Claudia Sheinbaum no asistirá a la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas: México intervendrá por voz de Juan Ramón de la Fuente en su representación del 22 al 29 de septiembre, en la sede de la ONU a orillas del East River, en NY. En un año bisagra —UNGA80, Beijing+30 y cumbre de clima (COP30)— conviene actuar: con una agenda clara en clima, igualdad de género y gobernanza multilateral, que convierta la representación en oportunidad de influencia. Sin embargo, ausencia presidencial no tiene por qué significar ausencia de liderazgo.
La semana de alto nivel reúne a jefas y jefes de Estado y Gobierno de 193 países para debatir guerra y paz, recuperación económica, igualdad de género, ética de la inteligencia artificial y, sobre todo, clima. Annalena Baerbock, apenas la quinta mujer en presidir la Asamblea en 80 años, convoca bajo el lema “Mejores juntos: 80 años y más por la paz, el desarrollo y los derechos humanos”. Es un recordatorio de lo que falta y de lo que puede lograrse cuando la diplomacia se toma en serio.
Beijing+30 vuelve al centro: el plan más ambicioso por la igualdad se someterá a examen mientras ONU Mujeres alerta de retrocesos. En 2025, solo 19 países tienen a una mujer como jefa de Estado y 22 como jefa de Gobierno. Aquí la diplomacia mexicana puede sumar: comprometer paridad en órganos de decisión climática, fortalecer sistemas de cuidados como política económica y respaldar a defensoras con mecanismos de protección transnacionales. Que una mujer presida México no es el punto final, sino el punto de partida para liderar con propuestas.
El miércoles 24, la cumbre de clima tomará la temperatura planetaria. Si México anuncia calendario de retiro del carbón, electrificación del transporte y normas de eficiencia más estrictas, el mensaje trascenderá cualquier debate sobre ausencias.
A ello se suma el ruido de un Estados Unidos que, con reflejos anti-ONU, cuestiona el multilateralismo y hasta los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Precisamente por eso México debe mostrarse: para defender reglas comunes, la solución de dos Estados—tema de reunión de alto nivel— y la integridad de la información climática frente a la desinformación.
En la agenda de paz y seguridad, México puede tender puentes donde otros levantan muros: respaldar la solución de dos Estados con acciones humanitarias concretas, defender el derecho internacional y promover el desarme nuclear desde la tradición del Tlatelolco. Son posiciones consistentes con nuestra historia diplomática y valiosas en tiempos de fractura.
La política exterior es también arquitectura de alianzas. En Nueva York, la clave no será el podio de cinco minutos, sino las mesas donde se cierran compromisos. António Guterres expresó: “Presionaré a los líderes para que hablen directamente entre sí para cerrar las brechas, ponerse serios y cumplir. Que esta sea una semana de soluciones”.
México puede honrar ese llamado con una participación sobria y efectiva: menos adjetivos, más cifras; menos gestos, más instrumentos. La fotografía de grupo importa, sí, pero los acuerdos firmados pesan más. Si no hablamos en Nueva York, hablemos con doble fuerza en la COP30 y en el G20 en Sudáfrica. Que nuestra “silla” en la ONU no se vea vacía ni estridente, sino útil: ocupada por una voz que escucha, propone y entrega resultados. Ésa es la diplomacia que cuenta.
Activista de temas ambientales