La figura de , como la de otros personajes de nuestra historia, no siempre ha sido valorada en su justa dimensión. Controvertido y polémico, la visión del expresidente que prevalece hasta nuestros días es la de un dictador y tirano, pero hay varios aspectos de su vida, tanto política como personal, que son ignorados y cuyo conocimiento contribuye a elaborar un perfil más completo del hombre y del gobernante que llevó las riendas de nuestro país durante 30 años.

El historiador , nieto en tercer grado del general Díaz, retoma varios de esos pasajes en una serie de libros en los que hace una profunda revisión de la vida del personaje. En esta entrega quiero referirme al primer volumen: Porfirio Díaz, su vida y su tiempo. La guerra. Es una lectura que recomiendo ampliamente.

Acudiendo a fuentes primarias como cartas, diarios, memorias, periódicos, actas, decretos, fotografías, testimonios y otros documentos, el autor elaboró un fascinante recuento de la vida del general abordando sus diferentes facetas: la del militar, la del político y la del ser humano.

En este primer volumen, Tello abarca el periodo que va desde 1830 —año de nacimiento de Porfirio Díaz— a 1867, cuando entra con el Ejército de Oriente a la ciudad de México, derrotando a las fuerzas leales al Imperio de .

El origen

Porfirio Díaz nació en la ciudad de Oaxaca y creció en el contexto de un país que luchaba por consolidarse tras la guerra de Independencia, bajo la enorme influencia de dos de las instituciones que más peso tuvieron durante la colonia: la Iglesia y el Ejército.

Importantes acontecimientos ocurrieron en México en ese periodo. En 1833, el presidente , quien sustituyó a en varios periodos, presentó un proyecto para la creación de un cuerpo de milicias que afectaba al Ejército. Además, promovió una serie de leyes que serían conocidas como la Primera Reforma, para disminuir las atribuciones de la Iglesia en la vida civil. La agitación política y social que causaron estas medidas dividió a la nación.

Tras la muerte prematura de su padre, la infancia de Porfirio Díaz transcurrió en medio de penurias, hambre y pobreza. Sin embargo, tuvo la fortuna de estudiar en una escuela que contribuyó a formar su pensamiento liberal bajo la tutela del profesor José María Crespo, un hombre identificado con los ideales vanguardistas de la época. En ese entonces, Oaxaca se convirtió en una especie de semillero del pensamiento liberal que influyó en varios de los personajes que tomarían las riendas políticas y militares de México en los siguientes años.

En 1846, Estados Unidos había invadido México. Siendo aún adolescente, Díaz se unió a la guardia nacional de Oaxaca. Su breve paso por el Batallón Trujano comenzó a definir el rumbo que tomaría su vida, en ese entonces encaminada a seguir una formación religiosa.

Tras graduarse como bachiller a los 19 años, conoció a un personaje que lo empujó, sin saberlo, a abandonar por completo la idea de estudiar teología: el gobernador de Oaxaca, . Así, en 1850 ingresó al Instituto de Ciencias y Artes, que se convertiría en baluarte del pensamiento liberal. Durante sus años de estudiante, tanto en el Seminario de Oaxaca como en el Instituto, estableció una serie de amistades y relaciones que fueron determinantes en el curso de la historia de México.

La Reforma

En 1853 triunfó el , una rebelión política que tuvo su origen en Jalisco y que llevó a Santa Anna nuevamente al poder. En respuesta, el general Juan Álvarez e concibieron en 1854 el , que pretendía la dimisión de Santa Anna.

El éxito del pronunciamiento en su contra, obligó a Santa Anna a convocar a un plebiscito para consultar a la gente sobre su permanencia en el poder. Pero, según Carlos Tello, lo que realmente pretendía era desmovilizar el apoyo de la población a través de una votación manipulada que le favoreció.

Díaz votó en contra de Santa Anna y fue perseguido. Entonces, se unió al capitán Francisco Herrera en para poco después tener su primer combate. De esta forma inició su destacada carrera militar.

Tras el triunfo del Plan de Ayutla en 1855, Díaz asumió la jefatura del distrito de Ixtlán, en Oaxaca, su primer cargo como funcionario público. Ese año comenzaron los trabajos que culminarían con la promulgación de la , con la que —refiere el autor— gradualmente México dejaría de vivir bajo las instituciones heredadas de la Colonia.

Las leyes emanadas de la nueva Constitución naturalmente desencadenaron un enfrentamiento con la Iglesia, cuyas propiedades fueron afectadas. Iniciaron así una serie de disturbios en todo el país.

La nación se dividió entre liberales —los impulsores de las reformas— y conservadores. La inconformidad crecía y a finales de 1857, estalló en Oaxaca una revuelta con la que inició la llamada . En tanto, en la ciudad de México el general proclamó el , que pretendía dejar sin efecto la Constitución del 57.

Díaz jugó un papel fundamental para el gobierno liberal de Benito Juárez —quien asumió la presidencia al ser depuesto Ignacio Comonfort— desde su posición como jefe político y militar en el Istmo de Tehuantepec. Ahí descubrió, relata Tello, que podía administrar un territorio y gobernar a los hombres, porque había aprendido a conocer sus motivaciones, los hilos que los mueven.

Con el triunfo liberal, Díaz ocupó una curul en la segunda legislatura del Congreso de la Unión, por decisión de Juárez. En ese tiempo, perfeccionó sus habilidades como mediador y conoció a personajes políticos y militares que trabajarían a su lado en las siguientes décadas.

La Intervención

Tras la guerra, las finanzas del país se encontraban en un estado desastroso. La situación era insostenible y no había recursos para cumplir compromisos básicos, por lo que el gobierno de Juárez declaró la suspensión del pago de la deuda con Inglaterra, España y Francia.

En respuesta, los países europeos suscribieron la , un acuerdo para enviar fuerzas a Veracruz y forzar a México a cumplir con sus compromisos financieros. Pero las intenciones de los franceses eran otras: el emperador utilizó la deuda como pretexto para instaurar una monarquía, detener el avance de la influencia de Estados Unidos —sumido en ese momento en una cruenta — y promover la gloria de su .

México se preparó entonces para la defensa. Las fuerzas francesas avanzaban hacia la capital, pero antes de ocuparla, el ejército mexicano tendría una de sus más brillantes victorias repeliendo el ataque extranjero , acción en la que tuvo una destacada participación el ya general Porfirio Díaz. Finalmente, los franceses ocuparon la capital del país en 1863, imponiendo a Maximiliano de Habsburgo como emperador de México.

Díaz marchó hacia Oaxaca para reorganizar sus tropas. Tras el sitio de la ciudad por parte de las fuerzas francesas, la situación del ejército de Díaz se deterioró: rapiña, deserciones y corrupción lo consumían. La plaza se rindió, Díaz fue hecho prisionero y llevado a Puebla donde protagonizó una espectacular fuga.

En la primavera de 1865, una luz de esperanza alumbró a las fuerzas de la República: terminaba la Guerra Civil en Estados Unidos con el triunfo de La Unión sobre los Estados Confederados, situación que facilitó el apoyo al gobierno de Juárez a través de la venta de armas.

Francia entendió que Estados Unidos se convertiría en un opositor más activo de la intervención en México, por lo que funcionarios de ambos países comenzaron a discutir el retiro de las fuerzas europeas.

En tanto, Porfirio Díaz marchó hacia Guerrero con sus tropas sumamente reducidas. Aprendió que tenía que negociar la ayuda de las comunidades y no tolerar los abusos de sus hombres. Comenzó así a ganar nuevamente popularidad en las comunidades y a obtener algunas victorias militares sobre los franceses.

Con recursos muy limitados y prácticamente sin ayuda del gobierno de la República, reconstruyó el . Fortalecido, logró una victoria estratégica en que le abrió las puertas de Oaxaca para posteriormente, triunfar en Puebla y la capital del país.

Napoleón III decidió retirar de México al Cuerpo Expedicionario. No había forma ya de sostener al Imperio. Maximiliano negoció su salida, pero fue presionado para permanecer en el país. Las fuerzas que le eran leales fueron derrotadas en Querétaro y él fue fusilado en el Cerro de las Campanas, en 1867. Poco tiempo después, en junio de ese año, Porfirio Díaz, al mando del Ejército de Oriente, ocuparía la ciudad de México terminando con el Imperio.

Así concluye esta primera parte de la obra de Tello, un libro que, como apunta la historiadora Anna Ribera Carbó, “se trata no solamente de la reconstrucción de una vida, sino del tiempo mexicano que la moldeó, la definió y la hizo posible”. Recomiendo esta lectura.

Presidente y Fundador de Grupo Salinas

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