si un homicidio ya es mucho, este año seguramente lo terminaremos con más de 33 mil. Esto representará terminar el año 19 de este siglo, con una tasa de 26.6 homicidios dolosos por cada cien mil habitantes. Una tasa muy similar a la registrada en 1962 (con 25.5). Es decir, que en este problema hemos retrocedido 56 años. Tal y como lo lee. Más de medio siglo. A mi saber, no existe un problema nacional en el que hayamos retrocedido medio siglo.
Sé que es difícil de creer, pero le comento que sigue sin existir en este país una política de prevención del homicidio. No obstante lo anterior, no tenemos porqué quedarnos de manos cruzadas para conocer quiénes, a grandes rasgos, cometen estos delitos. En este sentido, un acercamiento a la solución de este problema está en la delimitación del perfil del homicida. Así que esta nota la voy a dedicar a describir, dentro del espacio disponible, el perfil del homicida mexicano. Bueno, al menos de los que tenemos encarcelados. Y para no aportar a la creación de más mitos y leyendas, voy a fundamentar esta descripción en la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad 2016 y en la Encuesta Intercensal 2015, ambas de INEGI, y empezaré eliminando dos similitudes que comparten con la población general del país, para pasar luego a exponer unas pocas características particulares importantes.
Así que aquí empiezo con un falso positivo: la edad no hace al homicida perceptible, al menos a simple vista. Esto sucede porque si bien los homicidas son una población joven (aunque no tan joven), en esto no se distinguen del resto de la población. Sucede que la mitad de los homicidas tenía menos de 29 años cuando fue detenido; ya hacía once años que habían entrado a la mayoría de edad. Pero, la mitad de la población del país tiene menos de 27 años. Así que desde el ángulo de la edad, los homicidas no son perceptibles. Ahora bien, esto sí le llamará la atención: los homicidas más jóvenes los encontrará en las cárceles de Chihuahua y CDMX (medianas de 27 y 27.5 años) y los más viejos en Yucatán (31.5 años), Veracruz y Baja California (31 años). Note que cuatro años de diferencia en este indicador no es poco, además de que ya estamos hablando de grupos quinquenales diferentes.
El segundo falso positivo: la ocupación no hace al homicida perceptible, al menos a simple vista. Éstas son las ocupaciones que tenían una semana antes de ser detenido: el 73% de los reporta haber trabajado como jornalero, peón, empleado u obrero, el 23% dice que se ocupó como trabajador por cuenta propia, como empleadores casi el 4%, y menos del 1% fueron trabajadores sin pago. Pues aquí sucede que esta distribución de ocupaciones es casi idéntica a la del resto de la población. Y a esto se le debe agregar que no se puede decir que los homicidas sean exactamente flojos: el 86% trabajó la semana previa a su detención. Y entre los que no trabajaban, al menos se les agradece su sinceridad: el 20% de éstos nos dice que su principal fuente de ingresos era el dinero que le daba algún familiar, y un 14% nos dice que tenía ingresos a través de “negocios chuecos, el bisne, la tranza, etcétera…” Lo positivo de todo esto es que estas actividades no las perciben ellos como tener un trabajo.
Ahora algunos elementos de perfil que son importantes para una política de prevención social en general y de reinserción social en lo particular. Primero, que 62% de estos homicidas se criaron en un hogar en donde algún familiar o adulto había estado en la cárcel. Segundo, que 50% de estos homicidas fue acusado de haber realizado alguna actividad castigada por las autoridades antes de cumplir 15 años. Tercero, que eventualmente 5% estuvo recluido en un centro de internamiento para adolescentes. Cuarto, que sólo 18% de los homicidas tenía la secundaria terminada al momento de su detención, aunque cabe mencionar que otro 18% la terminó durante su encarcelamiento, lo que nos sugiere algún interés por su parte en proseguir con sus estudios. Quinto, y es aquí donde empiezan las alarmas institucionales a sonar: que el 6% de los homicidas encarcelados había prestado alguna ver servicio en la policía, y el 5% en las fuerzas armadas (principalmente en el Ejército). Sexto, que el 18% ya había estado en la cárcel anteriormente, y lo más lastimoso es que 13% de éstos había sido sentenciado anteriormente por un... adivine usted... sí, así es, un homicidio. Y para cerrar el círculo, aquí otros delitos por los que estos homicidas reincidentes ya habían sido encarcelados: 14% por el delito de lesiones y 13% por un robo de vehículo o un robo a casa habitación. Si esto no es suficiente evidencia para implementar una política “real” de reinserción social, pues no sé qué pueda serlo.
Podría agregar otros elementos sobre el perfil de los homicidas pero se me acaba el espacio. En todo caso las dos preguntas conclusivas se sostienen con lo ya presentado: ¿cuántos homicidios se podían haber evitado de haber existido una política de reinserción social? Y ¿cuántos homicidios más tendremos que sumar para que se ponga en marcha una política de prevención del homicidio? Ojalá consideren los sabios del Sanedrín, que por cierto son bien pocos, que la inversión que se tiene que hacer para prevenir y combatir el homicidio es alta. Pero el costo de no hacerla es mucho mayor. Y si no me creen, que les pregunten a los familiares víctimas de homicidio. Dudo que se atrevan.
Por el momento, ya dije que en materia de seguridad pública todo pinta a ser muy imaginativo, por no decir imaginario. Ojalá me equivoque. Tal vez sí venga una política real implementada por gente pensante. Porque gente pensante en el equipo de transición la hay. Tres al menos. Pero mientras no nos den señas de dejar atrás las ocurrencias que les imponen desde arriba, y mientras no nos expliquen qué van a hacer (porque quiero pensar que ya saben lo que van a hacer) con el problema del homicidio, pues aquí seguiremos todos repartiendo el pan muy democráticamente mientras escuchamos la política del sermón del monte. Eso sí, hasta que lleguen las elecciones del 2021, en donde todo serán resultados, como siempre. No falla.
Investigador y Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-3). Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo). Twitter: @cjvilalta