Analizar lo que una persona comunica implica interpretar sus palabras, mientras que examinar sus acciones nos proporciona pistas sobre sus intenciones.
Dar el informe en el zócalo obliga a enseñar músculo. Abarrotar la enorme plancha central de la capital, la segunda del mundo después de Tiananmen, a tal grado que no quede espacio alguno, es señal de poder hegemónico. Aproximadamente medio millón de almas bajo un estricto esquema de movilización, atestiguaron su discurso. No se niega, es su plaza, como partido, nadie más la llena, la izquierda se la apropió, tienen a las masas, es su gigantesca base electoral.
La jornada sirvió para relucir la estructura. Miles provenientes de la CROC, el SNTE, la FSTSE y el STFRM que, no olvidemos, fueron históricamente pilares del priismo, íntimamente vinculados durante décadas al control corporativo posrevolucionario, hoy forman parte del oficialismo, claro, sin faltar la joya de la corona, la CATEM (Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México) organización emergente en el morenismo, adaptada al nuevo ciclo político, todas sin excepción, abrazaron a la mandataria. Ni como discutirles, ejercen el dominio gremial, el que responde, el duro, como decía Rodríguez Alcaine: ‘No les damos línea, les ordenamos que vayan a votar’.
Interesante fue el acomodo del gabinete con el titular de la Defensa y el de la vapuleada Marina Armada flanqueando a la Presidenta, es un recado de dos vías: de lealtad, unidad y subordinación a su Comandanta, que no haya duda y, el otro, de ella para ellos, el cobijo a las fuerzas que combaten en una sangrienta guerra que ha llevado a muchos a cuestionar el sentido mismo de hundir al pueblo en permanente violencia y exponer a la tentación a los guardianes de la soberanía, en batallas sin trinchera frente a los cañonazos de la corrupción. No se puede tapar el sol con un dedo, son dupla esencial del actuar del régimen, tan es así que construyen, administran, pero desgraciadamente, también sucumben y trafican. Es el precio de haberlos sacado de sus cuarteles.
El sello fue el ‘corralito’, en el que ‘encerró’ a quienes, en marzo, le dieron la espalda cuando caminaba rumbo al templete, Adán Augusto, Ricardo Monreal, Andy y Luisa María Alcalde, perfiles de López Obrador, parecía un buen revés, no obstante, la discrepancia la dio con su proclama al tabasqueño, sin necesidad, sabemos que se la debe. Curioso, confina a sus cuadros, pero a él lo adula: ‘es y será siempre un ejemplo de honradez, de austeridad y de profundo amor al pueblo de México’. Jugó en su contra, lejos de plantar un hasta aquí, sigue a la sombra de AMLO, la que está putrefacta, salpicada por la tesis ‘Calderón’, por cierto, de su autoría: ‘si los de abajo hacían, el jefe estaba enterado’.
El fin de semana revivimos al viejo tricolor o quizá la inmutable manera de hacer las cosas en un país incapaz de superar su pasado, condenado a vivir del mesianismo, ahora en la figura del que prometió acabar con la perversión del soborno, pero que en la práctica lo toleró y de paso arruinó los fundamentos de nuestra incipiente democracia, la que pudiera estar en condición de muerte con la pretendida castración a la ley de amparo.
Abogado