En una interesante nota publicada en "The New York Times", el periodista Dylan Freeman refiere algunos de los efectos que experimentaron los usuarios de ChatGPT, al advertir cierta frialdad y distanciamiento en ChatGPT-5.
A través de un mensaje publicado en X, Sam Altman, CEO de OpenAI, confirmó que, efectivamente, OpenAI pretendió hacer más frío a ChatGPT-5.
En la presentación de la nueva versión del referido chatbot, Altman afirmó: "hemos logrado grandes avances en la reducción de alucinaciones, la mejora en el seguimiento de instrucciones y la minimización de la complacencia".
El lenguaje adoptado por OpenAI pretendió normalizar la frialdad y el distanciamiento. La "inteligencia de nivel profesional", como destaca OpenAI en su sitio web, supondría "minimizar la complacencia". Con ello podrían justificarse las respuestas "frías".
Sin embargo, los usuarios de ChatGPT no tardaron en expresar objeciones a las respuestas frías que proporciona ChatGPT-5. Los usuarios parecen preferir respuestas "cálidas".
Además, el haber cortado el acceso a las versiones anteriores del chatbot, también generó irritación entre los usuarios.
OpenAI sencillamente no reparó en la importancia del apego emocional de los usuarios hacia ChatGPT-4. OpenAI, finalmente, decidió restablecer el acceso a las versiones anteriores para los suscriptores de pago.
ChatGPT-4 solía halagar a los usuarios. Por ello, OpenAI intentó "suavizarlo" poco antes del lanzamiento de ChatGPT-5.
"Hemos revertido la actualización GPT‑4o de la semana pasada en ChatGPT, por lo que ahora se usa una versión anterior con un comportamiento más equilibrado. La actualización que eliminamos era excesivamente halagadora o agradable, a menudo descrita como aduladora".
El grado de apego de los usuarios al estilo de GPT-4, parece haber tomado por sorpresa a Altman.
En su nota, Dylan Freeman ofrece algunos ejemplos de usuarios que han establecido vínculos románticos con GPT-4, interacciones que derivan en delirios, divorcios, incluso la muerte.
En un reciente texto, Luis Jesús Galindo Cáceres, destacado teórico de la comunicología, recupera un lamento de Borges: "es triste amar a los objetos, ellos no saben que estamos ahí. Es decir, los objetos no nos aman".
La referencia a Borges y el apego de los usuarios a ChatGPT-4, me ofrecen la oportunidad para referirme a la computación afectiva.
A finales de la década de 1990 empezó a popularizarse el término "computación afectiva", con el cual fue posible designar un campo emergente en el imaginario de la inteligencia artificial, dedicado al estudio de sistemas y dispositivos capaces de reconocer, interpretar y procesar emociones humanas.
Rosalind Picard, una destacada investigadora en el MIT, fundadora y directora del Grupo de Investigación en Computación Afectiva en el Media Lab, es reconocida como la pionera en la investigación de la computación cognitiva.
La complejidad de este campo emergente en la investigación científica, estrechamente asociado al desarrollo de la inteligencia artificial, impone la necesidad de ser abordado desde una perspectiva compleja, eminentemente multidisciplinaria, involucrando a expertos en diversas áreas, como la ingeniería, la psicología, las matemáticas, la neurociencia, entre otras disciplinas, incluso la comunicología.
La computación afectiva responde al propósito de lograr que las máquinas reconozcan las emociones humanas y, a partir del reconocimiento de las emociones y los sentimientos humanos, las máquinas podrán ser capaces de emitir resultados confiables sobre la disposición e interés de las personas.
El desarrollo de la computación afectiva admite posibles aplicaciones en campos como las interfaces cerebro-computadora, el diálogo empático persona-computadora, la toma de decisiones asistida, la realidad virtual, incluso la educación, donde los asistentes virtuales dedicados a tareas de enseñanza, dependiendo del estado emocional que adviertan en el alumno, procederán a seleccionar las técnicas didácticas idóneas para mejorar el aprendizaje del estudiante.
En marketing y en publicidad, el reconocimiento de los estados emocionales de los consumidores permitirá desarrollar estrategias persuasivas más efectivas.
La computación afectiva contribuye a resolver uno de los principales problemas que despliega la IA: la interacción social -los otros grandes problemas son la memoria contextual y el sentido común-.
Además, afirma Kurzweil, los adelantos en materia de interacción social permitirán avanzar en el desarrollo de la teoría de la mente. Un tema central en el desarrollo de la computación afectiva es la evolución de la relación simbiótica entre los humanos y las máquinas.
En los años recientes, el formidable desarrollo de la inteligencia artificial ha permitido una relación más estrecha y profunda entre los seres humanos y las máquinas.
Kurzweil sostiene que los seres humanos nos fusionaremos con la inteligencia artificial. Inclusive, considera factible poder crear tecnología con conciencia. El primer paso implica la capacidad de fusionar la inteligencia artificial con la inteligencia biológica natural.
En un futuro, no muy distante, las interfaces cerebro-ordenador serán tan comunes y sencillas, afirma Kurzweil, como el empleo de teléfonos inteligentes en la actualidad.
Durante la próxima década podremos conectar las capas superiores del neocórtex con la nube, situación que ampliará significativamente nuestra capacidad de razonamiento.
Además, las personas podrán interactuar con ambientes de IA que serían más parecidos a los seres humanos. De hecho, en nuestros días ya es posible interactuar con avatares de personas muertas -deadbots-.
La relación simbiótica entre humanos y máquinas ha dejado de ser considerada como un territorio limitado a la literatura de ciencia ficción y el cine.
Por ahora, la computación afectiva no pretende dotar a las máquinas de sentimientos. Sin embargo, ello podría cambiar en un futuro no muy distante, como consecuencia del formidable desarrollo tecnológico que hemos alcanzado.