Qué debemos decir de la alarmante popularidad, principalmente entre los jóvenes, cuando comparan el cigarrillo convencional con el cigarrillo electrónico, comúnmente conocido como vapeador. Este último ha transformado el concepto del consumo de nicotina en los últimos años, al considerarlo una alternativa menos dañina que el tabaco tradicional, lo cual nos lleva a hacer aclaraciones e intensificar un debate sobre la salud pública en este punto.
El vapeador es un simulador del cigarrillo, que, en lugar de quemar tabaco, incinera otras sustancias y productos químicos. Suelen quemarse dentro del dispositivo soluciones líquidas como el propilenglicol, nicotina, glicerina, aromas y saborizantes. Los compuestos para vaporizar la nicotina y los sabores se transforman en sustancias tóxicas. Luego entonces, el vapeador es un dispositivo electrónico que calienta un líquido o jugo de vapeo y crea un aerosol que el usuario inhala, el cual, contrario a la idea popular de que se trata solo de "vapor de agua", este compuesto contiene una mezcla de elementos químicos cancerígenos y puede contener nicotina.
Dichas sustancias, principalmente la nicotina, a menudo en altas concentraciones, acompañadas de propilenglicol, son altamente adictivas y perjudiciales para el cerebro del adolescente, ya que pueden afectar su atención, aprendizaje y el control de sus impulsos. También, como hemos señalado, el aerosol contiene sustancias como aldehídos y metales pesados, entre estos, el plomo, níquel y estaño; todos estos tendientes a producir enfermedades pulmonares graves, incluso, la denominada lesión pulmonar asociada al vapeo.
El vapeo con y sin nicotina causa inflamación del tejido pulmonar, lo que puede desencadenar Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), cáncer y disminución de las funciones inmunológicas encargadas de combatir infecciones respiratorias. También produce efectos cardiovasculares como: alteraciones en el ritmo cardíaco, la presión arterial, la circulación del área cerebral y del corazón.
La mayoría de los vapeadores contienen nicotina altamente adictiva. Producen dependencia, especialmente en adolescentes y jóvenes, y además facilitan la transición hacia el consumo de cigarrillos tradicionales. El vapeo también afecta el campo bucal con alteraciones dentales y periodontales y tiene impacto en la salud mental, provocando ansiedad, depresión, pérdida temporal de memoria y la concentración.
El consumo de vapeadores en México ha crecido considerablemente a pesar de las restricciones. Se convirtieron en una industria multimillonaria gracias a campañas de marketing y el auge de una subcultura en torno al vapeo. Hacemos énfasis en la gravedad de este hecho, pues el vapeador se ha promocionado como una herramienta para dejar de fumar, destacando beneficios frente al tabaco tradicional, dada la supuesta inexistencia de químicos y la desaparición del desagradable olor del cigarrillo. Son, sin duda, solo falsas estrategias publicitarias.
La múltiple cantidad de sabores disponibles que enmascaran las sustancias tóxicas se promocionan activamente en redes sociales como: TikTok, Instagram, Facebook, entre otras.
La Cofepris no avala su uso terapéutico a partir de una larga y profunda investigación. En su análisis encontraron más de 30 sustancias que generan un daño irreversible a la salud y que, al evaporarse, emiten decenas de compuestos tóxicos no reportados en su contexto comercial.
La sociedad mexicana y educativa enfrentan el grave incremento de consumo de vapeadores, principalmente entre los adolescentes de 13 a 15 años. Las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que 15 millones de estos adolescentes los consumen en el mundo.
En tanto el consumo de tabaco tradicional entre la población joven disminuye, el uso de vapeadores crece en forma acelerada y se convierte en una nueva amenaza para la salud pública. La OMS la considera hoy como una “epidemia química” y destaca como edad de inicio los 10 años de edad. Agrava esta situación sanitaria, la falta de control sobre venta y publicidad de estos artículos.
En México, una de cada 5 personas entre los 13 y 24 años ha probado los cigarrillos electrónicos, que son, además, dispositivos visualmente atractivos para su adquisición y uso entre niñas, niños y adolescentes.
Ante este panorama, la Cofepris ha emitido una “alerta sanitaria máxima”, advirtiendo que los instrumentos de vapeo contienen sustancias tóxicas con altos riesgos para la salud. Empero, los vapeadores están disponibles en todas partes a través de un masivo mercado negro.
Se busca fortalecer los esfuerzos del Estado para elevar esta prohibición a rango constitucional. En los próximos días se espera que ambas cámaras legislativas retomen la reforma al respecto, a fin de turnarla a los Congresos Estatales para su ratificación. De esta manera, la prohibición se implementará a nivel nacional con las sanciones correspondientes para quien la infrinja. Contrario a ello, hoy se observa que los vapeadores son cada vez más accesibles para niñas, niños y adolescentes.
Los vapeadores están lejos de ser la solución innovadora para combatir el tabaquismo, toda vez que se trata de un producto de consumo que genera una fuerte adicción, y presenta daños significativos y comprobados para la salud. Representan riesgos físicos, que tienen un impacto psicológico. El fenómeno del vapeo está lejos de ser la alternativa segura que alguna vez se promocionó.
Hacemos un llamado muy atento a nuestros amigos diputados locales y federales para atender y actuar en este campo, cuyos elementos fundamentales procuramos haber expuesto aquí con suficiencia y claridad.
Excomisionado nacional de Seguridad y excomisionado nacional contra las adicciones.

