A Ciro Gómez Leyva, siempre valiente, siempre único y excepcional. Un hombre capaz de reconocer aciertos y la grandeza de la humildad.

La chatarra es eso viejo y oxidado que se va quedando en nuestras vidas, eso a lo que nos vamos acostumbrando, aunque ya no podamos adivinar el color original, ni los años que tiene.

Es chatarra porque es viejo y sirve poco o casi nada, pero que por diversas razones no podemos soltar ni dejar atrás en nuestras vidas.

Hay chatarra que sobrevive con parches y remiendos para que pueda seguir funcionando para algo, aunque ese algo sea poco satisfactorio.

Después de recorrer casi a diario largos tramos de calles, avenidas y del Periférico en nuestra ciudad, los baches se multiplican y los agujeros son de tal dimensión que las maniobras de los conductores para sortearlos son realmente heroicas. Ya no digamos cuando debe transitarse después de fuertes lluvias o en noches donde cuesta mucho identificar tantos agujeros en el pavimento.

Lo mismo sucede cuando al calcular los tiempos y llegadas de algunos aeropuertos deben sumarse al menos un par de horas estimando las tardanzas por falta de pistas, o el tiempo en que llegara ese camioncito por los pasajeros, y ya ni hablar de las cubetas para recolectar el agua que se filtra de los techos bajo la temporada de lluvias para que los charcos no inunden los pasillos.

Y así se van chatarrizando las calles, los inmuebles, las instalaciones, los servicios y la vida del ciudadano. Suele haber muchos reclamos al principio, pero después nos acostumbramos a esos paisajes grises y oxidados porque en lugar de haber menos baches hay más.

Teníamos algunos malecones dignos de presumir en el mundo que ahora se han chatarrizado. Y si a estas realidades sumamos los cortes de energía eléctrica y/o de agua para muchas familias en distintas zonas del país.

Transportes públicos que en algunas ciudades parecen piezas de museo y a la vez, museos que al no tener mantenimiento van deteriorándose como un patrimonio nacional.

A todos nos toca hacer algo al respecto, pero sin duda habrá que voltear los ojos y los presupuestos a fortalecer los municipios, para que puedan desde lo local, reparar a tiempo, intervenir para dar mantenimiento y poder brindar certezas de lo más básico a los ciudadanos

Los espacios públicos bien cuidados y dignos cambian el sentir de una comunidad y con ello su cultura y convivencia.

Quienes debemos pagar predial hacerlo, quienes designen el presupuesto no despreciar ese territorio en donde empieza y termina la vida de nuestras familias que son los municipios, a quienes ejercen hacerlo en aquello que no se vea ni produzca votos, pero que garantiza calidad de vida y certezas indispensables para vivir con seguridad y sin miedo.

Hace apenas unos días vi un documental sobre la falta de energía eléctrica en Cuba, y como una mujer prendía una pequeña vela en su hogar cuando ya la luz del sol se había apagado. Ella dijo que por supuesto no le gustaba vivir así, pero que nada podía hacer al respecto más que asegurarse de tener siempre una vela que prender.

Enfrentamos un gran déficit en el abasto de energías y aguas limpias, y por supuesto en seguridad. Justo es decir también que se han empezado a tomar algunas decisiones en estas materias en lugar de caprichos y resentimientos que prevalecieron en años recientes, puedan generarse algunos incentivos para ir corrigiendo el rumbo, pero la chatarrización es de tal magnitud que demanda soluciones de fondo que reconozcan la realidad por encima de ideologías.

No nos resignemos a vivir en un país chatarrizado cuando estamos llamados a ser una gran potencia en todos los sentidos, ni a tener una pequeña vela para apenas alcanzar a mirarnos en medio de la obscuridad.

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