Por JUAN CARLOS ARNAU ÁVILA
El reciente debate sobre la gentrificación en la Ciudad de México puso nuevamente en el radar de la opinión pública, la necesidad de poder dirigir y controlar los flujos turísticos deseados y las zonas geográficas adecuadas. Desde el Gobierno de la Ciudad de México, hay voces que llaman a restringir que anfitriones mexicanos puedan abrir sus hogares para hospedar a viajeros nacionales e internacionales en zonas como Condesa o la Roma (colonias que han sufrido un proceso de gentrificación desde hace 40 años) bajo el argumento que esto contribuye directamente a elevar los precios de la vivienda y al desplazamiento de residentes.
En la capital del país, la gentrificación es un fenómeno urbanístico, inmobiliario y hasta sociológico, pero no es turístico. Es entendible en destinos cuyo número total de habitantes es rebasado varias veces por el número de turistas, como sucede en Venecia, Barcelona o en islas mediterráneas como Mallorca o Santorini. Pero para los millones de habitantes de la metrópoli mexicana (9 millones de residentes más 20 millones si contamos a la población flotante de la ZMVM que converge en la ciudad), no sienten ni cosquillas por los turistas que la visitan cada año.
Efectivamente, el problema inmobiliario es real y preocupante en algunas colonias, pero no se va a resolver espantando al turista ni limitando sus opciones de alojamiento, sino construyendo más vivienda asequible en suelo central y creando un ecosistema de economía local potenciada entre micro y pequeños emprendedores. Sobre este último punto, me permitiré abordar con mayor detalle.
A diferencia de hace 50 años que el turismo estaba destinado solo para las élites, hoy en día el viaje se ha hecho más asequible y una gran cantidad de viajeros de todas las edades y estratos socioeconómicos busca no solo obtener el mejor valor por su dinero, sino también experiencias cada vez más auténticas. Un estudio por parte de la firma Getty Images señala que el 65% de los jóvenes que pertenecen a las generaciones Millennials y Z están optando por vivencias locales, priorizando la conexión cultural.
Ante esta tendencia irreversible y en un destino megadiverso como la Ciudad de México, el alojamiento temporal ofrecido sobre todo por micro y pequeños anfitriones marca una diferencia en el fortalecimiento de la economía local. A diferencia de grandes desarrollos inmobiliarios que apuestan por una hospitalidad más estandarizada, el pequeño anfitrión se convierte en un embajador de colonias y barrios al generar recomendaciones auténticas -alineadas a las preferencias de los viajeros- que contribuyen directamente al consumo en establecimientos como fondas, servicios de guías turísticos o compra de artesanías. Un estudio reciente de Oxford Economics que mide el impacto que tienen los pequeños emprendedores de alojamiento temporal muestra que por cada peso gastado en alojamiento se gastan otros cuatro en la economía local.
Asimismo, el pequeño anfitrión, al ser muchas veces un vecino de esas colonias -pues comparte el hogar en donde vive o tiene un inmueble secundario en el que habitó al principio y después destinó su patrimonio como un ingreso complementario- también dinamiza la economía local al usar los bienes y servicios para seguir operando su alojamiento; se compran víveres en la tienda de la esquina, se limpia la ropa de cama en la lavandería y se contratan los servicios de plomeros, electricistas y cerrajeros del barrio para mantener en perfecto estado su hogar.
En pocas palabras, en este debate que la CDMX se encuentra para buscar las mejores políticas públicas para combatir la gentrificación y fortalecer la economía barrial, resulta fundamental hacer una distinción de la actividad de alojamiento temporal que se presta a través de plataformas digitales como Airbnb, Booking, VRBO o Despegar y poner en el centro a la persona, al ciudadano. Es decir, reconocer la aportación del pequeño anfitrión y protegerlo a partir de una regulación diferenciada que le permita seguir contribuyendo al bienestar de sus colonias y de sus vecinos.
Vicepresidente de Asuntos Internacionales de FEMATUR