El primer informe de la actual administración —caracterizada por dar continuidad a muchas de las políticas y acciones del gobierno anterior— se presentó con un discurso cargado de optimismo: cifras macroeconómicas que sugieren estabilidad, récords en inversión extranjera, una reducción en los niveles de pobreza y una narrativa positiva en general. Sin embargo, todo informe de gobierno tiende a resaltar logros; por ello, resulta pertinente contrastar los resultados expuestos con la realidad y, sobre todo, reflexionar sobre lo que se requiere para transformar esos avances en bases sólidas de bienestar duradero.
Se destacó un crecimiento anual de 1.2% del PIB real en el segundo trimestre de 2025, atribuido al fortalecimiento del mercado interno. No obstante, las cifras originales muestran un crecimiento de apenas 0.05%, desempeño asociado a un consumo privado que, de acuerdo con el Inegi, registró una caída promedio de 0.14% en el primer semestre. Si el consumo privado —que representa alrededor de 70% del PIB— no avanza, difícilmente puede sostenerse una narrativa de crecimiento impulsado por el mercado interno.
A ello se suma la debilidad de otro componente clave: la inversión fija bruta, que refleja el gasto en maquinaria e infraestructura, registró una caída promedio de 6.3% en el mismo período. Estos resultados evidencian que los principales motores del PIB no están aportando al crecimiento.
En materia laboral, se informó que el salario mínimo pasó de 88.36 pesos diarios en 2018 a 278.80 pesos en 2025, lo que representa un incremento real acumulado de 131.5%. Este avance coloca a México entre los países con mayor crecimiento salarial real en la OCDE. Debe reconocerse que esta política se implementó desde el sexenio anterior (2018-2024) como parte de un acuerdo entre gobierno, empresarios y sindicatos. Su continuidad es positiva, aunque su sostenibilidad depende de que la productividad y la estabilidad económica respalden futuros aumentos.
También se destacó la baja tasa de desempleo, de 2.6% en el primer semestre de 2025, una de las más reducidas a nivel internacional; sin embargo, de acuerdo con el Inegi, 45% de la población ocupada trabaja en el sector formal, mientras que 55% lo hace en condiciones de informalidad. Esto implica que, aunque crece la ocupación, más de la mitad carece de seguridad social, prestaciones y estabilidad laboral. En México, ocupación no siempre significa calidad en el empleo.
Respecto a la pobreza laboral, se reportó un mínimo histórico de 33.9% en el primer trimestre, pero la cifra repuntó a 35.1% en el segundo. Esto revela que más de 21 millones de personas aún no cuentan con ingresos suficientes para adquirir una canasta básica alimentaria. Las mejoras en este indicador son frágiles y sensibles a choques económicos.
En el ámbito de infraestructura, se anunció el Plan Nacional de Infraestructura 2025, que contempla una inversión de 811 mil millones de pesos (equivalente a 2.4% del PIB) en diversos proyectos; entre ellos destacan la ampliación de la red ferroviaria de carga, la modernización de aeropuertos, la construcción de hospitales y la rehabilitación de espacios comunitarios. Sin embargo, la mayoría de las obras —y sobre todo sus impactos económicos— están programadas a mediano plazo, por lo que su inclusión como logro responde más a una proyección que a resultados concretos.
Otro logro resaltado fue la captación de 34 mil 265 millones de dólares de Inversión Extranjera Directa (IED) en el primer semestre de 2025; sin embargo, preocupante es su composición: 85.9% correspondió a reinversión de utilidades, mientras que sólo 9.6% fue nueva inversión, cuando en años anteriores esta llegó a superar 50%. La disminución de inversión nueva refleja un clima de incertidumbre y falta de incentivos.
El informe también destacó la expansión de programas sociales; la alta dependencia de transferencias públicas puede limitar la movilidad social a largo plazo si no se acompaña de creación de empleos formales. La política social ha funcionado como herramienta de legitimación política, pero no sustituye a una estrategia integral de desarrollo.
Más allá de las cifras alentadoras que suelen acompañar a todo informe de gobierno, lo fundamental es consolidar una economía con fundamentos sólidos y visión de largo plazo. Solo mediante una estrategia integral será posible alcanzar un crecimiento económico sostenido que se traduzca en un desarrollo incluyente.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.