No tiene muchas opciones. La trayectoria concentradora del poder político e institucional ha llevado a la presidenta a cuatro nudos que se aprietan cada vez más: 1) El crecimiento económico; 2) las finanzas públicas y la deuda; 3) la seguridad pública; y 4) el funcionamiento de la administración. CSP tiene, además, tres incógnitas por despejar y que probablemente le consuman buena parte de su segundo año:

A) La relación con Estados Unidos. Trump tiene incentivos para mantener vivo el T-MEC, mientras que la presidenta busca tener mejores resultados en seguridad. Con toda probabilidad, Trump dirá que él ayudó a pacificar México y se anotará un tanto político.

B) La economía. Según la encuesta del Banxico a los analistas del sector privado en su primer bienio (25-26), difícilmente creceremos al 1% anual. Jugar en los márgenes con la consolidación fiscal y tratar de librar un año más incrementando deuda es insostenible en el mediano plazo. La inversión (IED) ha caído más de 7 puntos, la pública no pinta y la extranjera está en los 40 mil millones de dólares. No hay nada que permita anticipar, hoy por hoy, que cumplirá el objetivo de su propio plan de llegar a los 25 puntos del PIB de inversión. Con estos datos y habiendo consumido 1/3 de su mandato, será muy difícil que alcancemos a economías como Indonesia. El mundo crece más que nosotros, por tanto, hay una especie de constante mexicana que no logra activar el crecimiento. Por más fotos que se tome con los magnates, los datos son los que son y sobre ellos se construye el futuro. En los discursos cabe todo y en la propaganda todo y más, pero la terca realidad siempre se impone.

B) El desempeño administrativo. Sigue sin terminar de repartir medicinas o hacer funcionar las aduanas. Igual que ha ocurrido en la Ciudad de México, donde la concentración del poder ha llevado a un deterioro de la calidad administrativa, a nivel nacional tienen todas las instituciones alineadas y no son capaces de atender lo más elemental. ¿Para qué quiere uno tanto poder si administrativamente no controla procesos que son fundamentales para la convivencia y la prosperidad?

Es una paradoja que en algún momento tendrá que plantearse la jefa del Estado. De poco sirve ser un gigante político con 75% de aprobación si una proporción similar cree que los criminales controlan el país y que un gobierno extranjero nos puede traer como su calcetín, imponiendo un día aranceles a los muebles y otro a los camiones.

CSP tendrá que pensar si puede modernizar administrativamente el país con este proceso de concentración y recordar la historia reciente. Puede optar por seguir la ruta de Carlos Salinas, que trató de concentrar poder para permitir a su grupo político permanecer al mando. Al final, el experimento se cayó como castillo de naipes en 1994. Pero la presidenta también podría pensar en su odiado predecesor, Ernesto Zedillo, quien comprendió que un país integrado al mundo y una economía compleja no podían gobernarse con jueces politizados, órganos reguladores jibarizados y una administración pública que no atina a tener un mecanismo de localización de desaparecidos.

Si tomase la vía de Zedillo de reabrir el sistema y tratar de reactivar la confianza de los inversionistas y poner a México en el radar internacional con una propuesta novedosa, tiene oportunidad de cerrar el sexenio con fuerza y legitimidad, pero si insiste en concentrar poder vamos a tener algo muy parecido a la mediocridad que ha imperado en la Ciudad de México, donde la concentración del poder da cada vez peores resultados en casi todas las materias.

Analista. @leonardocurzio

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