Yo sé que lo ignorabas porque tú naciste cuando los celulares ni las tablets existían. Es posible que de niñ@ hayas visto la televisión en blanco y negro, y escuchado alguna radionovela que despertaba tu imaginación.
Probablemente usabas cámaras fotográficas de rollos que debías revelar, o bien, jugabas con amigos en la calle y la pasabas bien con simples entretenimientos.
Puede ser incluso que siendo niñ@ te ibas solo caminando a la escuela o a la papelería, porque entonces las familias vivían sin miedos, esos que hoy la delincuencia y el crimen organizado nos impusieron.
Debes saber que cuando pusiste esa pantalla frente a mí, antes de cumplir un año, todo cambio en mi vida. Mi cerebro genero esa substancia llamada dopamina, la misma que a ti te genera placer.
Por eso al cumplir un año, al ver un celular sentía ansiedad, frustración y enojo si no me lo dabas, y muy rápido tu y yo nos dimos cuenta de que ese “chupón digital” hackeaba mi cerebro y me desconectaba de ese mundo común en el que vivimos.
Cada día esa mezcla de luz, sonido y movimiento se convirtieron en mi mundo y a esa dopamina se sumaron las recompensas cuando tuve el primer videojuego en mis manos. Ya para entonces era un adict@ a las pantallas y al igual que tú, porque ese mundo se volvió una normalidad.
Hoy quiero decirte que esa pantalla me ha enseñado mundos de los cuales nunca te he contado. Cuando tenía siete años la pornografía empezó a buscarme en las diferentes aplicaciones que usaba, así que para los 12 años, ya la consumía de manera regular y hoy no puedo siquiera opinar porque a diario busco tiempo y espacios donde pueda estar sol@ para seguir consumiendo.
Hay días que quiero dejar el porno y no puedo conseguirlo. Algo muy parecido me sucede con los videojuegos, que me atrapan por horas y me permiten hablar con desconocidos.
Mi hora favorita es la noche, porque mientras tu duermes, yo puedo jugar, ver porno o ser parte de esos bullyings que molestan a alguien más, pero también, sé que a esas horas en donde todo parece tranquilo, hay amigas y amigos que la pasan fatal, porque es cuando los extorsionan con las fotos de sus cuerpos desnudos y cuando les mandan los mensajes más crueles o extraños les ofrecen empleos muy atractivos, aunque el otro día ví en las noticias que a muchos de ellos los criminales se los llevan con engaños y no regresan.
Lo que más me confunde, es cuando me invitan a hacer retos que son peligrosos, pero solo así puedo pertenecer a mi “grupo de amigos”. Todos hacemos que no nos importa, pero no te imaginas cuántos nos hacemos cortes en nuestros brazos y piernas porque la angustia, ansiedad, frustración y miedo de vivir.
Pronto cumpliré 14 años y ya no quiero seguir aislado por estos audífonos, ni sentir que aunque nos vemos a diario casi nunca hablamos. Cada día escucho menos tu voz y a veces me pregunto si tú aún sientes la mía.
Mamá, Papá, no sé cómo dejar estos mundos a los que tú sin saber me metiste siendo un bebé. Soy adicto a estas pantallas que todo el día están en mis manos y dominan mi existencia.
No quiero que sientas culpa, sino que construyamos un mundo común, con amor, confianza y comunicación.
Quiero que todos los adultos se unan para hacernos visibles y aprender a vivir con libertad y empatía. Sin los miedos y ansiedades que a diario nos invaden.
Ningun@ de nosot@s podemos sol@s, necesitamos que tomen decisiones y actuen urgentemente porque somos niñas, niños y adolescentes, y tenemos derecho a construir felicidad y a una vida libre de violencias.