El Premio Nobel de la Paz 2025 se constituyó desde su anuncio en un poderoso mensaje en favor de la democracia, precisamente en tiempos en que los regímenes autoritarios parecen cobrar una fuerza renovada.
La palabra premio sugiere una recompensa por méritos cumplidos, pero en el caso de María Corina Machado el reconocimiento llega en circunstancias críticas, en uno de los momentos más complejos de su lucha “en favor de los derechos democráticos del pueblo venezolano”, como dice el dictamen del Comité Noruego del Nobel.
Y es que cuando María Corina recibe la noticia de que se le ha otorgado esa distinción, está cumpliendo 15 meses de vivir en la clandestinidad, pesan sobre ella órdenes de captura, está inhabilitada para ocupar cargos públicos hasta 2030 y tiene 10 años de no poder estar con sus hijos, quienes viven en el extranjero debido a hostigamiento y persecución.
Así pues, en esta ocasión el Nobel de la Paz no es un laurel a una paz lograda sino el reconocimiento y validación de una lucha pacífica por los valores de la democracia, ese régimen de convivencia social y política normado por reglas equitativas y justas para el acceso al poder y su ejercicio y, sobre todo, diseñado para garantizar las libertades y los derechos de todos los integrantes de una nación.
Venezuela vive una larga etapa de deterioro: en los últimos años su Producto Interno Bruto ha decrecido en 1.5 por ciento en promedio anual; la deuda externa pasó de 30 mil millones de dólares en el año 2000 a 200 mil millones en 2023; y desde 2017 a la fecha han salido del país alrededor de ocho millones de personas huyendo de la pobreza, falta de trabajo, inseguridad e inestabilidad política.
Pero quizá el factor más grave de esta circunstancia sea la inamovilidad del grupo en el poder desde 1998, es decir, un régimen que ha decidido que en 27 años solo dos personas hayan ejercido la presidencia de Venezuela, un régimen que ha decidido entronizarse, para lo cual creó una constitución que facilita la perpetuación de quienes han hecho de la persecución y la represión, incluidos presos políticos, su garantía de permanencia.
Corina Machado y la lucha que lidera han ganado reflectores con el galardón, pero su realidad sigue siendo extremadamente adversa sólo por pensar diferente y decirlo ante un gobierno que proclama y exige adhesión y sumisión.
Las circunstancias eran otras hace dos años: el 23 de octubre de 2023, María Corina ganó, con 92 por ciento de los votos, las primarias del bloque opositor para competir con Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales de 2024.
Al día siguiente la fiscalía emprendió acciones para detener a una veintena de colaboradores de la candidata bajo los cargos de traición a la patria, asociación delictuosa, intento de magnicidio, terrorismo y conspiración golpista.
Mientras tanto, el Tribunal Supremo ratificó la inhabilitación política de Machado por 15 años que la Contraloría General dijo haber dictado desde 2015, sin notificárselo a la afectada.
Luego, el 28 de julio de 2024, sobrevinieron los comicios más controvertidos de la historia de Venezuela, cuyos resultados oficiales, sin ofrecer detalle de las actas, otorgaron el triunfo a Nicolás Maduro para un periodo que concluirá en 2031, cuando estaría cumpliendo 18 años en el poder.
En contraste, Corina Machado no sabe si podrá acudir a Oslo el 10 de diciembre a recibir el Premio Nobel de la Paz o si habrá de seguir la ceremonia no solo a la distancia sino en la clandestinidad.
Inflexión. Bien Trump por el cese al fuego; Netanyahu, abucheado; y Hamas, reprobable, matando gazatíes.
Especialista en derechos humanos. @mfarahg