En las últimas semanas, México ha sido testigo de los embates de fenómenos meteorológicos como la tormenta tropical “Dalila” y el huracán “Erick”. Estos eventos han traído toneladas de agua que han aliviado parcialmente la crítica situación de las presas que alimentan el sistema Cutzamala, logrando una recuperación del 23% en su capacidad. De hecho, según la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) el volumen de agua recibido equivale a llenar 45 estadios Azteca. Sin embargo, esta aparente abundancia no debe engañarnos: estamos lejos de haber resuelto el problema del agua en México.

La mayor parte del vital líquido se pierde, mezclándose con descargas residuales en un sistema de drenaje obsoleto, contaminándose y desaprovechándose. Además, las imágenes de avenidas principales inundadas en la Ciudad de México, Guadalajara, Cuernavaca, Querétaro, Acapulco y otras ciudades son un recordatorio doloroso de que nuestra infraestructura y la falta de planeación hídrica, incluso la más reciente, no está preparada para manejar ni la escasez ni el exceso de agua.

El sistema de drenaje de la Ciudad de México es, a nivel nacional, el que tiene más capacidad de manejar estos niveles de precipitación gracias al drenaje profundo que acaba de cumplir 50 años y que lamentablemente hoy es un claro ejemplo de nuestra crisis en infraestructura. Diseñado en una época con necesidades y condiciones muy distintas, es claramente insuficiente para conducir el agua de lluvia y residual fuera de la urbe. A pesar de esfuerzos como la construcción del Túnel Emisor Oriente (TEO), o la instalación masiva de Sistemas de Captación de Agua de Lluvia (SCULL), estas medidas son parches temporales que no abordan el problema de raíz: la falta de una planeación integral y sustentable en la gestión del agua. Hoy cada gota de lluvia que llega al drenaje se contamina, resultando en costos extra en su tratamiento y disposición.

La situación no es exclusiva de la capital, el año pasado el sur de la República sufrió grandes estragos por el impacto de huracanes y lluvias torrenciales, recordemos imágenes del puerto de Acapulco o Chetumal, evidenciando que la mala gestión del drenaje es un problema nacional, la afectación incluso llegó a obras nuevas y emblemáticas de nuestro gobierno como el Tren Maya que también se vio afectado.

Es imperativo que migremos hacia una visión sustentable en la gestión del agua. Esto implica priorizar la captación y el reúso del agua de lluvia, diseñando sistemas que permitan su adecuada conducción, almacenamiento y tratamiento, permitiéndonos aprovechar su uso doméstico, e incluso agrícola o industrial.

También debemos modernizar nuestra infraestructura de drenaje, no solo para soportar fenómenos extremos, sino para integrarla a un ciclo virtuoso donde el agua sea vista como,

por ejemplo, un recurso renovable que embellece los paisajes y aporta lugares de esparcimiento o turismo, en vez de como un desecho que se debe sacar de las ciudades.

El manejo del agua en las urbes nacionales no es un problema que podamos seguir postergando. Los fenómenos meteorológicos extremos, intensificados por el cambio climático, nos recuerdan constantemente la urgencia de actuar. México tiene la oportunidad de transformarse en un modelo de gestión hídrica sustentable, pero esto requerirá voluntad política, inversión en infraestructura, educación ciudadana y, sobre todo, una visión de largo plazo. Solo así podremos garantizar que el agua, lejos de ser una fuente de crisis, se convierta en un pilar de desarrollo y bienestar para todos.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS