Para ser una usuaria constante de redes sociales, Beatriz Gutiérrez Müller ya se tardó en salir a desmentir lo que para muchos es increíble: que luego de criticar y vapulear a la Corona Española por la Conquista de hace 500 años, ahora haya decidido mudarse a vivir a España, y no a cualquier lugar, sino a uno de los más lujosos, donde residen estrellas de cine, deportistas famosos y expresidentes, como Enrique Peña Nieto. El barrio se llama La Moraleja y cuenta con villas diseñadas por arquitectos de renombre, campos de golf firmados por Jack Nicklaus y colegios privados que cobran decenas de miles de euros al año.

Sí. Se trata de la esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, la misma que en abril de 2019, en nombre de su marido, firmó y envió una carta al rey Felipe VI y al papa Francisco exigiendo disculpas por “los abusos de la Conquista española”.

La misma que declaró en más de una ocasión que España debía reconocer los agravios cometidos contra los pueblos originarios de México y que, con tono encendido, acusó a la monarquía española de mantener un silencio “cómplice” ante aquella petición. Esa misma mujer se muda a Madrid, y como dijo en tono irónico el escritor español, Arturo Pérez-Reverte, lo hizo “violentando su honrada conciencia indigenista y la de su no menos honrado esposo”.

En su momento, Beatriz no se guardó frases polémicas: “Es tiempo de que España se disculpe por la invasión, por la imposición cultural y por la violencia”, dijo en un foro. Y en otra ocasión, reprochó públicamente a la intelectualidad española por minimizar lo que calificaba como “500 años de saqueo y dominación”. Incluso llegó a desestimar la relación con instituciones culturales ibéricas, marcando distancia bajo la premisa de “no necesitamos tutelajes”. Hoy, sin embargo, aparece solicitando residencia y nacionalidad española, con miras a instalarse junto a su hijo en un enclave de mansiones cuyo valor oscila entre los 6 y los 25 millones de euros.

La incongruencia es más que evidente: quien fue estandarte de un nacionalismo exacerbado y de un discurso de reivindicación histórica, ahora se traslada a un barrio de ultralujo ¿Cómo financiará esa vida? Esa es la pregunta que muchos mexicanos se hacen y que ninguno de los dos —ni ella ni su esposo (¿o exesposo?, porque hasta en eso hay misterio)— ha respondido.

Beatriz Gutiérrez Müller no es ni ha sido formalmente una funcionaria pública, por lo que no está obligada a presentar declaración patrimonial. Sus ingresos conocidos provienen de la docencia universitaria, conferencias y publicaciones académicas. Sin embargo, ninguno de esos rubros alcanza, ni remotamente, para sostener una vida en La Moraleja. En cuanto a López Obrador, siempre presumió vivir “con austeridad republicana”, con una pensión presidencial que rechazó y una vida modesta en su finca de Palenque. ¿De dónde saldrán entonces los millones de euros para pagar un chalet en Madrid y colegiaturas en universidades privadas?

La opacidad no es nueva. En 2021, cuando se le cuestionó sobre sus propiedades, Gutiérrez Müller respondió molesta que no tenía por qué rendir cuentas porque “no soy funcionaria”. Sin embargo, su cercanía con el poder la ha convertido en una figura política, con acceso a recursos y beneficios que no están al alcance de cualquier ciudadana. Hoy, su mudanza a España pone el reflector sobre esas cuentas pendientes. ¿Hay declaración de ingresos?, ¿hay registros de propiedades adquiridas legalmente?, ¿quién financia la vida de lujo que está por comenzar en Europa?

Más allá de la incongruencia, el caso Gutiérrez Müller exhibe un patrón común en la política mexicana y en Morena: la distancia entre el discurso y la práctica. Se critican los excesos de las élites, pero al dejar el poder se corre a imitar su estilo de vida. Se reclama soberanía y dignidad nacional frente a España, pero se termina abrazando la nacionalidad y residiendo en su barrio más exclusivo. Se predica austeridad republicana, pero se practica el lujo monárquico.

La mudanza de la (no) exprimera dama a La Moraleja —la urbanización que ha albergado a estrellas como Alejandro Sanz, Ronaldo, Isabel Preysler y al propio Peña Nieto— no es solo un asunto personal, sino un recordatorio de que en política las palabras se las lleva el viento, pero los actos quedan grabados en piedra.

Así, todos los integrantes de la familia más íntima López Obrador, han doblegado el discurso de austeridad y supuesta diferencia a los “otros” políticos con su estilo de vida. Llámese Andy, José Ramón, Bobby, Jesús Ernesto o Beatriz Gutiérrez, todos han desmostrado estar muy lejos de lo que predicaba el fundador de Morena.

Posdata 1

Este lunes, en Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum se reunirá con dos de los personajes más polémicos y aún poderosos de Morena: Adán Augusto López y Ricardo Monreal. Oficialmente, la cita es para definir la agenda legislativa, con énfasis en la reforma electoral, aunque se espera que el encuentro sea también un ejercicio de catarsis en torno a los escándalos y futuros inciertos de ambos.

Para Adán Augusto, exsecretario de Gobernación y excandidato presidencial frustrado, los días como coordinador de los senadores de Morena —y, por ende, como presidente de la Mesa Directiva— parecen estar contados. Se anticipa su salida después de septiembre u octubre. En los pasillos diplomáticos ya suenan dos posibles destinos: la Embajada de Francia o la de Portugal, movimientos que se leen más como una salida decorosa que como un premio.

En contraste, Ricardo Monreal, que hace apenas unos años aparecía como un aspirante serio a la Presidencia, ha optado por bajarse del escenario político. Anunció que su carrera política está en “proceso de salida” y que no volvería a disputar ningún espacio, con lo que sepulta definitivamente cualquier aspiración presidencial y deja atrás décadas de maniobras, rupturas y reconciliaciones dentro del sistema.

La reunión de este lunes, entonces, no solo servirá para acordar la ruta legislativa en torno a una de las reformas más importantes del sexenio de Sheinbaum. También será un espacio en el que la presidenta marcará el paso a dos figuras que, aunque en su momento fueron piezas clave del lopezobradorismo, hoy cargan con desgaste político y un destino que se juega entre la diplomacia y el retiro.

Posdata 2

En Puebla ya comenzó a correr un rumor que amenaza con salpicar a otro miembro del clan Bartlett-Abdalá. Se trata de Rodrigo Abdalá Dartigues, actual delegado de los Programas Federales del Bienestar en Puebla y sobrino político de Manuel Bartlett Díaz, exdirector de la CFE, y de su esposa Julia Abdalá.

Abdalá Dartigues ha hecho carrera a la sombra de la pareja, combinando relaciones políticas con negocios locales. Pero su ambición no ha pasado inadvertida. El extinto gobernador Miguel Barbosa lo advirtió en su momento y en 2021 llegó a gestionar directamente en Palacio Nacional su destitución como delegado, ante lo que consideraba un exceso de protagonismo y cálculo político. A pesar de ello, Rodrigo recuperó el cargo y hoy repite las mismas prácticas, con miras a convertirse en candidato de Morena en el próximo proceso electoral.

La presencia de Abdalá comienza a convertirse en un lastre para la presidenta de Morena, Luisa María Alcalde, quien carga con la responsabilidad política de mantener a raya a delegados incómodos. En paralelo, en redes sociales circulan imágenes y señalamientos de presuntas negociaciones de Rodrigo con la presidenta del Congreso local, Laura Artemisa García Chávez, con vistas a la contienda de 2027.

Se dice que a Rodrigo Abdalá se le “queman las habas” por aprovechar el capital político que aún ostentan en Puebla Manuel Bartlett y Julia Abdalá. Sin embargo, en un escenario donde la justicia y las pugnas internas de Morena se entrelazan, su futuro político podría estar pendiendo de un hilo.

Posdata 3

Otra vez el desabasto en Pemex. Resulta que en la empresa que dirige Víctor Rodríguez hay gasolina en las terminales, pero no suficientes autotanques para llevarla a las estaciones. Esto se evidenció la semana pasada con escenas de escasez de combustible en regiones del país que poco tienen que ver con la producción o importación, y mucho con una estructura de distribución cada vez más frágil.

Los números y las denuncias apuntan a un coctel explosivo, que incluye adeudos millonarios a transportistas privados que han reducido o suspendido sus servicios; pipas propias fuera de operación por falta de mantenimiento; y bloqueos sindicales que impiden cargar combustible en terminales estratégicas. A esto se suma la inseguridad en carretera, el robo de autotanques y una dependencia creciente del transporte por camión, ante la caída en la operación de ductos afectados por el huachicol.

El desabasto reciente en la Ciudad de México, Estado de México y Chiapas hizo evidente que hay combustible en inventario, pero no hay pipas suficientes para moverlo. Por esta situación, algunas estaciones limitaron la venta a 20 litros por cliente, lo que generó largas filas de automovilistas y especulación en el mercado negro.

La presidenta Claudia Sheinbaum insiste en que se trata de un problema transitorio y que Pemex tiene los recursos para estabilizar la cadena. Sin embargo, en la práctica el retraso en pagos, la dependencia de contratistas y la falta de inversión en infraestructura logística muestran que el verdadero talón de Aquiles de la petrolera no está en los pozos ni en las refinerías, sino en la última milla: la que conecta el inventario con la bomba de gasolina.

Por cierto, respecto a los adeudos con contratistas y proveedores, si bien la presidenta dijo hace unos días que en lo que va del año se han pagado cerca de 230 mil millones de pesos, al cierre del segundo trimestre de 2025, Pemex todavía arrastra una deuda comercial de 431 mil millones de pesos, tras haber cerrado 2024 con un saldo de 506 mil millones.

Además, organismos empresariales como AMESPAC advierten que el pasivo real podría superar los 20 mil millones de dólares (unos 374 mil millones de pesos al tipo de cambio actual) y que, si no se estabilizan los flujos de pago, la producción y la cadena de suministro corren riesgo.

En medio de los anuncios de rescate, los petroleros saben que el problema no es solo financiero sino de confianza.

Posdata 4

Este viernes, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) cumplió 90 años convertido en una de las organizaciones obreras más longevas e influyentes del país. Desde su fundación, en 1935, ha sido pieza clave en la construcción de Pemex y en la consolidación del sector energético.

En nueve décadas, el STPRM ha vivido transformaciones profundas: del sindicalismo de corte cardenista a las etapas de excesos corporativos que marcaron al siglo XX. Hoy, encabezado por Ricardo Aldana, el sindicato busca reinventarse y reposicionarse como un actor moderno y cercano a las necesidades de los trabajadores. El dirigente, con décadas de experiencia en el sector, ha marcado distancia ha impulsado una agenda de mayor rendición de cuentas y de apoyo a Pemex en uno de sus momentos más complejos.

El 90 aniversario no es solamente un festejo simbólico, también es la oportunidad de relanzar la identidad de los petroleros frente a los desafíos de la transición energética, la competencia global y la presión financiera sobre la empresa productiva del Estado. Aldana ha sido claro en que el sindicato debe ser parte de la solución, no del problema, y que la fuerza laboral es el mayor activo con el que cuenta Pemex para salir adelante.

@MarioMal

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