Se presumían indestructibles e intocables, con el absoluto apoyo popular, se asumieron como el nuevo periodo histórico que gobernaría por décadas, emulando al priismo, pero la vanidad y la soberbia los desvió, beber las mieles del poder los hechizó y se perdieron. La tentación ganó y, efectivamente, no son estadistas, son un puñado de enseñoreados que pelean por lo suyo, sí, la debacle vino de dentro, idéntico que el Titán, implosionaron y se están yendo a pique.
Son demasiados escándalos: corrupción desbordada, pero además a gran escala, no se van por las ramas. La reprobable conducta de los del pasado de pedir el ‘diezmo’ es ridícula frente a las multimillonarias fechorías de los actuales, son brutales, lo peor, sin consecuencias, encarcelan a los de abajo, jamás a los de arriba. Sumado a la obscena putrefacción, está la violencia sin control, todos la sufrimos, igual matan al encumbrado que al que nada tiene, son los privilegiados quienes viven en un halo de seguridad, muchas veces fruto de sus acuerdos con los malos o de su cercanía con los que deciden, pero la inmensa mayoría se la juega cada día. Desapariciones, ejecuciones, extorsión y cobro de piso forman parte de nuestra cotidianeidad, y cuando somos atacados se nos culpa y luego el olvido. El Fiscal, gran experto en resolver sus negocios, no en asestar golpes al crimen. En el caso de Alejandra Cuevas, más de un año tras las rejas por un delito que no existía; de los Jenkins por defender lo propio, lo que les pertenece, incluso ante la filtración de llamadas no hubo castigo, por fin se marchó.
Al desastre se agrega el peligroso debilitamiento de la estructura republicana, solo la necedad impide percatarse del allanamiento del legislativo y judicial. Las Cámaras son meras ventanillas de trámite, se llegó al insulto de que las iniciativas que plantea la presidencia ni siquiera se les cambie una coma, mientras que la Corte dejó de ser guardiana de la Constitución, con simpleza avala lo que le dictan desde Palacio y, de súbito, viene la ocurrencia de Sheinbaum de estar en la boleta en el 27, maquinando fortalecer a sus candidatos, sin darse cuenta de que pudiera ser un lastre para ellos.
La cereza del pastel, el alejamiento con la realidad, ese síndrome que suele adueñarse de la visión de los gobernantes, la generalidad lo padece. Hablan de un país que nos es ajeno, sí, ‘vamos requetebien’, como si el fracaso no existiera.
En medio de la tragedia, rompiendo la ancestral tradición de la prudencia, reaparece el ‘mesías’, con un mensaje de advertencia: Sin pegarle a la Presidenta, porque de hacerlo tomará la calle. Vaya amenaza. Ante la desamparada Sheinbaum, él fija el volumen de la crítica, estamos en sus manos y ella sometida a su voluntad. Su puesta en escena es un desesperado distractor para ocultar el naufragio del proyecto de su izquierda fragmentada, llena de grupúsculos que se canibalizan, y confirma lo que se sospechaba: es él quien manda y gobierna y no permitirá la aniquilación de su plan transexenal.
La nación se les deshace, es cierto: no hay paz, hay desolación, no hay justicia, sí desprecio, no hay bienestar, hay población al garete y López Obrador que se asoma.
Abogado. @VRinconSalas

