Algo insólito pero esperanzador ocurrió esta semana en el deporte mexicano: por primera vez en mucho tiempo, la Dirección de Alto Rendimiento de la CONADE citó a los directivos de la Federación Mexicana de Natación para analizar y trabajar en el presupuesto destinado a la preparación de sus deportistas.
La reunión, encabezada por Luis Rivera, subdirector de Calidad, y Caro Acosta, directora de Alto Rendimiento, y marcó un cambio de enfoque: hablar de cómo invertir el dinero público en el rendimiento y desarrollo de los atletas, no en la fachada de los eventos o cómo repartírselo en gastos opacos.
Por la Federación estuvieron Daniel Delgadillo, María Mata Cocco, Jorge Iga y Cristobal Ruiz, en una sesión que se centró en natación y aguas abiertas, dos disciplinas que han sufrido por años las consecuencias de malas decisiones administrativas y conflictos federativos.
Lo que sorprendió fue la seriedad con la que se abordó el tema: planificación de campamentos, competencias preparatorias, y todo el proceso rumbo a los Juegos Centroamericanos y de lo que vendrá en el ciclo olímpico en 2026. Un paso simple, pero profundamente necesario, en un sistema que históricamente ha confundido el espectáculo con la preparación.
Seamos claros: el presupuesto federal debe destinarse exclusivamente a la preparación técnica, científica y competitiva del atleta. No a eventos para lucirse, ni a torneos que solo sirven para inflar egos. Las becas, los viajes, los entrenadores, la tecnología deportiva y la planeación integral son lo que garantiza resultados, no los aplausos momentáneos ni los escenarios adornados con logotipos oficiales.
Las federaciones deportivas deben asumir, de una vez por todas, su papel como gestoras de recursos privados y patrocinios. Si quieren organizar grandes competencias o shows acuáticos con nadadores internacionales, que lo hagan, pero con dinero propio o de empresas interesadas en la exposición de su marca, no con el recurso de los contribuyentes. Para eso existen los convenios con marcas deportivas y los aficionados apasionados que pueden aportar comprando las entradas.
Lo verdaderamente trascendente es que Rivera, exatleta y hoy funcionario, parece haber entendido esa diferencia. Luis fue Premio Nacional del Deporte 2013, medallista de bronce en salto de longitud en el Campeonato Mundial de Atletismo de Moscú 2013, oro y récord mundial con 8.46 metros en la Universiada Mundial de Kazán, Rusia, también en 2013, además de haber ocupado el lugar 16 en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Su iniciativa de dialogar con las federaciones sobre la planeación presupuestal por disciplina debería replicarse en todo el sistema deportivo nacional. No se trata solo de aprobar cifras, sino de exigir proyectos técnicos medibles, calendarios de trabajo y metas de rendimiento.
Ojalá este ejercicio no se quede en un caso aislado. Lo ideal sería que cada federación —de aquí a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028—, trace un plan completo de preparación: Centroamericanos, Panamericanos, Campeonatos del Mundo y finalmente la justa olímpica.
Durante años, el deporte mexicano se ha perdido en la improvisación, en la foto fácil y el evento innecesario. Por eso, este gesto de planificación y austeridad técnica se siente como un rayo de sensatez en medio del caos. Si la natación mexicana logra aprovecharlo, tal vez volvamos a ver a nuestros atletas pelear medallas, y no solamente presupuestos.
Profesor

