En esta segunda y última entrega sobre las facetas poco conocidas del buzo Ramón Bravo Prieto nos adentramos en aguas más emocionales. Ya conocemos su legado como documentalista, escritor, fotógrafo marino y periodista, ahora nos falta descubrir un poco del nadador apasionado por las mujeres y que recibió la ayuda del gran Apolonio Castillo para aprender a bucear.
Para este Mochilazo en el Tiempo de nuevo contamos con las anécdotas de su nieta, Lowry Bravo, para saber más de la vida del famoso nadador coahuilense.
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Fue gran amigo de “El Titán de los Mares”
Para sumergirnos en el fenómeno que fue Ramón Bravo también ayuda conocer a quienes lo forjaron. Y no tendríamos su fascinante carrera como buceador sin la ayuda del experto nadador guerrerense, Apolonio Castillo.
Según recordó el mismo Bravo Prieto en EL UNIVERSAL del 6 de octubre de 1957, “Apolonio fue quien puso en mis manos, por primera vez, unas aletas y un visor para que conociera el fondo del mar. Fue quien me enseñó a usar una pistola submarina y quien, años más tarde, colocó sobre mi espalda un equipo autónomo de buceo”.
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Castillo Díaz, bajo el apodo de “El Titán de los Mares”, fue campeón nacional de brazada de pecho y formó parte de la generación dorada de la natación mexicana, además de ser el primer Comandante del Comando Submarino de la Armada. Tuvo un gran desempeño como nadador olímpico y se convirtió en un ícono para Guerrero.

Lowry Bravo, nieta de Ramón Bravo Prieto, comentó en entrevista que “Apolonio iba a la redacción de EL UNIVERSAL un día antes del día de descanso de mi abuelo y lo esperaba hasta que terminara sus notas; se dormía un rato en un sillón de su oficina y de ahí se iban juntos a Acapulco” para nadar y bucear.
Castillo Díaz era uno de los amigos más cercanos a Ramón Bravo y compitieron juntos en numerosos encuentros acuáticos, hasta que “El Titán de los Mares” murió el 11 de marzo de 1957, tras sufrir una descompresión durante una misión de búsqueda con los llamados “hombres rana”, en Acapulco.
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Bravo Prieto escribió el reportaje Me Olvidé por Completo de que Soy un Ser Humano, en homenaje a su buen amigo acaecido en el mar. “Como buceador, nadie se le podía comparar [a Apolonio]; como nadador, su sentido deportivo era ejemplo para todos”.

Según apuntó el entonces redactor de EL UNIVERSAL, cuando más admiró las habilidades competitivas de Castillo Díaz fue al verlo completar cinco pruebas de nado en un día y aun así lograr el récord de 2 minutos 19 segundos en la competencia final.
“Fue el mejor tiempo de su vida”, aseguró Bravo Prieto. “[Me siento] Bien, cuando nado por México nunca me siento mal”, le dijo “El Titán de los Mares” en aquella ocasión.
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Para la edición del 9 de marzo de 1958 y cerca del primer aniversario luctuoso de Apolonio Castillo, Ramón Bravo presentó un nuevo reportaje para que nadie olvidara a “El Titán de los Mares”. “Polo era un bárbaro que no le temía a nada ni nadie, por eso creo yo encontró la muerte, porque subestimó su capacidad física”, concluyó.

El inquieto y apasionado Bravo Prieto
Aventurero era uno de los adjetivos que describía a Ramón Bravo y con toda razón. En la edición del 22 de octubre de 1946, EL UNIVERSAL publicó cómo el prometedor nadador coahuilense dejó todo para ir “un mes de grumete” en un barco costarricense.
En la tarde de su cumpleaños número 21, Ramón Bravo apareció en la redacción de esta casa editorial, “un poco más tostado por el sol, jovial como siempre y con una sonrisa de muchacho travieso”. Durante varias semanas se habló de su desaparición de las competencias, pues nadie sabía dónde estaba o si seguiría participando.
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La versión que recibió este diario, de la misma boca de Bravo Prieto, fue que “quiso desaparecer, por motivos que ni siquiera él comprendía”. “Tenía ganas de alejarme, ver caras nuevas, cosas distintas, correr aventuras ¡y me fui!”, afirmó el osado nadador.
Inició su improvisado viaje en septiembre del 46, dándose la buena vida en Veracruz hasta que se acabó el dinero y optó por embarcarse en el navío El Alacrán, un mercante bastante descuidado. Trabajó como cualquier otro marinero, pues en altamar no era el laureado competidor de nado, sino una boca más que alimentar.

Según contó a EL UNIVERSAL, no tenía intención de regresar pronto a su típica vida, pero bastó con recibir una carta de su hermano, alertándolo de la preocupación que su madre sufría por no saber nada de su paradero, para que volviera a ser el famoso Ramón Bravo Prieto en tierra firme.
Casanova sería otra palabra para describir al buzo mexicano, con todo respeto a su memoria; pero su propia nieta no nos dejará mentir, pues “otra de sus pasiones eran las mujeres; fue un hombre muy asediado por ellas”, comentó en entrevista.
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“Tuvo muchas, entre sus tres esposas y varias novias. Tenía ojos azules preciosos y mucho porte; era súper coqueto el abuelo”, mencionó Lowry entre risas. Una de las anécdotas que Ramón Bravo le contó a su nieta fue sobre su llegada a una desconocida isla llena de damiselas, antes de su primer matrimonio.

“Jamás me quiso decir cuál o dónde estaba, pero era una isla de pescadores y lo acogieron muy bien, porque había muchas mujeres y pocos hombres. El patriarca le dijo que se podía quedar, porque les hacían falta hombres fuertes, jóvenes, vigorosos para poblar la isla”, compartió Lowry.
“[Ramón Bravo] se quedó muy feliz ahí, estuvo cerca de un año. Así tengo miles de tíos y familia por quién sabe qué parte del mundo, porque él se dedicó a poblar una isla”, afirmó riendo su nieta. “Tiempo después él dijo ‘no es lo que quiero, no quiero quedarme sólo aquí’ y se fue. Si se hubiera quedado, ni periodismo, ni oceanografía, ni nada”.
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Años después, cuando ya se dedicó a la fotografía submarina, Bravo Prieto solía recurrir a las mujeres con las que salía para tomarlas como modelos; o a las modelos que empleaba después las hacía sus novias. “Las piernas femeninas lo noqueaban, sus documentales siempre son piernas y el tiburón o peces pasando”, afirmó Lowry.

Su nieta recordó con especial aprecio a “una mujer maravillosa llamada Ana María; mi abuelo vivió muchos años con ella”. Y hablar de Ana María desenterró otra curiosa anécdota de Ramón Bravo.
“Él tenía en su estudio una foto de ella en un fondo azul, como agua, pero ella estaba desnuda; era una foto íntima y la tenía pegada en el techo”, compartió su nieta. “Esa foto era muy artística; se veía tan bonito su cabello negro [de Ana María] y el agua, que lo que menos le mirabas era que estaba desnuda”.
Según mencionó Lowry, Ana María era muy buena fotógrafa y capturó ese retrato de ella misma para regalárselo a Ramón Bravo. “Cuando él se desesperaba, dejaba todo, miraba hacia arriba [en su estudio] para verla, se relajaba y seguía trabajando”.
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“Yo tenía 5 o 6 años cuando la vi y dije ‘¡Ay, caray! ¡Se le cayó la ropa por estar trepada en el techo!’”. Como nieta, jamás cuestionó a su abuelo por la fotografía de Ana María desnuda, “pero para él era muy natural, él admiraba demasiado el cuerpo femenino. Yo creo que esa fue la foto favorita de Ramón Bravo, lo acompañó a todos lados”.

Un “Ramón” que dejó su semilla
Para Lowry, ser nieta de Ramón Bravo se convirtió en “un aprendizaje diario y continuo, tanto en los 16 años que lo tuve e incluso después de fallecido sigo aprendiendo de él”.
Existe un recuerdo que más impactó a nuestra entrevistada y es parte central del libro de memorias que ya prepara sobre su abuelo. Fue cuando él le regaló un dije tras un viaje por Sudamérica; ella tenía 7 u 8 años.
“Era una piedra gris; me dijo ‘esto es una semilla de un árbol llamado ‘ramón’, tiene muchas ramas, muy grande. Ese árbol es un ‘ramón’ y yo soy otro Ramón, por eso te traigo esto, porque tú eres mi semilla’”, recordó su nieta.
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“Jamás me cuestioné cómo era el árbol, pero años después de su muerte busqué lo que es este ‘ramón’. Se utiliza completo, sus ramas, frutos, raíces; es muy grande y casi ningún huracán lo podría derrumbar”, mencionó.
De acuerdo con Lowry, los árboles “ramones” ayudan a combatir los efectos del cambio climático, pues absorben una gran cantidad de dióxido de carbono y “si sembráramos varios, nuestra capa de ozono podría verse beneficiada”.

“Saber de ese ‘ramón’ porque me lo dio Ramón [Bravo Prieto] tiene otro significado. Ser yo su semilla, plantar en muchas personas [su legado] y que lo vuelvan a conocer; mi abuelo es como ese árbol, fuerte y no se deja tirar fácilmente”, comentó Lowry.
A pesar de esa fortaleza y tenacidad, Ramón Bravo también era consciente de sus victorias y derrotas. “Mi abuelo era un hombre que se entregaba a todo, pero cuando ya no podía con algo, con todo el dolor de su corazón, lo dejaba”, sostuvo su nieta.
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“Le pasó con el fútbol americano, cuando le destrozaron costillas, rodillas y nariz; lo mismo con el nado cuando ya no podía entregarse más, porque se dedicaba a EL UNIVERSAL y su familia o a entrenar. Todo lo que vivió fue por algo, pero eran temas tabúes sobre su vida por el dolor que le generó dejarlo”, nos comentó.
“Me siento orgullosa de ser una Bravo, de tener un abuelo como él”, compartió nuestra entrevistada. “A mi padre, Ramón Bravo Jr., le agradezco infinitamente que me diera la vida en esta familia y poder conocer a un hombre como lo fue Ramón Bravo Prieto”.

Siempre sencillo, “solo vi un abuelo trabajador”
De acuerdo con Lowry Bravo, su abuelo logró hacer todo lo que quería en materia profesional. “Los encabezados de diarios cuando falleció decían ‘Ramón Bravo hizo lo que quiso’ y fue cierto. Se hizo de un nombre para proteger sus océanos y profesionalmente no le faltó nada”, mencionó.
“Estuvo en películas, escribió, vivió, fue totalmente feliz y se sintió satisfecho. Creo que el mayor logro para él fue subir al Calypso, [buque de investigación oceanográfica] con el capitán Jacques Cousteau y tener su gorrito rojo, aunque no perteneciera al equipo. Él tenía una gran admiración por el capitán”, aseguró Lowry.
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Por desgracia y según compartió nuestra entrevistada, los cambios tecnológicos no fueron benévolos con Ramón Bravo. Para cuando el documentalista alcanzó los 70 años, se vio sin fondos para modernizar su equipo fotográfico y de video; “estaba desesperado, porque era un círculo vicioso: todo su trabajo no servía por estar en el formato en el que estaba, pero tampoco tenía dinero para una cámara moderna”.

Según nos comentó Lowry, fue gracias al gobierno de Quintana Roo que pudo recuperarse en sus últimos años de vida, colaborando con el mantenimiento de su casa en Isla Mujeres y la conservación de su acervo fílmico y fotográfico.
Fue una sorpresa para su nieta descubrir todo lo alcanzado por su abuelo, “porque él sólo decía que se iba [de viaje] por trabajo. Resultó que su ‘viajecito a París’ era para un premio de cine submarino, o que lo reconocieron como el cuarto mejor buzo del mundo, eso no me lo decía; yo sólo vi a un abuelo trabajador”.
“Tan inocente era mi relación con él que, hasta que muere, conozco a este fenómeno llamado Ramón Bravo. [Durante el velorio] Veo desfilar a personajes importantes por su casa y digo ‘¡Caray, este hombre estaba canijo!’”, aseguró Lowry.
En octubre de este 2025 se cumplen 100 años del nacimiento del nadador, escritor y periodista coahuilense, y aunque no nos zambullimos en su trabajo literario y cinematográfico, basta con revisar sus trabajos en EL UNIVERSAL o escuchar las anécdotas que cuenta su nieta para saber que el fenómeno de Ramón Bravo Prieto fue único e irrepetible.

- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Entrevista con Lowry Hosanna Bravo Ruíz, nieta de Ramón Bravo Prieto