A finales de 2013, luego de más de seis meses de reporteo con distintas fuentes en Michoacán y Ciudad de México, publiqué (en Milenio, ahí trabajaba) datos de inteligencia de los cuerpos de seguridad del Estado mexicano acerca de lo que llamé “el gran banco central” del crimen organizado, en concreto del cártel de Los caballeros templarios, que a la sazón literalmente gobernaba en Tierra Caliente. No era metáfora: los delincuentes tenían al menos mil millones de pesos de ingresos al año por extorsiones.

Sí, mil millones.

Gran negocio. Gran negocio porque ellos invertían anualmente 325 millones de pesos en sobornos repartidos entre autoridades municipales, estatales y federales (publiqué sus nóminas), lo que les dejaba una ganancia estimada de $675 millones de pesos. Eso representaba más de $56 millones de pesos al mes, unos tres millones de dólares mensuales al tipo de cambio de hoy.

¿De dónde venía todo ese dinero? De los calentanos productivos pero extorsionados: de los productores de aguacate, limón y mango. También de los ganaderos, de los aserraderos y de la minería.

Cuatro ejemplos. Uno. En 2014, en los 15 aserraderos que había en Coalcomán, que producían 80 mil metros cúbicos de madera de pino al año, los criminales extorsionaban con $120 pesos por metro cúbico y de esa manera anualmente obtenían $10 millones de pesos de aquella época.

Dos. En esa región colindante con Jalisco cobraban mil 500 pesos por cada animal que era vendido, y como se colocaban alrededor de 15 mil reses al año, obtenían más de $22 millones de pesos anuales.

Tres. El mango en Parácuaro: en tres meses de producción cada uno de los 22 productores tenía que caerle con 230 mil pesos, cinco millones de pesos por tres meses de producción para “el señor”.

- ¿Qué señor? -le pregunté ingenuamente a uno de los empresarios mangueros en esas fechas.

-Pues él, Chayo.

Chayo. Nazario Moreno, el líder de los Templarios que el gobierno de Calderón falsamente dio por muerto en 2010, cuando en realidad estaba bien vivo porque fue abatido hasta marzo de 2014 con Peña Nieto, un año después de que se levantaran las autodefensas de Tierra Caliente.

“Ya sabíamos que nos tocaba de a $230 mil pesos a cada uno de los 22 productores que somos aquí”.

Cinco millones de pesos para que el capo los dejara producir tres meses de mango.

Cuatro. Saqueaban arcas públicas. Tenían en su contabilidad criminal entradas por conceptos como “cuotas fijas” y “obra pública” del estado y los municipios. Por ese rubro los Templarios conseguían 170.4 millones de pesos anuales. De los 113 municipios michoacanos, al menos 40 ya habían pagado embutes al crimen organizado. Ya sabe usted, el sello de la casa: plata o plomo.

¿De cuánto es el botín ahora, once años después? EL UNIVERSAL nos dio una idea en su edición de ayer: los grupos criminales de la Tierra Caliente de Michoacán se embolsan al año alrededor de 3 mil 600 millones de pesos por la extorsión a productores y empacadores de limón, de acuerdo con la nota de mi colega reportero Manuel Espino. Se trata de unos $196 millones de dólares anuales, más de $16 millones de dólares al mes… sólo por limón. Imagine usted la cifra estratosférica al sumar aguacate, mango, minería, producción forestal, ganadería.

Lázaro Cárdenas Batel, cuando era gobernador en 2006 por el PRD, se dio cuenta del poder criminal y pidió ayuda. Felipe Calderón entendió que había que combatir al crimen organizado, pero fue un pésimo mariscal y no sólo no resolvió nada sino desató una balcanización brutal de los criminales, la cual continuó con Enrique Peña Nieto. El gobernador perredista Leonel Godoy no metió las manos, no resolvió nada, y ya conocemos la historia de los priistas Fausto Vallejo y Jesús Reyna, presuntamente protectores del narco, según constaba en algunos expedientes de la PGR. Lo mismo pasó con Silvano Aureoles del PRD y Alfredo Ramírez Bedolla de Morena: no solucionaron nada y la entidad cada vez está peor.

Además, como hemos visto, a quien osa denunciar, lo asesinan, tal como sucedió recientemente con el líder de los limoneros ejecutado, Bernardo Bravo, y hace dos años con Hipólito Mora, el líder de las autodefensas originales, que no desistió de señalar a los criminales hasta que lo asesinaron y quemaron.

Después de miles de asesinatos en Michoacán durante veinte años y medio (más de 29 mil, si conté bien), ¿cuántos homicidios más se requieren para liberar a ese estado del interminable yugo criminal que simplemente cambia de siglas y sigue jodiendo la vida de los michoacanos ante la pasividad e ineficacia del Estado mexicano?

¿Algo nos va a prometer Omar García Harfuch?

¿Algún político nos asegurará que la extorsión a los productores de todas las ramas terminará en Michoacán al final del sexenio, o vamos a seguir enterrando mexicanos valientes que se rebelan contra el cobro de piso?

BAJO FONDO

Le importó un comino que estuviera de invitado en la oficina de una mujer, que además no era cualquier mujer: era La Mujer. Ni más ni menos que su jefa máxima. Tampoco se inmutó por el hecho de que frente a él hubiera varias mujeres más. Nada. Con un tono burlón, retador, insolente, casi de baturro, espetó:

“Porque si partimos de la cuota, dices, bueno, un poemario escrito por una mujer horriblemente asqueroso de malo, por el hecho de ser escrito por una mujer, no merece que se lo mandemos a una sala comunitaria en mitad de Guanajuato, por qué hay que castigarlos con ese libro de poesía".

Le habían preguntado al director del Fondo de Cultura Económica por la escasa presencia de mujeres en una millonaria colección de libros que repartirá. No hay más que siete mujeres contra veinte hombres porque el llamado boom latinoamericano fue, inauditamente, y salvo un par de excepciones, un club de Tobi, un reducto de señoros donde no cabían las mujeres. Gran error histórico de la editora Carmen Balcells, promotora de ese movimiento comercial literario, pero esa es otra historia. El sujeto pudo haber contestado amablemente, explicado con elegancia, pero no, lo suyo era ofender a una reportera preguntona que osaba cuestionarlo, así que, para humillarla y ridiculizarla, sacó el machito que lleva adentro en país de feminicidas y en pleno Palacio Nacional, delante de la Presidenta. Habrase visto. Le brillaban los ojitos, enchuecaba la boca. El tipo estaba convencido que era un genio simpatiquísimo. El Operador Literario Más Grande a Nivel Universal. Un intelectual lúcido y brillante. Pluma inigualable. Merecedor de un Nobel. Pobre. Un detective cultural despampanante. Hurra. Ni siquiera entendía ni se daba cuenta que era un misógino, un macho de lo más vulgar. Y claro, como ahí había corifeos, algunos cómplices patriarcales se rieron para festejar su rebuzne.

La Presidenta, supongo que, con pena ajena, tuvo que matizar, casi pedir perdón por el pelafustán que se había colado a su casa: "Pero vamos a hacer una colección de mujeres", agregó Claudia Sheinbaum.

Lo que tiene que hacer es correr al insensato.

¿Cómo se llama el necio funcionario policial?

Lo olvidé. Creo que Ignatius J. Reilly II.

jp.becerra.acosta.m@gmail.com

Twitter: @jpbecerraacosta

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