Dentro de la compleja relación entre México y Estados Unidos se esconde un pasaje rodeado de nepotismo y versiones encontradas. En 1931, los estudiantes mexicanos Emilio Cortés Rubio y Manuel García Gómez murieron a manos de policías estadounidenses; el primero era sobrino del entonces presidente Pascual Ortiz Rubio.
Estos asesinatos, cometidos en Oklahoma, obtuvieron una rápida respuesta por parte de ambos gobiernos y gran cobertura mediática, justo en tiempos donde miles de compatriotas eran tratados con vileza y explotación en la Unión Americana.
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Los jóvenes traían en su vehículo varias armas y municiones de “protección personal”, lo que complicó una simple intervención policiaca y terminó en su muerte. El caso provocó indignación, sobre todo cuando los responsables quedaron libres.


Todo ocurrió en una calle de Ardmore, Oklahoma
El historiador Abraham Hoffman realizó una amplia investigación sobre lo acontecido en 1931. Su libro, An Oklahoma Tragedy: The Shooting of the Mexican Students, recuperó todas las versiones de los hechos y fue nuestra principal fuente.
Al amanecer del 7 de junio de 1931, tres jóvenes mexicanos emprendieron un viaje desde Atchison, Kansas, hacia la Ciudad de México, en un Ford Cabriolet descapotable.
Los pasajeros eran Manuel García Gómez de 22 años, junto a los primos Emilio y Salvador Cortés Rubio de 20 y 24 años, estudiantes de excelencia en colegios estadounidenses y pertenecientes a familias influyentes. Los dos últimos eran sobrinos en segundo grado del entonces presidente mexicano, Pascual Ortiz Rubio.
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Para su protección personal, García Gómez traía consigo dos pistolas automáticas Colt calibre 0.38, una Derringer doble cañón calibre 0.41, una escopeta calibre 0.16, además de casi 500 municiones para diversas armas.

Pasadas las 11 de la noche, los estudiantes cruzaron por Ardmore, Oklahoma, y se detuvieron a mitad de E Street porque Salvador quería orinar. Los ayudantes de sheriff William Guess y Cecil Crosby notaron tal imprudencia cívica y decidieron abordarlos; ambos agentes vestían ropa de civil, sin ningún distintivo a la vista de su cargo.
Crosby salió de su coche e indicó a Salvador Cortés Rubio que no podía orinar en la calle; Guess permanecía en el vehículo policial, atento a lo que ocurría.
Según declaró el estudiante mexicano, ninguno de los agentes exhibió alguna identificación para acreditarse como oficiales, mientras que los estadounidenses aseguraron haber mostrado su placa; esa fue la principal contradicción del caso.
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Tras dialogar con Salvador, Crosby se acercó al Ford Cabriolet, donde vio a Emilio y Manuel en el interior. El agente notó que el más joven de los pasajeros tenía un revólver en las piernas e intentó arrebatárselo, provocando un forcejeo.

Sin saber bien qué ocurría, Manuel García Gómez abandonó el auto, escondiendo otra de las armas. Actuando en refuerzo de su compañero, William Guess se acercó a Manuel y, de acuerdo con su versión, vio al mexicano listo para abrir fuego; el oficial disparó primero, impactando de forma mortal en esternón y costillas.
Con García Gómez ya muerto, Guess miró dentro del coche. Según su testimonio, Emilio sacó otra pistola de su abrigo y tuvo que neutralizarlo con un disparo; el impacto dio en costillas y corazón, dejando al joven agonizando durante varios minutos.
Testigos aseguraron que Cortés Rubio ni siquiera sacó su arma y que el ayudante de sheriff disparó de forma premeditada, siendo otro de los puntos de conflicto en el caso.
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Como único sobreviviente, Salvador Cortés Rubio quedó bajo custodia y de inmediato notificó sobre su situación a Pascual Ortiz Rubio y a la embajada. Al día siguiente y ante la posibilidad de ser imputados por homicidio, William Guess y Cecil Crosby renunciaron a su puesto en la comisaria y se prepararon para cualquier acción legal.

Autoridades de México y Estados Unidos reaccionaron de inmediato
El suceso llegó a primera plana de EL UNIVERSAL el 9 de junio, con la declaración de Salvador Cortés Rubio sobre que Guess y Crosby parecían “bandidos” y no policías.
“Dejaron a Emilio tirado en el pavimento, ahogándose. Uno de ellos arrastró a Manuel por los pies; los policías emplearon extremada rudeza y me trataron muy mal”, afirmó.
La respuesta de México fue veloz. Pocas horas después del encuentro en E Street, el diplomático Pablo Herrera de la Huerta envió un telegrama al Departamento de Estado de EU para notificar que el presidente Ortiz Rubio ya sabía del “asesinato a tiros” de dos jóvenes mexicanos y que, a su parecer, los fallecidos “no cometieron acto alguno que justificara el uso de las armas”; exigió esclarecer el hecho.
Al presentir una crisis internacional, el Departamento de Estado solicitó al gobernador de Oklahoma, William H. Murray, indagar a fondo sobre lo ocurrido en Ardmore.
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Para el anochecer del 8 de junio, el presidente Herbert Hoover envió sus condolencias a Pascual Ortiz Rubio. “Acabo de enterarme con profundo pesar de que dos estudiantes mexicanos, uno de ellos familiar de Su Excelencia, fueron asesinados esta mañana en Ardmore, Oklahoma. He ordenado una investigación minuciosa de las circunstancias de este lamentable incidente”, dictó el corto mensaje.

El mandatario mexicano contestó igual de pronto. “Recibo con gran gratitud el mensaje en el que Su Excelencia tiene la amabilidad de expresar su pesar por el incidente que causó ayer la muerte en Oklahoma de dos estudiantes mexicanos, uno de ellos pariente mío, y le agradezco mucho su amabilidad al informarme que ordenó una investigación minuciosa de este lamentable suceso”, telegrafió.
An Oklahoma Tragedy recuperó las primeras declaraciones de William Guess, quien estaba “bastante alterado” tras el suceso. “Estoy desconsolado, pues causé la muerte de dos jóvenes buenos; mi consejo es ‘por amor de Dios, no carguen armas’”, comentó.
Habitantes en ambos lados de la frontera sospecharon que las muertes de Emilio y Manuel se debían a la persistente discriminación contra mexicanos que se veía en esos tiempos, cuando miles de compatriotas eran deportados de forma masiva.
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El Departamento de Estado negó de inmediato tal idea: “la nacionalidad extranjera de los jóvenes no influyó en el suceso, los agentes desconocían su origen al momento del tiroteo. Sería el mismo resultado si los jóvenes fueran estadounidenses”.

Por otro lado, también hubo molestia por la inmediata respuesta de las autoridades, asumiendo que tal urgencia sólo se destinaba a familias influyentes. El diario La Prensa mencionó “si las víctimas hubieran sido anónimas, aunque de la misma honorabilidad que aquellos, el caso hubiera pasado inadvertido, como muchos otros”.
En su edición del 14 de junio, el diario La Opinión afirmó que varios políticos mexicanos “criticaron a Estados Unidos por la violencia [en su territorio] y por fracasar al momento de proteger a gente inocente”, además de insinuar que la actitud de Herbert Hoover no sería tan laxa si agentes de México asesinaran a su sobrino en nuestro país.
Para el 15 de junio de 1931, EL UNIVERSAL publicó la agresiva reflexión del abogado y político mexicano, Nemesio García Naranjo, a quien no le extrañó que “un gendarme prive de la vida a un hombre en Oklahoma. En ninguna parte del mundo, la policía es tan arbitraria y brutal como en esa entidad norteamericana”.
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“El acto bárbaro de los policías [William] Guess y [Cecil] Crosby pone de manifiesto la verdadera naturaleza de un pueblo que no se acaba de domesticar. [El asesinato de los estudiantes] sólo fue resultado de una erupción de barbarie”, afirmó García Naranjo.

Se les despidió como héroes
De acuerdo con el libro An Oklahoma Tragedy, el gobernador William H. Murray dedicó especial atención a lo ocurrido con Emilio Cortés Rubio y Manuel García Gómez. El erario público pagó por sus funerales y gastos de traslado hacia Morelia, Michoacán.
Para el 10 de junio, los restos de los estudiantes recibieron una fastuosa despedida en un templo de Oklahoma, rodeados de flores, habitantes y reporteros. Se afirmó que “la presencia de extranjeros en escuelas estadounidenses es un gran complemento educacional” y se justificó que llevaran armas, pues “hay tantos asaltos en carretera y estos jóvenes estaban asustados de viajar sin protección”.
Según recuperó Abraham Hoffman, los cuerpos de Cortés Rubio y García Gómez salieron de Ardmore con “dos aeronaves sobrevolando y lanzando flores sobre su tren”, acompañados por el coronel Charles E. Clowe y el hijo del gobernador, Messena Murray. Su plan era llevar los restos hasta Michoacán y dar el pésame a las familias.
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Para desgracia de los oklahomenses, medios como EL UNIVERSAL advirtieron del sentimiento anti-estadounidense que surgió en Morelia y otras ciudades tras los asesinatos, con la amenaza de sortear agresiones y protestas si entraban a México.

Entonces, por recomendación de la Secretaría de Relaciones Exteriores y del Departamento de Estado, ningún emisario de Oklahoma cruzó la frontera con México. Los restos llegaron a Tamaulipas el 11 de junio y dos días después a Michoacán.
El 14 de junio de 1931, EL UNIVERSAL describió el último adiós a los dos estudiantes, con “infinidad de personas, la mayoría alumnos universitarios y funcionarios públicos, recibiendo los cuerpos y formándoles una valla desde la estación de trenes hasta la ciudad [de Morelia]”. El diario La Opinión informó que, “con el arribo de los cadáveres, el comercio cerró hoy sus puertas, lo mismo que las oficinas públicas”.
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El velorio se realizó en sus respectivas casas. Según datos de EL UNIVERSAL, decenas de mexicanos hicieron guardia a los cuerpos, incluyendo todos los trabajadores públicos de Morelia, quienes siguieron la orden del entonces gobernador Lázaro Cárdenas de presentar sus respetos a los fallecidos; el entierro se realizó el 14 de junio.

Ardmore realizó un juicio “de carnaval”
Lo más polémico de este incidente ocurrió con el proceso legal contra William Guess y Cecil Crosby. Tras una audiencia preliminar se determinó que cada acusado tendría su juicio por separado y ambos tuvieron que pagar una fianza de 25 mil dólares; los habitantes de Ardmore ayudaron a cubrir los montos.
El primero en ser juzgado fue Guess, por la muerte de Emilio Cortés Rubio. Curiosos y periodistas abarrotaron la pequeña sala de justicia e incluso personas de otros condados llamaron para “reservar asientos”, como si de un espectáculo se tratase.
Según An Oklahoma Tragedy, el ambiente era casi de carnaval, con cupo para 250 asistentes dentro del juzgado y muchos más afuera. Al interior se vendían sándwiches y gaseosas, mientras dos mujeres terminaban en el suelo, desmayadas por el calor.
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El diario La Opinión afirmó que varias agencias periodísticas instalaron hilos de telégrafo en el juzgado para no perderse nada de este “sensacional caso, del cual están pendientes los gobiernos de México y la Casa Blanca”.

El primer interrogado fue Salvador Cortés Rubio. El destacado mexicano aseguró que ni Crosby o Guess se identificaron como oficiales y que, al estar frente al vehículo, las luces le impidieron ver lo que ocurría con sus acompañantes.
Entre los testigos también estuvo Cecil Crosby, quien sostuvo que sí mostró su placa a los mexicanos y que tanto él como Guess actuaron de acuerdo a la ley.
Cuando llegó el turno del acusado, reafirmó que Manuel García Gómez salió del vehículo listo para disparar, por lo que actuó primero. También aseguró que Emilio Cortés Rubio sí sacó un arma de su abrigo y tuvo que reaccionar con un disparo.
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Uno de los fiscales le cuestionó “¿No sabes que ese chico [Emilio] no intentó dispararte? ¿Que le disparaste sin motivo alguno?”, a lo que Guess contestó: “si él no hubiera hecho algún movimiento con la pistola, estaría vivo”. “Pensé que nos enfrentábamos a una banda de secuestradores”, sostuvo el oficial.

En los alegatos finales, la fiscalía advirtió al jurado que “tienen los ojos de dos gobiernos sobre ustedes”, mientras la defensa afirmó que esta tragedia sólo fue “una combinación de identidad malinterpretada, […] pero William Guess sólo tenía dos opciones para actuar: desarmar a los estudiantes ‘o correr como cobarde’”.
De acuerdo con EL UNIVERSAL, el jurado debía decidir entre declarar culpable al ayudante de sheriff por homicidio en primer grado, con una posible condena perpetua o pena de muerte; culpable en segundo grado, con mínimo cuatro años en prisión; o absolverlo. Después de un día de deliberación, se dictó “no culpable”.
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Los siguientes juicios fueron más rápidos. Se desechó el caso contra Cecil Crosby por la muerte de los dos jóvenes y se descartó la acusación contra Guess por el asesinato de García Gómez; para finales de 1931, los dos hombres quedaron libres de culpa.

Todo quedó en una disculpa monetaria
El 20 de noviembre de 1931, Manuel C. Téllez, embajador de México en EU, envió una carta al Departamento de Estado: “mi gobierno considera que el asesinato de Emilio Cortés Rubio y Manuel García Gómez a manos de agentes de policía […] [fue por] uso indebido y descuidado de armas de fuego [por parte de los oficiales], evidenciando su absoluto desprecio por la vida humana”, afirmó.
A nombre de nuestro país, Téllez exigió una sanción contra Guess y Crosby, afirmando que hubo “negligencia para asegurar un castigo”, así como una “satisfacción adecuada para México como nación amiga”.
En respuesta a la carta, el gobernador William H. Murray sostuvo que “ya no se puede hacer más de lo que ya se hizo. Sé que no hubo prejuicio alguno de parte del jurado de Ardmore y […] la evidencia mostró la inocencia de los sheriffs en el asesinato”.
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Según recuperó An Oklahoma Tragedy, tras la absolución de ambos oficiales, el Departamento de Estado propuso pagar una indemnización de 15 mil dólares a las familias de los estudiantes para resarcir el daño, pero sin aceptar la culpabilidad.

La Cámara de Representantes encabezó un álgido debate sobre la indemnización, argumentando que los estadounidenses afectados por abuso policial apenas recibían 5 mil dólares, que era mucho dinero para dos familias acaudaladas y que no era responsabilidad del gobierno federal pagar la indemnización, sino de Oklahoma.
A pesar de muchas opiniones en contra, el 25 de abril de 1933, el Departamento de Estado emitió un cheque por 30 mil dólares para la embajada de México; 15 mil para los Cortés Rubio y otros 15 mil para los García Gómez, “como un acto de gracia y sin referencia a la responsabilidad legal de los Estados Unidos”. Así concluyó el caso.
Tras el fin del juicio, Cecil Crosby se mudó a otra parte de Oklahoma, donde continuó como miembro de la fuerza pública hasta su muerte, en 1962. William Guess se mudó a California y fue jefe de policía al sur del estado; en sus últimos años de vida regresó a Oklahoma y trabajó como velador hasta que falleció a principios de los 50.
Mientras el asesinato de Emilio Cortés Rubio y Manuel García Gómez obtuvo un mínimo grado de justicia, miles de mexicanos sin apellidos importantes sufrieron abusos por parte del gobierno estadounidense durante las inclementes deportaciones masivas, quedando en el olvido otras tantas injusticias contra nuestros compatriotas.

Para agosto de 1931, los cantantes mexicanos Ramos y Ortega escribieron el corrido “La Tragedia de Oklahoma”, sobre la muerte de los dos mexicanos. Fuente: YouTube.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Hoffman, A. (1987). An Oklahoma tragedy: the shooting of the Mexican students, 1931. EU: University of Texas.
- Library of Congress
- Shooting of Manuel García Gómez and Emilio Cortéz Rubio - Historical Documents/Office of the Historian, Department of State.