Observar el estatus de Gaza exige un esfuerzo por reconocer lo que sí se ha logrado para detener, al menos por ahora, la devastadora guerra que llevaba dos años en curso. Al mismo tiempo, requiere evaluar las posibilidades de avanzar hacia fases más constructivas que generen acuerdos duraderos, así como los riesgos que emergen a diario y los escenarios que estos riesgos configuran. El resumen es este: seguimos ante una tregua frágil. Aunque claramente se desarrolla una nueva fase compleja que, por el momento, parece alejarse de una escalada mayor, persisten signos que podrían derivar en escenarios de inestabilidad prolongada, con apenas algunos focos de estabilidad relativa. El camino hacia una paz sostenible se abre, pero plagado de obstáculos. A continuación, explicamos los detalles.

1. Lo que se buscaba. El punto de partida fue el plan de 20 puntos de Trump. Su fase inicial consistía en que Hamás liberara a todos los rehenes israelíes y de otras nacionalidades —vivos o muertos— a cambio del cese de hostilidades por parte de Israel y la liberación de miles de prisioneros palestinos en cárceles israelíes. Esto incluiría además el repliegue parcial de las tropas israelíes hacia una línea acordada dentro de Gaza. En fases posteriores, se contemplaba: (a) la transferencia del gobierno de Gaza a un cuerpo “apolítico” de tecnócratas palestinos; (b) el desarme de Hamás, con garantías de salvoconducto para sus miembros que decidieran salir de Gaza, y en caso de que el proceso ocurriera en paz, amnistía o garantías de no persecución para quienes optaran por quedarse; (c) la entrega de las funciones de seguridad a una fuerza multinacional —compuesta principalmente por países árabes y musulmanes— encargada no de “mantener” la paz como “cascos azules”, sino de forzar el cumplimiento de las condiciones pactadas, en particular el desarme de Hamás; y (d) la creación de un órgano internacional presidido por Trump —con figuras como Tony Blair— responsable de supervisar la reconstrucción, garantizar condiciones de paz y delinear un camino viable hacia “las legítimas aspiraciones nacionales palestinas”.

2. Lo que el plan no contempla. El plan no menciona a otras agrupaciones como la Jihad Islámica ni a los demás grupos militantes que participaron en los atentados del 7 de octubre, bajo el supuesto de que se ajustarían a las condiciones pactadas por Hamás. Tampoco incluye a Cisjordania —ni la presencia de células de Hamás o de la Jihad Islámica en ese territorio—, ni aborda mecanismos de justicia transicional. Mucho menos plantea procesos de rendición de cuentas por las acciones de las partes. Todos esos temas, según se entiende, quedarían pendientes para un futuro indefinido. Por ahora, los puntos señalados anteriormente eran los esenciales para poder avanzar.

3. Lo que sí se ha logrado. Pese a las limitaciones, es importante reconocer lo que sí se consiguió, y no es menor. Primero, se alcanzó un cese al fuego que, a diferencia de los anteriores, no parece ser solo una pausa temporal, sino que podría representar un cambio real de fase en el conflicto. Es decir, reanudar las hostilidades al mismo nivel de intensidad no es imposible, pero sí parece cada vez menos probable. Segundo, se logró el intercambio de rehenes israelíes por prisioneros palestinos, así como el repliegue —al menos parcial— de las fuerzas israelíes. Tercero, se permitió el ingreso de ayuda humanitaria a niveles comparables con los del alto al fuego de enero, y cientos de miles de personas en Gaza han podido comenzar a regresar a sus localidades. Finalmente, y quizá lo más relevante, se abre un camino plausible para empezar a hablar de reconstrucción, transición y, eventualmente, de negociaciones futuras sobre los temas de fondo.

4. Cómo se logró. Para alcanzar lo anterior, Trump tuvo que aceptar y forzar el “sí, pero…” con el que Hamás respondió a su plan de 20 puntos. En la práctica, esto significó reconocer que Hamás no aceptaba la totalidad de la propuesta, sino solo una parte de ella. Aun así, Trump presionó a Netanyahu y a su gabinete —muy secuestrado por la extrema derecha— para que aprobaran el acuerdo parcial, incluso sabiendo que el futuro de los demás componentes del plan permanecía incierto.

5. La posición de Hamás. Lo que era previsible terminó ocurriendo: Hamás —particularmente su rama militar en Gaza, distinta de la rama política con sede en Doha que supuestamente negocia en su nombre— no solo se negó y sigue negándose a entregar las armas mientras no se establezca un Estado palestino, sino que además aprovechó el cese al fuego para salir de los túneles, exhibir su presencia, enviar un mensaje de supervivencia y resistencia, y con ello, reafirmar su control sobre la Franja.

6. Una señal de poder. El asunto no es menor. Una vez más, la organización logra proyectar fuerza, poder y resiliencia, a pesar de haber enfrentado dos años de combates intensos, la muerte de sus principales líderes, el reemplazo constante de mandos —tres o cuatro veces— y la pérdida de decenas de miles de combatientes. Aun así, ha conseguido reclutar a miles más para continuar la lucha, mostrando que su capacidad operativa, aunque mermada, sigue viva.

7. El balance para los objetivos de Israel. En resumen, de las metas expresadas por Netanyahu, lo que sí se consiguió fue la recuperación de los rehenes —aunque decenas de ellos murieron en el proceso— y, quizá, habrá que verlo, una eventual transición de gobierno en Gaza. Pero no se logró la erradicación de Hamás: ni su desaparición de la Franja, ni el fin de su control territorial o de su fuerza política, mucho menos su destrucción como organización.

8. Las milicias y el cese al fuego. Por consiguiente, debemos asumir que, mientras existan milicias y células armadas tanto en Gaza como en Cisjordania, es difícil imaginar que Israel se retirará militarmente de esos territorios. Esa realidad plantea un enorme desafío no solo para la permanencia y durabilidad del cese al fuego, sino también para la viabilidad de los demás componentes del plan de Trump.

9. Cambios en el escenario político israelí. En el plano interno, las condiciones políticas en Israel han cambiado. Aunque Netanyahu sigue siendo profundamente impopular, sus niveles de aprobación aumentaron tras la liberación de los rehenes. Además, el entorno político generado por Trump y su iniciativa obligó a los ministros más extremistas del gobierno israelí a moderar su oposición a los acuerdos, lo que, al menos por ahora, ha neutralizado sus amenazas sobre el propio Netanyahu.

10. Opinión pública y desgaste. Este fenómeno también responde a que, según las encuestas, una amplia mayoría de israelíes apoyaba el acuerdo para la liberación de los rehenes y, aun después de concretarse, sigue respaldando el cese al fuego pese a sus riesgos y complicaciones. Sin embargo, la mayoría de la población desea elecciones anticipadas, lo que podría poner en jaque la supervivencia política de Netanyahu, considerando además que, según las mismas encuestas, la mayoría de los israelíes no desea verlo nuevamente en las boletas.

11. Incentivos para reanudar la guerra. Lo anterior cobra especial relevancia al considerar que una de las metas declaradas por Netanyahu —destruir a Hamás o, al menos, erradicar su control en Gaza— no se cumplió. En ese contexto, existen fuertes incentivos tanto políticos como militares para que el primer ministro reanude las hostilidades: prolongar su permanencia en el poder y, de paso, evadir los tres procesos judiciales que enfrenta actualmente en Israel.

12. El papel de Trump. Aun así, las probabilidades son que, mientras Trump mantenga el nivel de involucramiento que ha mostrado en las últimas semanas, frenará a Netanyahu para evitar una reanudación total de las hostilidades en los niveles previos al cese al fuego. No obstante, es probable que siga dando su visto bueno para operaciones israelíes limitadas, como las que actualmente se observan en Líbano.

13. Los escenarios. Considerando todo lo anterior, el escenario de una guerra total, similar a la de los últimos dos años, sigue siendo plausible, pero no el más probable. Por otro lado, podríamos también pensar en un escenario más optimista, en el que las partes mediadoras —especialmente Turquía y Qatar—, bajo la presión de Trump, logren el desarme de Hamás y, con ello, el cumplimiento gradual de los demás puntos del plan. Sin embargo, aunque ese desenlace no es imposible, tampoco parece hoy el más realista.

14. El escenario más probable. Como explicamos en este espacio hace unas semanas, el escenario más probable combina acuerdos parciales y cierta estabilidad relativa con focos persistentes de inestabilidad. En este contexto, Hamás podría entregar parte de su armamento —particularmente el ofensivo, como misiles y lanzadores—, pero no todo, y, por tanto, conservaría suficiente capacidad militar para mantener el control de zonas clave dentro de Gaza. Esto obligaría al ejército israelí a permanecer en la Franja y a continuar realizando bombardeos, ataques y operativos constantes contra Hamás y otras agrupaciones. Podría configurarse así una situación similar a la que Israel mantiene en Líbano —donde ha efectuado más de mil bombardeos contra Hezbollah tras el cese al fuego— y a sus operaciones regulares en Cisjordania. No habría una guerra frontal o total, pero tampoco habría paz.

15. Lo que viene. Aun dentro de ese escenario intermedio, es previsible que Trump busque avanzar hacia las siguientes fases de su plan, lo que incluiría el despliegue de una “Fuerza Internacional de Estabilización” y la conformación de un gobierno de transición en Gaza. Falta ver si todo ello logra concretarse. Sin embargo, dependiendo de lo que se consiga negociar con Hamás en medio de circunstancias tan complejas, podrían surgir numerosos retos para ambas iniciativas: desde la inefectividad gubernamental dada la imposibilidad para mantener el monopolio del uso de la fuerza, hasta, en un extremo, posibles enfrentamientos directos entre Hamás y las fuerzas internacionales.

Sobre estos temas enfocaremos nuestros próximos análisis.

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