La mayor parte de los datos económicos miran hacia atrás. Cuando tenemos información de la producción podemos tener datos con un rezago de al menos un mes. La inflación, por ejemplo, se publica siempre considerando los precios que ya se observaron. Las cifras correspondientes a algunos de los temas más relevantes en materia económica —el consumo y la inversión— se generan con meses de retraso. Algunos datos incluso se publican a más de un año de haberse generado. La información oportuna es la que tiene apenas un par de semanas.
La información del pasado la usamos típicamente para formar las expectativas de lo que viene. Desde luego hay un amplio margen para el error. ¿Cómo saber si el precio del kilo de limón de la semana pasada será el mismo que el del mes que entra? ¿Subirá de precio el aguacate? ¿Los coches? ¿La renta? ¿La inflación pasada determina la futura? Y como en tantas cosas en la vida, la conducta pasada determina —solo en cierta medida— lo que vendrá hacia adelante.
Sin embargo, hay un indicador que a pesar de ser calculado y medido con los datos ya observados habla del futuro. Cuando se decide destinar recursos en búsqueda de un rendimiento futuro se están considerando no solo variables del momento sino expectativas de lo que viene. Cuando un inversionista opta por destinar un peso o millones de dólares a un proyecto productivo es porque espera que esos recursos le brinden un retorno mayor al que podría obtener de haberlos dirigido a un producto bancario. Siempre hay margen de error, pero la inversión –en su forma agregada– habla mejor de las expectativas de crecimiento de un país que prácticamente cualquier otro indicador.
En fechas recientes, se publicó el dato de inversión del primer trimestre de 2025 y los datos distan de ser alentadores. Durante los tres primeros meses del año, la inversión cayó 4% frente al monto registrado en el trimestre previo y 6.8% al compararla con el mismo trimestre del año anterior. El que caiga la inversión habla de una caída en las expectativas de crecimiento económico para el país en el corto, mediano y largo plazo.
La inversión es reflejo en gran medida de las condiciones que guían el crecimiento y el desarrollo de cualquier país. En ocasiones, esa inversión es dirigida por el gobierno -como el modelo seguido en China en los últimos años- pero el caso habitual es que sean los recursos privados los que marquen la pauta. En el caso mexicano, cerca de 90% de la inversión proviene del sector privado y 10% del público. Los porcentajes son similares cuando hablamos de inversión nacional y de inversión extranjera, con la primera representando cerca de 90% y la extranjera el resto.
Más allá de los montos específicos, el que la inversión caiga no es buena noticia; no habla de buenas condiciones para recibirla. ¿Depende de Trump o depende de factores bajo nuestro control? Probablemente un poco de ambos. La incertidumbre que Trump ha introducido en las reglas comerciales globales frena el flujo de recursos productivos, pero las condiciones del “nuevo” poder judicial --de manufactura nacional-- aportan otro nivel de riesgo.
¿Puede México crecer sin inversión? En el corto plazo, sí. Ya lo hemos visto. En el mediano, no. También de ello hemos sido testigos.
Mientras sigamos enfocándonos en las variables que están fuera de nuestro control y no en las que verdaderamente el país podría mejorar, la inversión seguirá en caída libre.
@ValeriaMoy
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