La colusión entre regímenes autoritarios y el crimen organizado no es incidental sino estructural. Responde a una lógica de supervivencia política, resistencia al orden internacional y expansión de poder por medios no convencionales.
En un mundo multipolar, estas redes representan una nueva forma de poder oscuro donde la criminalidad se convierte en una geoestrategia.
La lógica política tiende a priorizar la seguridad del régimen, la concentración de poder y la expansión de influencia sobre los principios del derecho internacional o los valores democráticos; el crimen trasnacional se convierte entonces en una herramienta útil para esos fines.
Un medio para obtener recursos, evadir sanciones y desestabilizar adversarios.
En el caso mexicano es alarmante cómo en los últimos siete años hay una simbiosis, metafóricamente hablando, porque el Estado y el crimen organizado se fusionan parcialmente. Ambos actores se necesitan y se benefician mutuamente. Una relación de conveniencia en la que ambos sobreviven gracias al otro.
El riesgo latente es que puede derivarse en una dependencia o incluso cooptación cuando uno llegue a dominar al otro completamente. Este escenario está contemplado en los despachos estratégicos del gobierno de los Estados Unidos y no sorprende la sistemática escalada en los discursos y señalamientos respecto a la “intolerable” alianza entre el gobierno de México con los cárteles de la droga.
La herramienta arancelaria para apretar y amagar al régimen de Sheinbaum está en completa sintonía con el interés de Trump en erradicar a las organizaciones criminales, pero ahora apuntando la narrativa a su raíz política como epicentro generador de violencia y tráfico de ilícitos por la franja fronteriza.
El relato del fentanilo ha sido la punta de lanza trumpista para aplicar aranceles en la tóxica relación bilateral entre la esfera comercial y la de seguridad. La delicada colusión entre legisladores y funcionarios del gobierno mexicano -ampliamente documentada por la administración estadunidense- con el crimen organizado se ha convertido en una estrategia geopolítica de poder híbrido donde las mafias actúan como agente no estatales para beneficio de intereses estatales.
El simbolismo de las acciones militares de los Estados Unidos—bombardeos contra embarcaciones presuntamente transportando drogas-- en el Caribe frente a Venezuela, comunican poder paralelo ya que estas rutas representan supervivencia económica y resistencia clandestina de la dictadura de Nicolás Maduro. La escalada política-militar que ya incorpora a Colombia siembra ya en el colectivo internacional el relato de severas complicaciones para los países que apoyen dictaduras regionales. Y al buen entendedor, pocas palabras y hartos hechos.
Nuevamente se acercan fechas fatales para Sheinbaum en la entrega de algo más que los resultados en materia de seguridad donde se han incautado más de ¡94 millones de litros de combustible! en un año, tirando de golpe la narrativa del sexenio pasado.
Y la presión psicológica para valorar alternativas en la gestión de conflictos latentes entre México y Estados Unidos pasa por Cuba y su huésped chino Zhi Dong Zhang. El mismo que está hace más de 12 semanas en la isla siendo interrogado y cuya información es epicentro y vital en la trama geopolítica criminal regional.
¿Quid pro quo, anyone?
@GomezZalce

