The Web as I envisaged it, we have not seen it yet. The future is still so much bigger than the past"


Tim Berners-Lee, creador de la World Wide Web

Hace 15 años, Tech Bit daba sus primeros pasos en las páginas de EL UNIVERSAL, ese diario centenario que ha sido testigo de la evolución de México, desde el caballito de la lotería hasta las apps de entrega a domicilio (y revisar si tu “cachito” ganó en la web).

En aquel entonces, nadie imaginaba que la tecnología no solo nos iba a alcanzar (y vaya que lo hizo), sino que nos iba a transformar de maneras que apenas comenzamos a comprender, ¿o no?

Seamos honestos: el cambio ha sido brutal, pero nos prometieron patinetas que vuelan sin llantas y coches voladores que podrían entrar en un portafolio, y ni siquiera hemos podido pasar a una red eléctrica de carbono neutro y autosostenible. La verdad es que el futuro que nos vendieron era más de ciencia ficción, aunque lo que realmente hemos construido también se acerca.

Y aquí estamos, 15 años después, con el café humeante y la mirada un poco más sabia, preguntándonos si esta Internet que hoy tenemos es la que merecemos o, en un giro del destino , simplemente la que nos tocó.

Estos años han sido un tren bala de bits y gigas, una transformación acelerada donde cada avance tecnológico parecía abrir nuevas autopistas mientras, a veces, cerraba otras puertas que creíamos importantes.

La revolución que sí vimos (y la que no)

La democratización de los medios ha sido quizás el cambio más visible, una auténtica revolución silenciosa. De repente, cualquier persona con conexión a internet podía tener más alcance que los medios tradicionales, ¿quién lo iba a decir?

Las plataformas digitales, cuales plazas públicas virtuales, dieron voz a multitudes, permitiendo que perspectivas diversas irrumpieran en el diálogo global. Pasamos de ser consumidores pasivos a creadores activos, aunque no todos supimos qué hacer con ese poder, otros lo popularizaron, perdón, capitalizaron.

La facilidad para procesar textos y la promesa de una traducción casi automática (aunque a veces nos den unas joyitas de traducción, seamos honestos) comenzaron a unir sociedades, construyendo puentes de entendimiento más allá de las fronteras lingüísticas. Un "superpoder" que ha sostenido economías (y vaya crecimientos) y mentes, especialmente en esos tiempos de adversidad donde nos salvó la vida digitalmente, ¿o acaso no fue así?

El #ruidoblanco de nuestras contradicciones digitales

Sin embargo, en este vertiginoso camino que a veces nos marea más que la fila del super, la pregunta fundamental persiste, resonando en este #ruidoblanco que nos rodea: ¿realmente construimos la Internet que necesitábamos?

La verdad es que hemos caído en la trampa de confundir progreso tecnológico con progreso humano. Tenemos herramientas increíbles, procesadores de textos que parecen leer la mente y algoritmos de traducción que nos hacen sentir políglotas, pero afrontamos más problemas de desconfianza y varios factores de desigualdad. Aquí mi radar de obviedades disfrazadas de genialidad empieza a parpadear.

El procesamiento de textos, la traducción automática, esa inteligencia artificial que ahora forma parte de nuestro día a día, como el chile en la comida mexicana... todo esto debería ser la base de un nuevo contrato social.

Pero, ahí está el problema, nos hemos quedado construyendo soluciones técnicas, levantando castillos de naipes digitales, mientras la desconfianza sistémica carcome los cimientos de nuestras sociedades.

La métrica equivocada

El problema no es la tecnología en sí. El problema es que seguimos midiendo el éxito con métricas del pasado, evaluando innovaciones del siglo XXI con parámetros del siglo XX. Como dijo Berners-Lee: necesitamos una web que conecte personas, no solo máquinas.

La inteligencia artificial no debería ser una entidad que simplemente optimiza números, como un contador obsesionado por el cariño de los analistas de Wall Street, sino una herramienta que, integrada con valores humanos (esos que a veces olvidamos en la prisa), mejore genuinamente nuestra calidad de vida. No se trata de perseguir la sombra en lugar de la sustancia.

El futuro que sí podemos construir

Los próximos 15 años se presentan llenos de posibilidades. Nuevas formas de energía que huelen a futuro, una capacidad de cómputo exponencialmente mayor (por no decir cuántico) que nos volaría la cabeza, y una conectividad que promete llegar a todos los rincones del país.

Pero la pregunta fundamental persiste: ¿construiremos la Internet que merecemos o seguiremos navegando en la que nos tocó, viendo cómo conecta humanoides en vez de humanos?

El verdadero desafío es recordar que detrás de cada algoritmo hay decisiones humanas, detrás de cada plataforma hay valores, y detrás de cada innovación debería estar la pregunta esencial: ¿esto nos hace mejores como sociedad?

No se trata de cuántos datos podemos procesar o cuántas aplicaciones podemos integrar. Se trata de usar toda esta capacidad tecnológica para construir puentes, no muros, para conectar personas, no solo dispositivos. De hacer que la innovación no sea privilegio de unos pocos, sino una realidad tangible que beneficie a todos, cual taquiza para la banda.

La tarea pendiente

El reto que tenemos por delante es construir un futuro tecnológico anclado en principios éticos, donde la innovación sirva para tejer relaciones más sólidas entre las personas. Solo así podremos asegurar que los próximos 15 años de Tech Bit no sean solo crónicas de disrupciones empresariales, sino historias de cómo la tecnología nos ayudó a construir el futuro, con la Internet, que realmente merecemos. Esto es parte de ese #ruidoblanco que nos mueve.

La tecnología ya nos alcanzó. Ahora nos toca alcanzarla a nosotros, pero en nuestros propios términos.

¡Gracias!, a la familia de EL UNIVERSAL por permitirme colaborar durante casi 10 años en esta sección que cumple sus primeros 15; a la familia Ealy: don Francisco, Perla; don David, Carlos; Amed, Mario, Miguel, Carlos, Daniela; a las y los lectores de este humilde espacio de opinión.

Google News

TEMAS RELACIONADOS