El deporte mexicano padece una enfermedad estructural que parece no tener cura: la falta de estrategia diferenciada. A lo largo de la historia, las autoridades deportivas del país han consolidado una visión uniforme que ignora la naturaleza y las necesidades específicas de cada disciplina. Se aplica la misma vara para medir deportes que no comparten condiciones, infraestructura ni costos, y esa ceguera administrativa ha condenado al sistema al estancamiento.

Pretender que todas prosperen bajo una fórmula única es un error de diseño que ni el discurso de austeridad ni los recortes presupuestales justifican. El problema, además, no se resuelve con dinero, sino con visión.

En el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2026, la CONADE —ahora dirigida por el ex clavadista Rommel Pacheco—, recibirá dos mil 563 millones de pesos, 60 millones menos que en 2025. Un recorte aparentemente menor, pero que refleja la falta de una hoja de ruta.

¿Cómo se puede planear el alto rendimiento nacional con una inversión decreciente y sin objetivos claros, justo en un año donde México debe asistir a los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Santo Domingo y a los Juegos Olímpicos de la Juventud en Dakar? Tendrán que entender las verdaderas necesidades y dejar de lado los gastos innecesarios?

El verdadero fondo del problema no es el presupuesto en sí, sino la ausencia de una estructura técnica. Hasta ahora, se ha actuado más como ventanilla financiera que como órgano rector del desarrollo deportivo. Los recursos se entregan sin control metodológico, sin evaluación y sin exigencia de resultados medibles. De esa omisión surgen federaciones “regulares o malas”, como la de natación, donde los conflictos internos y la falta de planeación se volvieron parte del paisaje.

El alto rendimiento no se construye en un ciclo de cuatro años. Formar un atleta de élite requiere al menos ocho de preparación continua, con seguimiento médico, técnico y psicológico. Pero en México, las decisiones se subordinan al calendario político: lo que importa no es el proceso, sino la foto. Cada administración quiere “su medalla” sin entender que el verdadero legado está en la continuidad.

¿Alguien nos puede decir cuánto gastaron en la ceremonia de inauguración de la pasada Olimpiada Nacional? Esa sola pregunta resume la desproporción del modelo: se derrochan recursos en actos simbólicos, mientras faltan insumos básicos para el desarrollo de talento real.

Proyectos como el autodenominado “Plan 2026” son una muestra de esa miopía. No es un programa nacional de desarrollo, sino un esquema de entrenamiento para unos cuantos atletas con posibilidades olímpicas. México necesita pensar en el Plan 2030, con estructura, visión y metas verificables.

Mientras la CONADE siga siendo un ente financiero y no técnico, el deporte mexicano seguirá a la deriva: navegando sin brújula, sin rumbo y sin futuro.

Profesor

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