Por décadas (muchas décadas, sino es que casi todas las del siglo pasado), fuimos un país que parecía y era entendido como un México partido por la mitad, con un norte industrializado e infraestructura suficiente para competir globalmente, y un sur olvidado, sin interés de inversiones, sin conectividad y sin oportunidades para retener a su propia población, sobre todo a los más jóvenes.
Esa división marcó a generaciones completas y alimentó una creencia que se volvió casi cultural: el desarrollo es al norte, las desigualdades al sur. Sin embargo, hoy Oaxaca vive una transformación, porque representa la punta de lanza para un presente que está llegando a todo el sur del país. Hablamos de dos grandes iniciativas que debemos sumar al encadenamiento de proyectos que comenzaron en 2018 y continúan floreciendo. Nos referimos al Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y a los Polos de Desarrollo del Bienestar o Podebis.
Con relación al Corredor Interoceánico, hay que clarificar que no se trata sólo de un tren que conecta al Golfo con el Pacífico o de una plataforma logística que permite ahorrar quince días de traslado frente a rutas que dependen del Canal de Panamá. Es sobre todo, un proyecto que materializa un modo de política pública que entiende a la infraestructura como un mecanismo para redistribuir la riqueza, generar bienestar social y transformar las vidas de las personas que habitan en estas regiones.
Esto debe ponerse en contexto y contrastarse con los anuncios de despidos masivos en Estados Unidos. Hablamos de alrededor de 153 mil recortes tan solo en octubre de 2025 y casi 1.1 millón de empleos eliminados en lo que va del año. Entonces, mientras en EU grandes corporaciones ajustan plantillas causando una importante disminución en las remesas, México impulsa en el Istmo una estrategia opuesta: inversión pública por más de 120 mil millones de pesos, la construcción y rehabilitación de más de 100 kilómetros de vías férreas y la generación de empleos directos e indirectos que, sólo en la fase reciente de obras ferroviarias y portuarias, superan los 5,600 puestos laborales, dentro de una proyección de más de 100 mil empleos vinculados al proyecto en la región.
Por ello no sorprende que en este año Oaxaca pasó a ser la segunda entidad con el mayor salto en actividad económica del país (con incrementos de 6.7% a 11.6% en su actividad manufacturera), logro que no ocurrió por la llegada de capital desde el extranjero para explotar nuestras regiones a cambio de mano de obra de bajo costo; no, este salto responde a la capacidad de utilizar los recursos estratégicamente para colocar a Oaxaca en una nueva posición dentro de la economía nacional, gracias a la conectividad que ofrece el tren interoceánico, junto con la política de Municipios Promotores de la Inversión, que articula a 570 gobiernos locales para traducir vocaciones productivas en oportunidades de desarrollo local y regional.
Los llamados Polos de Desarrollo para el Bienestar, o Podebis, son parte estratégica del corredor interoceánico que lo complementan, pero no sólo como parques industriales, sino como espacios en los que se instalan proyectos tan diversos como hidrógeno verde, manufactura, Pymes y nuevas cadenas de proveeduría que ya generan empleo local, a cambio de cumplir con condiciones culturales, laborales y sociales muy definidas, en beneficio directo de las comunidades. Propuesta que ha resultado desde el primer momento atractiva para muchos inversionistas, al grado de que al día de hoy todos estos polos ya tienen un consorcio adjudicado y obligado a construir completamente en un periodo máximo de cinco años, para asegurar que, en quince años, este corredor en su conjunto sea capaz de aportar hasta 15% del PIB nacional.
Desde luego, los retos persisten, pues el crecimiento acelerado no eliminará de un día a otro décadas de rezago y pobreza; sin embargo, lo logrado hasta ahora confirma que cuando el Estado se coloca en el territorio, escucha a sus comunidades, combate la desigualdad y construye infraestructura pública, los resultados se sostienen por sí mismos. Por eso el corredor interoceánico y los Podebis no deben interpretarse como una obra técnica de gran envergadura, sino como un proyecto que corrige una deuda histórica con el sur.
En medio del ruido político y mediático que intenta invisibilizar los proyectos estratégicos de este sexenio, conviene recordar que a diferencia de indicadores tradicionales promovidos por la tecnocracia, nuestra transformación se mide por la capacidad del Estado para ofrecer un futuro digno a quienes durante décadas quedaron fuera del desarrollo. Estaremos atentos a estos proyectos que marcarán un antes y un después en la región, que ofrecen oportunidades para las familias de mejores condiciones económicas y sobre todo de cohesión social. Al final del día, éstas son indispensables para la construcción de paz en el país.
Académico y especialista en políticas públicas en materia de administración de justicia y paz

