¿En qué cree Donald Trump? No es un hombre de ideas ni tiene una ideología discernible. En esta etapa de su vida se ha descubierto conservador porque eso es lo que le ha convenido políticamente (en otro tiempo simpatizó con los demócratas). Siempre ha tenido desplantes racistas, pero su fervoroso apego nativista y antiinmigrante es también un asunto de conveniencia política. Su supuesta cruzada contra la amenaza de salud pública que representan las drogas también está sujeta a lo que le convenga, como demuestra el escandaloso indulto presidencial otorgado recientemente al narcoexpresidente hondureño Juan Orlando Hernández.

Entonces, ¿en qué cree Trump?

A principios de 2024 me reuní con un colega estadounidense que ha cubierto la carrera empresarial y política de Trump durante al menos tres décadas. Cuando le hice esa pregunta, su respuesta fue inmediata: “Trump es una figura puramente transaccional”. Me explicó que a Trump no le interesa otra cosa más que obtener beneficio pecuniario —para él o para los suyos. Luego predijo algo que se me ha quedado grabado: si esa disposición transaccional y corrupta ya era evidente en la primera presidencia, en la segunda se volvería descarada y peligrosa.

Tenía razón.

Un reportaje del Wall Street Journal, publicado el fin de semana, deja claro hasta qué grado.

El reportaje revela que Donald Trump y el equipo de negociación estadounidense para supuestamente poner fin a la guerra con Ucrania no están realmente interesados en defender el derecho del pueblo ucraniano ni en alcanzar un acuerdo de paz que garantice la seguridad europea. Están interesados en hacer negocio. Según el Wall Street Journal, Trump busca convertir la paz en una oportunidad económica: “hacer dinero, no guerra”.

Los detalles son indignantes. El equipo de negociación del Kremlin, encabezado por el multimillonario Kiril Dmitriev, habría propuesto a los estadounidenses —en especial al enviado especial de Trump, el empresario inmobiliario Steve Witkoff, sin experiencia diplomática pero con amplia experiencia transaccional— hacer negocio con la Ucrania destruida. La idea: permitir que las compañías de construcción estadounidenses tuvieran acceso a las ruinas ucranianas una vez terminada la guerra. De paso, ambos países podrían comenzar a considerar la explotación de tierras raras en el Ártico, la exploración espacial y una larga lista de proyectos que a figuras como Witkoff —y a Jared Kushner, también presente en la reunión, según el Wall Street Journal— seguramente les resultaron muy apetecibles.

La propuesta, presentada como pragmatismo económico, alarma a diplomáticos europeos que la ven como una claudicación ante Moscú y una forma de normalizar la agresión a cambio de contratos. Y no es para menos: ¿Hitler ofreciéndole a Roosevelt las jugosas ruinas de la guerra a cambio de entregarle Europa?

Por si el escándalo fuera poco, el plan de paz en el que trabaja la Casa Blanca —de acuerdo con el Journal— coincide sorprendentemente con las exigencias del Kremlin: obliga a Ucrania a ceder territorios, reducir su ejército y abandonar sus aspiraciones de integrarse a la OTAN. Todo ello, ahora queda claro, a cambio de potenciales beneficios comerciales para los aliados de Trump.

Estados Unidos está subordinando el futuro de un pueblo invadido y la seguridad de todo un continente a intereses privados. Para Donald Trump, a cada acción sigue una transacción.

@LeonKrauze

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