En México se necesitan 46 años de trabajo promedio para pagar una vivienda promedio, aún sin intereses bancarios. En 2017 se necesitaban 32 años. Es claro que la crisis de vivienda se ha agravado exponencialmente en sólo unos años.
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Hace un par de años, publiqué algunas cifras sobre cómo la vivienda en México se había vuelto cada vez más imposible de acceder para la gran mayoría de la población. Sorprendentemente (o no), la situación de la crisis de vivienda, y su relación con los salarios, puede ponerse aún peor. Mucho peor.
Con cifras al primer trimestre del año actual, encontramos que el precio promedio de la vivienda en México es ya de $1.9 millones de pesos, frente a un salario promedio en el país de $10 mil pesos mensuales (sin tomar en cuenta el alto porcentaje de la población que trabaja sin remuneración económica).
Podemos hacer una comparativa fácil de entender sobre la relación entre salarios y precios de vivienda de la siguiente forma: Si una tercera parte del salario promedio mensual fuese dedicada al pago de una vivienda, ¿Cuántos años tardaría en pagar una vivienda de precio promedio? Ojo: lo anterior aun suponiendo que no se cobren intereses crediticios por dicha vivienda, y que no se tiene que reunir antes el monto para un enganche (que puede llegar a ser de entre 10 y 20% del valor total de la vivienda).

Según el indicador ya descrito, para el año 2025, en México se necesitan 46 años de trabajo promedio para pagar una vivienda promedio. Esto muestra que, en realidad, las viviendas promedio en el país son prácticamente inalcanzables para la persona trabajadora promedio.
Además, esto empeoró rápidamente en los últimos años: en 2017, este indicador de salarios frente a precios de vivienda era de 32 años. Lo anterior da evidencia de que, aunque claramente ya era difícil acceder a una vivienda asequible en dicho año, aun así, en sólo ocho años empeoró en 44% dicha relación.
Dicho promedio nacional oculta diferencias muy amplias entre los estados del país. Mientras que, para 2025, en Tamaulipas el indicador llega “solamente” a 24 años, en Durango a 28 años y en Colima a 30 años, los estados donde es más grave la relación “salarios vs precio de vivienda” son Morelos, con 71 años, seguido de Ciudad de México con 65 años, luego Oaxaca, Yucatán, Puebla y Querétaro. En el mapa de abajo se puede ver con detalle el dato para cada estado.
Habría que resaltar uno de los límites del indicador: está construido con base a promedios estatales, y no refleja sólo la situación en sus capitales o ciudades donde el precio de la vivienda ha acelerado más durante los últimos años. Así, puede que estados como Jalisco o el Estado de México estarían mucho más arriba en el ranking si no se mezclaran los datos rurales y urbanos, o de ciudades con mayores efectos de la crisis de vivienda con otras donde estos no son tan claros.
Por último, veamos cómo ha evolucionado el indicador a nivel estatal durante los últimos años. En la comparativa entre 2017 y 2025, el estado donde más ha empeorado la relación salarios y precios de vivienda es Yucatán, que pasó de 31 a 58 años, es decir, un empeoramiento de las condiciones para adquirir una vivienda de casi 90%. Seguido está Nayarit, que pasó de 27 a 52 años. Luego le siguen Baja California Sur, Oaxaca, Jalisco y Morelos.
Aunque cada caso local tiene particularidades, en realidad es claro que hay distintos factores que se asocian en mayor o menor medida con este empeoramiento de las posibilidades de acceso a la vivienda: la especulación, la financiarización y la desregulación del mercado inmobiliario, la turistificación de las ciudades, la gentrificación de diversas zonas de las ciudades y, obviamente, un mercado laboral cuyos salarios de ninguna manera se asocian con el avance del precio de las viviendas.
Ya en otras ocasiones he hablado de algunas políticas de vivienda a nivel nacional y local que podrían llevar a una ruta de mejora en el acceso a las viviendas. Más allá de eso, lo que es claro es que no habrá políticas públicas radicales en el tema de la vivienda (sobre todo que realmente toquen los intereses de los capitales en el mercado inmobiliario), sino se logra coordinar una exigencia nacional desde colectivos y movimientos sociales alineados bajo una agenda mínima común. Esto es lo que intenta plantear la ReNVi (Red Nacional por la Vivienda), de la que hablamos anteriormente, que por cierto ya está poniéndose en marcha y seguramente pronto podremos ver sus frutos.