La izquierda irrumpió electoralmente con Valentín Campa y compitió con Cuauhtémoc Cárdenas. Con Andrés Manuel López Obrador candidato a la Regencia del Distrito Federal las cosas cambiaron. Rosario Robles, jefa de gobierno, impulsó una campaña con una estructura pagada. Se organizó la contienda, pero no funcionó sin la voluntad de la ciudadanía por dejar atrás el pasado priista y abrir el espacio a la izquierda. Ese tipo de estructura es un mal para la izquierda hasta la fecha.
Una parte de la militancia se acostumbró al pago por cuidar casillas o promover el voto. Las dirigencias vieron natural manejar candidaturas, recursos humanos y financieros sin tomar en cuenta asamblea, consejo, congreso o bases.
Pequeñas y grandes violaciones del estatuto se toleraron o fue imposible combatir por estar, como ahora, inactivos y cooptados los órganos encargados de vigilar la ética y el respeto al estatuto, primero en el PRD y luego en Morena.
Además de los problemas de esta práctica, al pagar el apoyo para acudir a cuidar la casilla, presupuestado por el partido o el órgano que organizaba las elecciones, algunos dirigentes ordeñaban las aportaciones. Comportamiento corruptor entre todos los partidos presente en la izquierda electoral.
Con esa práctica ganaban Los Chuchos, corriente cercana al PRI, y las demás corrientes participaron. La intención por cambiar existía en las bases y la sociedad, pero era gestionada por una burocracia que negociaba para perder y sólo acabó cuando se quedaron con lo único que no podían vender porque nadie lo compraba: ellos y sus grupos.
En 2006 existieron las estructuras pagadas y paralelas, pero la gente alimentó a las que funcionaron y cuando estas cayeron en poder de una corriente perredista fallaron. En 2012 se les entregó a Los Chuchos y no cumplieron. Tampoco estaba en el ánimo de la gente votar por la propuesta de izquierda. En 2018 y 2024 fueron innecesarias, pero se les sobrealimento y terminaron sustituyendo al movimiento y al partido.
Entre 2024 y 2025 el listado nominal permaneció constante. Solo aumentó un 1 por ciento, poco menos de 100 millones de electores. ¿Cuánto aporta la militancia, el voto duro y los ciudadanos convencidos?
Los militantes ( 2023) son un 2.4 por ciento de la lista nominal. El voto duro puede tener dos límites. En una elección que no motivó al electorado, es razonable tomar como límite inferior de la corriente electoral de Morena el 6 por ciento de Hugo Aguilar (que aparecía en todos lo acordeones y no tuvo oposición en contra de militantes y grupos) y, como límite superior, un 13 por ciento, suponiendo que todas las personas que votaron apoyan a Morena (lo cual es falso porque al menos una candidata de oposición sacó más de 800 mil votos). El voto por Morena fue de un 27 por ciento y de Sheinbaum de 36.5 por ciento en 2025.
Ni el voto militante ni el duro son capaces de ganar la elección solos. Deben convencer al electorado.
El partido reprobó la etapa anunciada de 5 millones y el objetivo de 10 millones de afiliados al compararse con el voto duro.
El programa no es que llegue un gobierno de izquierda, ese lo cumplió López Obrador cuando ganó y entregó la presidencia. Las transferencias a jóvenes, infancias y adultos mayores son logros significativos del sexenio que pasó, pero se sostuvo una política conservadora en relación con la deuda, la reforma fiscal y el papel del Estado. La izquierda debe conservar lo bueno y cambiar lo necesario. Morena gobierna y de cómo lo haga la presidenta se mantendrá el movimiento en el gobierno o se perderá.