Según Winston Churchill, la victoria más importante de una guerra es ganar la paz. La Europa del esplendor intelectual y ejemplo de potencia económica de la revolución industrial de occidente estaba devastada al término de la Segunda Guerra Mundial. La guerra destruyó caminos, vías férreas, puertos, plantas industriales, zonas urbanas y ciudades enteras, pero lo más importante fue la pérdida de vidas, que dividieron a una sociedad deprimida y herida física y moralmente.
La capacidad de recuperación de la sociedad europea dependía de una transformación donde los liderazgos de guerra aceptaran reorientar sus esfuerzos para ser constructores de paz.
La síntesis de este proyecto fue el conocido Plan Marshall, mediante el cual a gran velocidad y con una inversión sin precedente se reconstruyeron ciudades enteras; las fábricas de guerra regresaron a sus productos industriales, las finanzas y el comercio retomaron el papel fundamental de motores de la economía. Reconstruir las ciudades y las industrias era tan importante como reconstruir la autoestima y la unidad de la sociedad.
Aquella Europa dividida tenía los líderes que, desde el primer día de paz, veían una región unida, integrada y cooperativa en forma recíproca. Gradualmente se superaron las barreras comerciales internas, se flexibilizaron las aduanas, se privilegió la educación, la inversión en ciencia y el desarrollo tecnológico. En pocos años, Europa volvió a ser un motor importante de la economía mundial.
Cuatro décadas después de la guerra, la Alemania dividida se unificó, el muro soviético empeñado en imponer una ideología que favorecía lo colectivo en detrimento de lo individual, sobreponiendo al Estado sobre el mercado y gobernando con exceso de autoridad y ausencia de democracia, no logró trascender a la última década del siglo XX. Caídos los muros, se elevaron las voluntades de esos pueblos y se hizo pública la aspiración social por la libertad económica, la democracia competitiva y la superación a través de la educación y el trabajo.
Hoy en Europa es preocupante escuchar cómo resuenan tambores de guerra en los discursos de sus gobernantes. Como nunca antes, en ocho décadas, sus líderes están enfrascados en una retórica bélica, en una percepción de amenaza que obliga a reordenar las jerarquías de gasto hacia la defensa y el equipamiento militar. Una actitud que se percibe como acto de hostilidad ante la sospecha del recrudecimiento de un riesgo latente.
No lejos de esa región, en amplias zonas de Ucrania, Siria, Israel y Gaza se ha llegado a niveles de destrucción y desencuentros sociales que reclaman urgentemente estadistas visionarios, dispuestos a suspender la violencia y reconstruir la concordia entre esos pueblos. Son regiones donde grandes grupos sociales requieren urgentemente de un nuevo enfoque orientado hacia la paz y la reconstrucción de condiciones de vida digna, instalaciones e infraestructura modernas y modelos de convivencia armónica, tolerante y pacífica.
La hazaña histórica de la reconstrucción de Europa impulsada por Churchill, Eisenhower, De Gaulle y Adenauer, hoy deberíamos recordársela a los líderes del mundo, pues la historia juzga severamente a quien destruye y premia permanentemente a quien construye.
Rúbrica. Tláloc en su apogeo. Nos recuerda el origen del paisaje original de la gran Tenochtitlan.
Político y escritor. @AlemanVelascoM
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