Ana Beatríz Pérez Díaz
En el marco de la Estrategia Nacional para la Educación Superior a lo largo de la vida, el 17 de septiembre pasado la Secretaría de Educación Pública (SEP) instaló la Comisión Nacional de Aprendizaje a lo Largo de la Vida para transformar la Educación Superior. La apuesta es construir una educación abierta y flexible para responder a las necesidades de desarrollo socioeconómico del país. En esta directriz gubernamental, las microcredenciales se plantean como una respuesta a la obsolescencia de los conocimientos y habilidades que se adquieren durante los estudios universitarios, así como una ventana para democratizar el acceso a este nivel educativo.
La iniciativa ha sido aplaudida por las rectoras y rectores de varias instituciones de educación superior en el país y el ánimo, al menos públicamente, es positivo. A nivel internacional las microcredenciales aparecen como una ruta de aprendizaje flexible, accesible y rentable. Si bien no existe consenso en su definición, la UNESCO y la OCDE las conciben como experiencias de aprendizaje breves y focalizadas, centradas en adquirir conocimientos, habilidades y competencias específicas que responden a necesidades concretas del mercado laboral.
Como política educativa y de empleabilidad, las microcredenciales plantean un contexto en el que la educación superior se define a partir de su eficiencia y rentabilidad. En el marco del Plan México y de los Polos de Desarrollo para el Bienestar, pueden distinguirse, a mi juicio, dos narrativas. Por una parte, el secretario de Educación Pública, Mario Delgado, las promueve como una respuesta a los cambios y demandas en el mercado laboral, aunque insiste en que no se trata de una visión neoliberal. Por otra, busca articular este discurso con la construcción de ciudadanía, comunidad y cuidado del medio ambiente. En esta dualidad conviven dos visiones de educación. Una que se orienta a la eficiencia laboral y otra que busca el bien común. Esta doble orientación puede generar tensiones institucionales y pedagógicas que, según el modo en que se asuma por las universidades, redefinirá su papel en el proyecto educativo y de desarrollo del país.
No es la primera vez que el sistema de educación superior se enfrenta a cambios que trastocan prácticas e inercias institucionales. Las políticas modernizadoras basadas en la evaluación al desempeño y su asociación al financiamiento extraordinario evidenciaron que, cuando hay incentivos, las universidades pueden modificar su modo de actuar. También dejó al descubierto que no todas responden con la misma rapidez e intensidad a los propósitos de las políticas y que ignorar su diversidad institucional y sus contextos de operación puede contribuir a la ampliación de brechas y a la reproducción de desigualdades, tanto para las instituciones, como para los actores que las conforman.
El apunte me parece pertinente. La fiebre por las microcredenciales plantea grandes retos y reflexiones. A nivel gubernamental exige compromisos sustanciales con la calidad de la oferta educativa, la infraestructura tecnológica y la reducción de la brecha digital. Las desigualdades en las que opera el sistema universitario mexicano, aún no atendidas, son un riesgo para la segmentación: las personas con más recursos podrían acumular certificaciones valiosas, a diferencia de la población con menos recursos con credenciales mínimas y de baja calidad.
A las instituciones de educación superior nos invita a reflexionar sobre la articulación entre nuestros proyectos universitarios y la propuesta gubernamental. Implica colocar al estudiante en el centro de la intervención, revisar planes y programas de estudio, renovar nuestra práctica docente y fortalecer las estructuras de gobierno y gestión institucional. Esta responsabilidad requiere asumirse con un posicionamiento crítico, sin complacencias y con una profunda reflexión sobre el sentido público y la misión social de la universidad.
El debate no se agota ¿en qué se diferencian las microcredenciales de otros cursos de formación con valor curricular?; ¿hay evidencia de la incidencia de las microcredenciales en la
empleabilidad?; ¿qué ocurrió con las salidas laterales que se buscaron generar con el fortalecimiento del sistema de educación superior tecnológica con formaciones orientadas al sector productivo en zonas marginadasxº?; ¿cuál es ahora el rol que desempeña el Consejo Nacional de Normalización y Certificación de Competencias Laborales?

