Es sabido que las teorías buscan ejemplos afanosamente. Es común hacer toda clase de concesiones para tenerlos de su lado. A veces, la forma en que se presenta un mensaje supera al mensaje mismo, lo vuelve más convincente y eficaz. Por eso, no sorprende que el documental “PRI: crónica del fin” sea tema de conversación. Hay varios elementos que se conjugan: el tiempo de su publicación, los personajes que aparecen y la forma de acomodar los hechos.
Se estrena en un momento donde el PRI es odiado. No hay una sola encuesta en donde su popularidad pase del 40 por ciento (y eso ser muy generosos). De acuerdo con El Financiero, es la fuerza política menos popular del país. Las siglas son repudiadas y su liderazgo actual es el estandarte de la decadencia. Las historias del declive siempre interesan y más cuando el enemigo ya es parte del imaginario colectivo. Se cree, aunque los hechos muestren otra cosa, que todos los problemas del país son culpa del PRI. Y si tenemos personajes que tuvieron —o tienen— una cierta credibilidad diciéndonos todo esto, pues qué mejor.
Los personajes entrevistados le dan un tono peculiar al documental. Mientras lo veía, tenía la sensación de estar viendo el típico documental de la transición democrática (ese que narraba Woldenberg a principios de siglo) o del asesinato a Colosio. Son los mismos personajes, pero en otra trama. Los únicos nuevos son los del peñanietismo, pero no hay más. Las mismas personas narran los mismos sucesos, acaso con algunos giros inesperados: algunos detalles de los sexenios, algún ajuste de cuentas de larga data (el de Salinas a Camacho y a Cárdenas). Es la élite política que muchos imaginan que sigue controlando este país, aunque ya no tenga casi nada de poder. Y por eso llama la atención, porque exhibe una forma de hacer política, de crear y ejercer poder, que existía y tenía cierto misticismo, pero que ya no existe. Una vez que se democratiza el país, las formas que daban estabilidad al sistema sucumben ante la necesidad de obtener votos certeros. Así, el eje de la política nacional cambia: de un estilo dónde lo importante era saber qué hacer cuando se obtuviera el poder, a uno donde lo único que importa es cómo obtenerlo. Por eso es que no pululan los Muñoz Ledo en los Congresos, además de que México…todavía no es Inglaterra.
Insisto, el documental es eficaz porque da una visión muy simplista del declive del PRI. El PRI era un instrumento del Estado que se adaptaba al poder en turno, por lo tanto, su prestigio dependía de la acción del aparato estatal: cuando le iba mal al gobierno, le iba mal al PRI. Por eso las crisis del Estado eran, a su vez, crisis del partido. Pero eso, según el documental, no fue lo que lo llevó al fin, no, lo que lo enterró fue que llegó un no priista al poder. Zedillo aborrecía al partido, no apoyó a Labastida y perdió. Luego Peña fue muy frívolo y hubo mucha corrupción y ya. Ah, claro, y Peña puso a Alejandro Moreno y pues ahí están los resultados. El PRI, según esta línea, terminó por su propia falta de priismo.
Nada dice el documental sobre cómo Camacho, desde la regencia del D.F. desde 1988, recibía y apoyaba los plantones de Andrés Manuel López Obrador; y cómo su grupo, vía Marcelo Ebrard, tenían el control político de parte de la capital del país. Nada dice tampoco de lo que Jorge Castañeda ha dicho una y otra vez: Fox no quiso romper con el PRI y eso hizo que el PAN se fuera, poco a poco, mimetizando con el priismo. Ahí se gesta el PRIAN. Y algo fundamental que detectó ayer Raudel Ávila en Disidencia: no se menciona nada de los actores que se hicieron y vivieron a la sombra del PRI, quienes fundaron y hoy encarnan el morenismo. Resalta la visión de Aurelio Nuño cuando dice que desde el gobierno de EPN les faltó acompañar la idea que tenían del Estado con un movimiento político. No se hizo y ese vacío lo colmó AMLO.
Una última cosa: no se habla de cómo el PRI era un partido, a diferencia de lo que se cree, muy descentralizado. Su fuerza estaba en lo local. Esto lo sabe muy bien Rogelio Hernández, quien lo dice en su libro, Historia mínima del PRI, pero en todo el documental no se menciona la fuerza que tenía los gobernadores y otros líderes locales.
En suma, el documental sirve para dar un mensaje que no sorprende a nadie: el PRI tiene los días contados, pero nada más.
@MartinVivanco