Esta semana se cumplen los 90 días que el presidente de Estados Unidos estableció como plazo para lograr acuerdos con prácticamente todos los países con los que mantiene un déficit comercial si estos quieren estar exentos de los llamados aranceles recíprocos. La retórica arancelaria no es nueva en su administración, y aunque el tono subió, las tasas con las que amenaza son prácticamente iguales a las anunciadas el 2 de abril.
Los aranceles siguen siendo hasta el momento una amenaza. Los usa para presionar a cuanta economía pueda de acelerar las conversaciones y en el río revuelto que ocasionan las prisas lograr concesiones.
A Japón y Corea del Sur los amenazó ayer con imponer aranceles de 25% a todo producto que ingrese a Estados Unidos a partir del 1 de agosto. Los aranceles anunciados en abril habían sido de 24% y 25%, respectivamente. Estados Unidos importa de Japón principalmente vehículos, maquinaria y electrónicos y es el cuarto proveedor de bienes importados después de China, México y Canadá. Corea del Sur le vende maquinaria y partes mecánicas, seguido de equipo de transporte y material químico. El arancel, de acuerdo con la lógica del presidente de Estados Unidos, servirá para que estos países aceleren la búsqueda de un acuerdo que los libre del impuesto.
Bajo la misma lógica se anunciaron aranceles para Myanmar y Laos de 40%. Estados Unidos le exporta bienes a Myanmar por 77 millones de dólares, mientras que importa de ese país 734 millones. Claro, deficitario a todas luces, pero en montos pequeñísimos en el contexto global. Con Laos la situación es similar. Estados Unidos importa de Laos 803 millones de dólares y le exporta 40 millones. Deficitario también, en una escala muy pequeña. Hay también amenaza de arancel para Sudáfrica, Kazajistán, Indonesia, Tailandia, Serbia, Camboya, Bosnia y Herzegovina y Bangladesh.
No está claro que Estados Unidos llegue a los 90 acuerdos en 90 días que había anunciado en abril. Alcanzar acuerdos comerciales no es trivial. No será ninguna sorpresa que los acuerdos no se concreten.
Además de las amenazas relacionadas con lo que Trump considera aranceles recíprocos, el presidente anunció la imposición de un impuesto adicional de 10% a todos los países que se alineen con las políticas antiestadounidenses de los BRICs.
México no ha sido mencionado aún en esta ráfaga comercial. Sin embargo, si la ventaja comparativa se estuviera materializando veríamos cifras distintas de inversión y de empleo.
La semana pasada se publicó que la inversión fija bruta cayó en abril 1.7% respecto a marzo, caída que se suma a la observada en el primer trimestre. El empleo formal, por su parte, tuvo una contracción importante en junio al perderse 46,378 puestos de empleo. Son tres meses consecutivos con pérdidas mayores a los 45 mil puestos. En lo que va de la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum se han perdido más de 155 mil empleos formales.
México tiene —al menos por ahora— un tratado comercial vigente, acceso preferencial al mayor mercado del mundo y una posición geográfica privilegiada. En una semana de aranceles, entre amenazas, presiones y declaraciones, lo que está en juego es mucho más que impuestos a la importación: está en juego la credibilidad de las reglas, la confianza de los inversionistas y, en el caso de México, la posibilidad de traducir esta inestabilidad en oportunidades reales de crecimiento.
@ValeriaMoy