La capital nacional ha emprendido diversos esfuerzos por ordenar su Centro Histórico, aunque persiste una tensión estructural entre legalidad e informalidad, mezclada con expresiones abiertas de delincuencia y la presencia de nuevas amenazas incluyentes de masivos contingentes con conductas tipificadas provenientes de Asia o de América Latina en los últimos 30 años.
Para lograr el respeto al conjunto de los derechos económicos, humanos y de tránsito desafiados a coexistir en la gigantesca complejidad del centro poblacional fundado hace 700 años, se requiere enorme determinación, concertación política, acuerdos con los impensables y ejercicio de la autoridad policial.
Las capitales históricas de las naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, a la cual pertenece México, carecen de ese problema. En otros países, solamente en ciudades como Lima, Bangkok, Estambul o Dakar existen problemáticas tan masivamente visibles y tan infamemente rechazadas por residentes y visitantes y de todos los diferentes de aquellos a quienes se señala como comerciantes informales.
Por eso es de audaces la decisión inicial de la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, de instruir al secretario de Gobierno, César Cravioto, así como al igualmente puntual e inteligente subsecretario Gobierno, Adolfo Llubere, el nuevo intento de reordenar de acuerdo con la lógica de construcción de un segundo piso de la Cuarta Transformación. ¿Se puede construir un segundo piso donde no hay un primero?
Toda complejidad se enfrenta con prístina sencillez. Respondamos más preguntas: ¿cuántos comerciantes informales deben ser aceptados en el Centro Histórico? ¿Cómo se evitaría el regreso de aquellos que están en el superávit de informalidad en caso de llegar a un acuerdo agregado de todos los liderazgos? ¿Qué se haría con la activa indignación de los expulsados de la marabunta actual? ¿Cuánta autoridad disciplinaria está dispuesto a desplegar uno de los gobiernos más populares de la historia de la ciudad? Para empezar.
La instalación del Consejo Consultivo para el Ordenamiento en la Vía Pública del Centro Histórico, el miércoles pasado, es una oportunidad para aprovechar la mirada territorial y social de Brugada, así como de testar el realismo indispensable en la audacia innovadora de la mandataria.
Reordenamiento no es cruzada contra la informalidad, aunque esta sea una de las principales inquietudes. Es una apuesta por la convivencia de nuestra actual comprensión política con las realidades de la ley, la cultura y el mercado.
Cravioto sugirió no estigmatizar, ordenar y dar alternativas. Las habilidades operativas y estratégicas de Llubere, y de Carlos Cervantes Godoy, Coordinador General de la Autoridad del Centro Histórico, ayudarían a redefinir una nueva frontera de aceptabilidad del desorden.
La magnitud del reto desafía a la propia historia.
@guerrerochipres

