El pueblo no puede ser obligado a vestirse de guinda. No puede pertenecer a un solo partido. Un pueblo posee visiones distintas. Disiente y difiere. Quienes marcharon y se manifestaron el pasado sábado 15 de noviembre, guste o no, también son parte del pueblo. Por eso, asegurar que gobierno y pueblo son invencibles y que no existe divorcio, habla de la soberbia que hay en Palacio Nacional.
Porque, pueblo no es solo quienes aplauden los anuncios gubernamentales y propagan la narrativa presidencial. Pueblo es también quienes piensan diferente y levantan la voz contra la inseguridad que se vive en el país y a favor de la justicia. El partido oficialista no puede apropiarse de la palabra pueblo porque pueblo somos todos.
Las movilizaciones no son exclusivas de nuestro país. En los últimos meses, varias naciones han experimentado manifestaciones de hombres y mujeres, muchos de ellos jóvenes, que han tomado las calles para expresarse, y hacen uso de las redes sociales y nuevas tecnologías para concentrarse.
Desde antes de que se realizara la marcha del pasado sábado, fue descalificada y menospreciada por la presidenta Claudia Sheinbaum desde la más alta tribuna. Exhibió a influencers y usuarios de redes sociales que habían apoyado la movilización y aseguró que el movimiento carecía de raíces genuinas de las preocupaciones de la juventud mexicana y que respondía a intereses de grupos opositores.
No se puede descalificar solo por pensar diferente. Pensar distinto no nos hace enemigos del Estado. No debemos permitir que nos conviertan en un régimen con menos libertades ni menos espacios democráticos, porque eso nos acerca cada vez más a un régimen autoritario.
Debemos levantar la voz cuando policías del cuerpo granadero, que supuestamente desapareció hace años, hacen uso excesivo de su fuerza. Lanzan gases lacrimógenos, y con escudo y tolete en mano se abalanzan contra los manifestantes. No apagarán nuestra voz.
En contraste, hubo quienes se expresaron de la peor manera con pintas antisemitas. En una de las puertas de la Suprema Corte, a unos metros de Palacio Nacional, unas personas pintaron la frase “puta judía”, tratando de descalificar así a la Presidenta de la República.
No se trata de responder las ofensas que hace la Presidenta con otras agresiones discriminatorias. Hay tantas cosas por las cuales cuestionar a este gobierno que no se debe caer en el antisemitismo y el insulto.
Bien dice Adina Chelminsky, cuando hace una publicación en redes y alebresta a los trolls o bots: “A veces de los pro-AMLO, a veces de los anti-AMLO, a veces de todos al mismo tiempo, por varios días me llueven agresiones en las que, irónicamente, ambos lados de la bancada utilizan los mismos insultos: judía”.
Sin caer en bajezas, existen muchos motivos para criticar a la presidenta Sheinbaum y su gobierno: la corrupción, la impunidad, la violencia y sus inclinaciones autoritarias.
Debemos levantar la voz, pero no a través de la agresión. Mientras, la Presidenta debe entender que las expresiones del pasado sábado fueron de enojo y frustración en contra de su gobierno, las cuales no se detendrán con medidas autoritarias como la represión.
Comentario final
Semana siete: ¿Cuándo terminará la impunidad de Adán Augusto López?
Ciudadana

