Durante siglos, la menstruación ha sido vista como símbolo de fertilidad y renovación en muchas culturas. Sin embargo, hoy en día sigue estando rodeada de estigmas, silencios y prejuicios que limitan los derechos de millones de niñas, adolescentes y mujeres en México y en el mundo. A pesar de ser un proceso natural y cotidiano, sigue siendo tratado como un tema vergonzoso, privado o incluso sucio. Y lo más preocupante es que ese silencio tiene consecuencias graves: afecta la salud, la educación, el bienestar emocional y las oportunidades de vida de las personas menstruantes.

Hablar de menstruación digna es hablar de justicia social, de salud pública y de derechos humanos. Significa reconocer que muchas niñas y jóvenes dejan de ir a la escuela porque no tienen con qué gestionar su periodo. Que miles de mujeres en situación de pobreza no pueden acceder a productos menstruales básicos, y que la falta de información perpetúa mitos y discriminación.

En nuestro país, la pobreza menstrual es una realidad que se vive todos los días. Según la Primera Encuesta Nacional de Gestión Menstrual, siete de cada diez personas menstruantes en México no sabían casi nada cuando tuvieron su primer periodo. Y más de la mitad afirma que en su escuela o trabajo no hay productos menstruales disponibles de forma gratuita. Esto no solo vulnera su derecho a la salud y a la educación, también les envía un mensaje de que lo que les pasa es incómodo, sucio, y que es mejor callarlo.

El desconocimiento y la vergüenza van de la mano. Muchas adolescentes sienten miedo, culpa o rechazo cuando menstrúan, y no encuentran espacios seguros para hablar del tema. Por eso es urgente que la educación menstrual esté presente en las escuelas, sin prejuicios ni estereotipos, y que forme parte de una formación integral sobre el cuerpo, la salud y los derechos.

Afortunadamente, hay avances importantes. La eliminación del IVA a los productos menstruales fue un paso histórico. También lo son las iniciativas como el foro “Menstruar en la Escuela” o la creación de manuales para docentes que les ayuden a hablar del tema con respeto, empatía y claridad. Pero aún falta mucho. Porque una menstruación digna no se logra solo bajando impuestos: se logra garantizando acceso, información, espacios adecuados y atención médica especializada para todas, sin importar su condición económica o su lugar de origen.

Menstruar no debería ser motivo de vergüenza ni de exclusión. No debería interrumpir los estudios, el trabajo, ni poner en riesgo la salud de nadie. Reconocer la menstruación como un derecho humano implica que el estado asuma su responsabilidad de garantizarlo, con políticas públicas, presupuesto y compromiso real.

La menstruación digna no puede seguir siendo un tema tabú. No puede seguir relegada a la esfera privada como si no fuera un asunto que afecta la vida de la mitad de la población. Hablar de ella con libertad, respeto y sin prejuicios es el primer paso para construir una sociedad más justa, más sana y más igualitaria. Porque cuando una niña puede ir a la escuela sin miedo, cuando una mujer puede trabajar sin esconder su dolor, y cuando todas pueden menstruar sin vergüenza, avanzamos en dignidad para todas y todos.

Directora de Equidad de Género e Igualdad Sustantiva de la Alcaldía Cuauhtémoc

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